miércoles, 24 de agosto de 2016

Trampa De Gemelas: Capítulo 7

Valeria suspiró.

—¿Sabes  una  cosa?  Yo  nunca  me  disculpé  con  Pedro por  lo  del  baile  de  graduación. ¿Tú sí?

Paula parpadeó y sintió un nudo en el estómago. Soltó la mano.

—¿Y cuándo podría haberlo hecho?

—Tranquila. Es sólo una pregunta. Pero piénsalo. El pobre sigue pensando que fue al baile conmigo. Ya sé que no tiene importancia, pero deberíamos decírselo uno de estos días. Cuando pienso en aquella noche, a veces me pregunto qué se me pudo pasar por la cabeza para hacerle eso.

Paula recordaba muy bien lo que pasaba por la cabeza de Valeria.

—Estabas furiosa. Rompiste con él y viniste a verme llorando porque decías que habías visto que se sentía aliviado con la ruptura. Dijiste que odiabas ser tan perfecta y que todo el mundo esperara verte feliz y que te gustaría ser yo para que la gente no esperara tanto de tí.

Valeria dió un respingo.

—¡Qué grosería! Yo no dije eso.

—Sí  lo  dijiste.  Y  después  dijiste  que  no  podrías  ir  al  baile  con  una  sonrisa  cuando  lo  que  querías  era  darle  un  puñetazo  a  Pedro por  no  quererte  lo  suficiente  para casarse contigo y vivir aquí. Dijiste que querías quedarte en casa a ver películas antiguas y comer palomitas y llorar a gusto.

Valeria asintió con la cabeza.

—Y tú dijiste que te gustaría ir al baile...

 El  acompañante  de  Paula,  un  amigo  estudiante  de  biología,  se  había  puesto  enfermo  y  a  ella  además  le  gustaba  Pedro en  secreto  desde  mucho  antes  de  que  empezara a salir con Valeria. Ésta  sonrió.

—Sí.  Y  entonces  se  nos  ocurrió,  ¿Te  acuerdas?  —soltó  una  risita—.  Todavía  me  admira lo bien que nos salió.

Paula estaba de acuerdo en ese punto.

—A mí también.Para ser dos gemelas tan distintas, resultaba sorprendente lo bien que se habían metido las dos en la piel de la otra.

—Engañamos  incluso  a  papá  y  mamá  —comentó  Valeria—.  Papá  no  dejaba  de  hacerte fotos con mi vestido y decirte lo hermosa que estabas.

Paula sonrió.

—Y tú te pasaste la noche con mi pijama. Valeria se echó a reír.

—Mamá  no  dejaba  de  venir  a  verme  para  decirme  que  perderme  el  baile  de  promoción no era el fin del mundo. Y yo lloraba un poquito y dejaba colgar la cabeza como hacías tú en esa época y le decía que prefería estar sola. Y a ti le hicieron reina del baile.

—No, te coronaron a tí. Valeria hizo una mueca.

—Debo  admitir  que  me  puse  un  poco  celosa  cuando  me  enteré  de  que  había  ganado y no estaba presente en la coronación.

—¿Tú celosa? Jamás.

—Y tú volviste casi al amanecer. Y no me gustó que salieras con mi novio y te lo pasaras tan bien que no quisieras volver a casa.

Paula  sintió  un  vacío  interior,  causado  por  la  suma  de  tantas  mentiras.  Aquella  mañana  le  había  dicho  a  Valeria que  había  ido  a  desayunar  con  Pedro y,  como  su  hermana jamás habría podido imaginar que se hubiera ido a un motel con él, la mentira  había  funcionado.  Pero  Paula sabía  que  había  traicionado  a  su  hermana;  aunque  Pedro y  ella  se  hubieran  separado,  aquélla  era  una  raya  que  ella  no  tenía  derecho a cruzar.Pero la había cruzado. Y a la mañana siguiente, todo empeoró aún más. Pedro volvió a la casa a suplicarle a Valeria  que volviera con él... y Paula sabía que lo hacía por lo ocurrido la noche anterior. Valeria le dijo que no.

—Y a la noche siguiente tú te llevaste el coche de papá y desapareciste —Valeria la  miró  con  reproche—.  Nunca  me  contaste  qué  pasó  aquella  noche  con  el  padre  de  Feli; cómo lo conociste, cómo... Paula levantó una mano.

—No puedo. Todavía no.

Ésa  era  otra  promesa  que  se  había  hecho  Paula.  Le  contaría  también  a  Valeria la  verdad, pero sólo después que a Pedro Y esperaría a después de la boda para ambas cosas.La boda significaba mucho para su hermana. Si se sabía antes que Pedro Alfonso era   el  padre de  Felipe,   habría   muchos   cotilleos.   Y   eso   ensombrecería   el   día   importante de Valeria. Paula no  quería  que  ocurriera  eso.  Pedro había  vivido  muchos  años  sin  saber  que era padre y podía esperar dos semanas más.

—¿Todavía no? —rió Valeria—. Eso es un progreso. Antes te negabas en redondo.

—Bueno, estoy en ello. Valeria le dió un abrazo.

—Pues ya era hora.

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