—No digas nada más, por favor.
Él tomó su muñeca y por un momento ambos se miraron a los ojos. Paula tuvo la sensación de que caía... Y caía. Se puso tensa y apretó la mano en un puño.Y él se llevó ese puño a la boca y le besó los nudillos apretados.Una ola de calor le subió por el brazo y le produjo piel de gallina por todo el cuerpo. Antes de que pudiera controlarse lo suficiente para apartarse, él la soltó.
—Perdona —dijo—. Me parece que voy muy deprisa.
—Tenemos que irnos —repuso ella con rapidez—. ¡Feli!Su hijo se sentó en la hierba.
—¿Sí?
—¡Ven! Tenemos que irnos.
—¡Ah, mamá...!
—Va en serio. Ven.
Feli se levantó y fue hacia ellos arrastrando los pies y con Fargo trotando detrás.
—Mamá, por favor.
—Es tarde, hijo. Vístete en la caseta.
—Pero Fargo y yo...
Paula adoptó una expresión severa.
—Date prisa.
Felipe gruñó un poco, pero se alejó hacia la caseta con Fargo pegado a los talones.
—¡Vaya! —comentó Pedro—. ¡Qué dura!
Paula hizo una mueca.
—Mucho —bromeó—. Así que no te metas conmigo.
—Espero que podamos repetir esto —comentó él.
—Sí. Ah, eso estaría bien...
—¡Eh! ¡Mírame!
Paula se obligó a mirarlo a los ojos.
—Me lo he pasado muy bien y Feli también —dijo. Apartó la vista—. Tengo que vestirme.
—Lo sé —él le sonrió de un modo que ella no supo interpretar del todo.
En parte era aprecio y en parte era algo más... Algo muy, muy peligroso. Algo íntimo y tierno. Paula se levantó de un salto y se dirigió a la caseta, muy consciente de tener la mirada de él clavada en la espalda.
Pedro la observó alejarse maravillado.¿Cómo podía haber ocurrido eso? ¿Cómo podía estar tan seguro de pronto? No lo sabía. Y además, el cómo no importaba. Hacía pocos días que la conocía porque el pasado no contaba para él. Cuando eran adolescentes, él no conocía a Paula... no como ahora.Cuando la miraba ahora, ya no veía a Valeria. Ahora la veía a ella, a Paula, totalmente independiente de su hermana gemela. Y podía verlos a los tres... a Paula, Felipe y él mismo. Podía verlos claramente.Los veía como una familia. Veía las veladas como ésa que tendrían a menudo, veía sus vidas, la de Paula y la suya, criando juntos a Feli. Y después, cuando él fuera mayor y se marchara, veía a los dos solos... a menos, claro, que hubiera más hijos que criar, cosa que también le parecía bien.Todo le parecería bien siempre que pudiera tener a Paula a su lado el resto de su vida.Era algo extraño y muy nuevo para él, porque nunca se había visto así con otra persona. Había conocido a bastantes mujeres y vivido algunas aventuras apasionadas, pero la pasión no había durado y él no había esperado que durara, no por nada, simplemente porque no se veía quedándose, porque siempre sabía que llegaría el día en el que se marcharía. En el último año, sin embargo, había cambiado. Había echado raíces en su pueblo natal y ahora no le costaba trabajo verse como un hombre de familia; se veía como marido de Paula y padre de Felipe. Y le gustaba lo que veía.
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