lunes, 15 de agosto de 2016

Juntos A La Par: Capítulo 46

En ese instante vió en la expresión de sus ojos que iba a besarla y la chica se sintió fascinada. Sus labios se encontraron con ansiosa ternura y Paula levantó los brazos y se abrazó con fuerza a su cuello acercándolo hacia ella.

Una sombra se deslizó por la entrada, pero ninguno de los dos la percibió. Las manos de Pedro acariciaban el cuello de la joven y su boca se desprendía de la de Paula para acariciar la piel descubierta entre los dos senos. Ella estaba trémula, sabiendo que si Pedro continuaba sus caricias, ella estaría perdida.

—No… Pepe —murmuró—. No debemos… prometiste…

—Se que prometí, Pau, pero ésa es una promesa que no puedo cumplir. Es algo que me impulsa hacia tí.  Te deseo tanto… para mí es tan natural como el respirar.

"Deseo… pero no amor".

—Prometiste… —replicó Paula, temblando de placer mientras las manos de Pedro le acariciaban los senos.

—Bien, entonces me regreso —en forma abrupta, él oprimió los hombros de la joven—. Vamos a empezar todo de nuevo, olvida que te ofrecí un empleo. Pau, cásate conmigo y te juro que haré hasta lo imposible por hacerte feliz.

Antes que Paula pudiera articular una palabra, la puerta del patio rechinó y Facundo apareció frente a ellos.

—Disculpen, ¿Es que acaso interrumpo… algo?

Pedro bajó los brazos y dijo:

—Sí, es cierto —y lo miró con mal disimulada furia.

—Fernando. ¡Oh, Dios santo! Había olvidado que venías esta tarde.

Nerviosa, Paula se alisó los cabellos hacia la nuca. La intervención de Fernando había sido exactamente en el momento en que ella estaba a punto de decir algo de lo que tal vez después se arrepentiría. Por un minuto titubeó, desconcertada.

—Tú y yo teníamos una cita para cenar hoy. Son ahora las siete —manifestó mirando a su costoso reloj.

Paula  se había recuperado de su atolondramiento y estaba consciente de que Pedro se encontraba a la expectativa, aunque se había separado un poco, acercándose a la pileta donde estaban las papas.

—Alicia se puso enferma, Fer, le ha dado pulmonía. Se encuentra en el hospital desde ayer. He estado tan consternada por ella que me había olvidado de nuestra cita.

—No parecías tan consternada hace un minuto —replicó con voz melosa—. Pero de cualquier modo, discutiremos eso después. Ve a cambiarte, aún tenemos tiempo para llegar a cenar.

—Pedro y yo estábamos preparando la cena. Estoy segura de que habrá suficiente, ¿Por qué no te quedas a cenar con nosotros?

—Nos encantaría que lo hicieras —reforzó Pedro amable.

—Además —añadió la joven—, mi abuelo quedó de llamar a las ocho para hacernos saber de Alicia.

—Son ustedes muy amables —dijo sincero—, acepto encantado siempre y cuando tú, Paula, quieras dar un paseo conmigo después que hayas hablado con tu abuelo…

—Con todo gusto. He tenido tanto calor que me encantará salir a dar un paseo en la noche. Mira, quítate la chaqueta y ayúdame a preparar la ensalada.

La cena estuvo deliciosa. Fernando y Pedro, a pesar de la cortesía propia del caso, no podían ocultar su mutua antipatía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario