Esa noche, Pedro hizo un esfuerzo claro y calculado por quedarse a solas con su cuñada. Cenó con la familia en la parte central de la casa del rancho, donde vivía Melina con Federico y los mellizos y después de cenar tomó una copa de brandy con su hermano mientras ella iba a preparar a los niños. Después los hombres se reunieron con ella para la tarea importante de acostar a los mellizos. Federico y Melina les cantaron nanas y Pedro, que disfrutaba con su papel de tío, participaba siempre que recordaba la letra. Le gustaba aquella vida familiar. Le gustaba mucho. En su opinión, era lo más inteligente que había hecho nunca su hermano. A las ocho, los niños estaban al fin metidos en su cuna, con la niñera en una habitación cercana y Tate anunció, como todas las noches, que tenía algunas cosas pendientes y desapareció en su estudio.Pedro aprovechó la oportunidad para preguntar a Melina:
—¿Tienes un momento?
Ella asintió.
—Claro que sí. ¿Quieres un café?
—Muy bien —Pedro la siguió a la cocina.Melina le sirvió una taza de café y se sentó enfrente de él con una infusión.
—¿Qué ocurre? —preguntó.
Pedro decidió ir al grano.
—Dime todo lo que sepas de Paula Torres.
Su cuñada lo miró por encima del borde de su taza.
—Chaves. Su apellido es Chaves. Se casó.
—Pero ahora es viuda.Su cuñada lo miró con curiosidad.
—Mejor para tí, ¿eh?
—¡Vamos, maldita sea! ¿No puedes ayudarme un poco?
Melina dejó su taza en la mesa.
—¿A qué viene esto? ¿Tuviste a una de las hermanas y ahora quieres completar la pareja?
Pedro dió un respingo. Negó con la cabeza.
—Eres muy directa.—Eso me han dicho. Contesta a mi pregunta.
—No —repuso él—. No es eso. Esto no tiene nada que ver con Valeria. Valeria y yo... bueno, eso fue hace mucho tiempo.
Melina lo miraba con aire de duda.
—¿Quieres decir que es agua pasada?
Pedro asintió con la cabeza.
—Valeria es feliz ahora. Quiere a Julián. Y yo me alegro por ella. De verdad.
—Pero tú la quisiste, No?
¿La había querido? Pedro no estaba seguro.
—Estaba loco por ella, sí, ¿Pero quererla? Éramos unos críos. Ella quería vivir aquí, quería que hiciéramos la gran boda que va a hacer ahora y nos instaláramos en el rancho, donde se dedicaría a tener dos o tres hijos y me ayudaría a gastar el dinero del abuelo.
—Sigues dolido con ella.
—No —contestó él—. No es verdad. Sólo te digo cómo era aquello. Valeria quería una vida tranquila aquí y yo quería marcharme. Rompimos y eso hizo posible que los dos tuviéramos lo que queríamos. Casarnos habría sido un desastre. Ella lo sabe y yo lo sé. No hay más que hablar. Excepto por una noche que...
Pedro había ido a casa desde la universidad, donde suspendía todo, para llevar a Valeria al baile de graduación. La noche antes del baile, ella le había dicho que todo había acabado entre ellos, que querían cosas distintas y que lo suyo no funcionaba. Él se mostró de acuerdo. Hacía ya un tiempo que pensaba que había llegado el momento de terminar, pero no sabía cómo decírselo. Y recordaba todavía la sensación de alivio que se apoderó de él cuando ella le dijo que ya no quería ser su chica.Y entonces le dijo que tenían que ir de todos modos juntos al baile y Pedro pensó que era lo menos que podía hacer para agradecerle que le hubiera devuelto la libertad.La noche que él tanto temía acabó siendo especial. Acababan de romper y, sin embargo... ella lo atrapó en su magia y él se sintió más enamorado que nunca. Ella lo conquistó, lo dejó sin palabras.¿Pero ahora? No. Todo eso había acabado hacía mucho. Cuando veía ahora a Valeria sólo sentía un vago aprecio. Le gustaba. Era una mujer sonriente y alegre, demasiado pendiente de sí misma, pero con encanto. Eran amigos, aunque no íntimos. Cuando la veía, le resultaba imposible pensar que era la chica a la que había tenido en sus brazos aquella noche hermosa e inolvidable.
Muy buenos capítulos! Ya me enganchó! cuando Pedro se entere que tiene un hijo de 10 años!
ResponderEliminarYa me atrapó esta historia. La que se va a venir cuando se descubra que es el padre.
ResponderEliminarYa me re enganché con esta historia!!!
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