—¿Que vas a hacer qué? —Federico tomó un trago grande de brandy.
—Me voy a casar con Paula Chaves —dijo Pedro con calma por segunda vez.Estaban sentados en los sillones de orejeras del estudio de Federico, con los pies en un escabel colocado entre ambos. Melina estaba arriba con los bebés. Fede lo miró con el ceño fruncido.
—¿Y Paula sabe que vas a ser su futuro esposo?
—Aún no.
Federico pensó un momento en aquello.
—¿Al menos has salido con ella?
—Sí. Ayer estuvo aquí con su hijo. Felipe montó al pequeño Amos y después hicimos una barbacoa y fuimos a nadar.
—¿Vinieron aquí? Yo no los ví.
—Porque Melina y tú habían salido.
—Ya lo sé —gruñó Fede.
—Hablas igual que el abuelo.
—No empieces —Fede achicó los ojos y lo miró un momento—. Meli me dijo que le habías hecho preguntas sobre Paula, pero no pensé...
—¿Qué no pensaste?
—Vamos, Pepe. ¿Cuánto tiempo lleva en el pueblo? ¿Unos días?
—Mañana hará siete, y...
—Nunca han estado a solas, ¿Verdad? —preguntó Fede.
—Anoche estuvimos solos y hablamos. Hablamos durante horas.
—Con el niño allí.
—Feli estaba ocupado con el pony, con la piscina y con Fargo.
—Vale. Está bien. Han salido una vez.
—¿Y qué?
—Bueno, tendrás que admitir que esto es muy repentino.
Pedro se encogió de hombros.
—Repentino o no, sé que quiero a Pau y a Feli en mi vida. Piensa en lo que te pasó a tí con Melina. Sabías que la querías en tu vida desde el primer momento. Y no intentes convencerme de que no era así.
Fede negó con la cabeza.
—No es lo mismo. Yo conocía a Meli de toda la vida, pero sólo empecé a verla de verdad cuando me enfureció y se presentó a la alcaldía.
Pedro levantó su copa en un gesto de saludo.
—Lo mismo me ha pasado a mí con Pau. La he conocido toda mi vida, pero no la había visto hasta el sábado en la gasolinera, cuando llegó al pueblo.
—¿Toda tu vida? Has pasado un tercio de tu vida fuera de aquí y ella también.
—¿Y adonde quieres ir a parar?
—Escucha. Sí, yo al fin me fijé en Meli y supe que la deseaba, pero no quise casarme con ella hasta que me enteré de que estaba embarazada. Y no supe que la amaba con todo mi corazón hasta un poco después.
—Bueno, ésa es la diferencia entre tú y yo. Yo sé lo que quiero y sé que es amor.
Federico tomó otro trago de brandy y frunció el ceño.
—Lo que quiero decirte es que el amor es un proceso y a mí me parece que tú te has saltado unos cuantos pasos.
—No estoy de acuerdo.—Pero ni siquiera la conoces. No es posible.
—La conozco. La conocí en cuanto la ví el sábado pasado. Es mi futura esposa.
Federico lo miró largo rato.
—Piensa en todas las mujeres con las que has estado.
Pedro no tenía el menor interés en hacer eso.
—¿Por qué? ¿Qué pasa con ellas?
—Siempre has salido corriendo.
—¿Y qué?—Que no se puede decir que seas propenso al matrimonio. No sabes nada del trabajo duro que supone vivir con una mujer.
—He cambiado —repuso Pedro.
Su hermano pensó un momento en aquello.
—Puede que hayas cambiado un poco —admitió.
—No. He cambiado mucho.
—Aun así, Paula sólo hace un año que es viuda.
—¿Y qué?
—Que puede que no esté preparada para volver a casarse. A lo mejor quería a su esposo y lo sigue queriendo. ¿Has pensado en eso?
No había pensado. Y la idea le daba náuseas.
—Le intereso. Lo veo en sus ojos.
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