domingo, 7 de agosto de 2016

Juntos A La Par: Capítulo 17

—Desprecio esa palabra, es una de las que no deberían siquiera existir en el idioma. Eres una mujer hermosa, capaz de vivir una vida mucho más rica y provechosa para ti, de la que ahora vives. Sólo me tomó un par de días para descubrirlo.

—Y decidiste que era la misión de tu vida hacérmelo saber, ¿No es así? —le preguntó con rudeza.

—No seas odiosa, Pau. Decidimos ser amigos, ¿no? Y como tal, es necesario que te haga ver algunas cosas que te niegas a aceptar.

—Creo que ahora debemos volver —expresó Paula, turbada.

—Una muy buena razón para que vuelva yo a besarte, antes de irnos —fue la rápida respuesta.

—Pedro, por favor…

Él puso las manos sobre los hombros de Paula, y ella sintió que eran muy ligeros. Por instinto cerró los ojos y sintió que él le besaba con suavidad la frente, después la mejilla, y por último la boca. Ella se tornó rígida, luchando para no responder a la caricia, sabiendo que no podría resistir demasiado tiempo; por un segundo pensó que ni siquiera podría correr… y alejarse. Sus manos rodearon la cara femenina levantándola un poco mientras rozaba los labios de Paula. Había tanto calor en la boca masculina que todo desapareció, excepto el deleite sensual de ese beso que pareció durar una eternidad. Apenas se dio cuenta de que había deslizado las manos sobre los hombros de Pedro y ya no sentía la rugosidad de la roca sobre su espalda, ni la tibieza de la arena bajo las piernas inválidas. Pedro debió de haber sentido su respuesta, pues sus cuerpos estaban demasiado juntos. Fue entonces cuando comenzó a retirarse de ella.

Paula abrió los ojos. Él la miraba inexpresivo.

—A menos que yo me equivoque, Paula Chaves, podría decir que nunca te habían besado.

Ella sintió como si le hubiese arrojado agua fría a la cara.

—¿Qué quieres decir? ¡Por supuesto que me han besado!

—Probablemente no expresé bien lo que quería decir. Sí, tal vez te han besado antes, pero ¿Acaso tú habías respondido a otro beso de la misma manera como lo has hecho ahora?

Por supuesto que no lo había hecho. Lo miró con expresión tonta.

—No te molestes en responder, porque ya sé la respuesta —dijo con voz suave—. Las columnas de chismes sociales son tan falsas como lo imaginé. Eres tan inocente como un niño recién nacido, Pau. Y aun sentada en esa silla de ruedas, posees toda la pasión y las necesidades de una mujer.

—Quiero irme a casa —expresó con voz temblorosa.

—Muy bien, te llevaré de regreso —se agachó en cuclillas y añadió—: Pero quiero que recuerdes muy bien lo que ha sucedido aquí hoy.

"Como si pudiera olvidarlo", pensó.

—De acuerdo con las circunstancias, lo que ha pasado aquí no debió de haber sucedido —dijo con frialdad—. Por favor, llévame a casa.

Él la levantó sosteniéndola con fuerza muy cerca de su cuerpo. Paula pudo oler la masculina esencia que despedía su piel. Descansó de la tensión cuando quedó de nuevo sentada en la silla. Pedro  la impulsó hacia adelante y volvieron por el sendero en total silencio. Cuando la dejó en la puerta de su casa, le dijo:

—Roberto mencionó algo acerca de ir a dar un paseo en el barco por la tarde, para colocar algunas trampas. Vendré por tí cuando él esté ya preparado.

—No gracias, no iré —expresó con estudiada cortesía.

—Pau, no me provoques.

Ignorando la chispa de humor que se reflejaba en los oscuros ojos, le dijo con toda frialdad:

—Prefiero no ir.

—Lo dudo —levantó la mano a manera de despedida—. Pasaré por tí a eso de las dos —y caminó apresurado hacia la casa de Alicia.

Paula entró en su cabaña y comenzó a recordar su vida pasada en Vancouver. Conoció a muchos hombres, algunos de ellos eran bien parecidos, educados y buenos compañeros, pero la habían dejado totalmente fría. Había cenado y bailado con ellos. En ocasiones hasta coqueteó, pero al final de cada paseo sólo había permitido un beso de despedida en la mejilla. Muchas veces pensó que había algo mal en ella, podía ser su carácter o la falta de afecto que resintió desde niña, lo que la hacía incapaz de enamorarse de algún hombre. A menudo la palabra "frígida" venía a su mente ya que ninguno de los hombres con quienes trató le despertó el deseo de intimar en una relación. Inclusive Facundo, con quien tuvo una amistad más profunda, nunca le propuso otra clase de relación. Ahora, esta mañana, Pedro Alfonso le había revelado que dentro de ella existía una verdadera mujer… "si tan sólo hubiera conocido a Pedro un año atrás, cuando era libre y completa. Si tan sólo…"

No hay comentarios:

Publicar un comentario