lunes, 29 de agosto de 2016

Trampa De Gemelas: Capítulo 24

Después  de  despertarse  en  la  ambulancia,  se  había  mantenido  consciente,  lo  cual  era  buena señal  según  los  médicos.  Desde  su  llegada  allí  le  habían  hecho  una  ecografía  y  no  habían encontrado  señales  de  fractura  de  cráneo  ni  de  hematomas  subdurales;  no  había  sangre  en  el cerebro  que  pudiera  causar  hinchazón  y  daños  cerebrales.Le  habían  dado  puntos  en  la  herida, pero  el  médico  había  dicho  que  se  mostraba  muy  optimista.  La  retendrían  veinticuatro  horas en  observación  y,  si  no  había complicaciones, la dejarían marchar al día siguiente por la mañana.

Mientras  Pedro se  miraba  los  zapatos  allí  sentado,  el  personal  del  hospital  trasladaba  a  Paula a  una  habitación  de  planta.  Cuando  estuviera  instalada,  Pedro pensaba entrar a verla con Valeria una vez más. Si tenía suerte, quizá incluso le dejaran pasar la noche en una silla en su cuarto. Tomó un trago del café amargo y se miró de nuevo los zapatos.Estaba  más  seguro  que  nunca  de  que  ella era  la  mujer  indicada  para  él  y  esa  certeza lo maravillaba, pues hasta Paula, no había estado seguro de casi nada.

Vaaleria se  desperezó  y  bostezó  enfrente  de  él.  Se  inclinó  a  Julián y  se  susurró  al  oído. Éste lanzó un gruñido y Valeria miró a Pedro y asintió con la cabeza.

—Sí, sé que tengo razón...

Pedro se enderezó en su sillón y tomó otro sorbo de café.

—¿Qué?

Valeria apoyó  los  codos  en  las  rodillas  y  se  echó  hacia  delante.  Lo  miró  con  aquellos ojos azules idénticos a los de Paula y que, sin embargo, resultaban a la vez tan distintos.

—Ya sé que es una pregunta tonta teniendo en cuenta las circunstancias, pero ¿Estás enamorado de mi hermana?

Así era Valeria; le gustaba ir al grano de las cosas.

Pedro abrió la boca para decir que sí, pero lo pensó mejor. Le parecía erróneo hablar con Valeria de lo que sentía. Era a Paula a la que debía decírselo.Y lo haría en cuanto ella se encontrara mejor.

—Bueno, ¿Lo estás? —insistió ella.

Julián se movió en su silla.

—Cariño, déjalo en paz.

Valeria se alisó la falda del vestido y se volvió hacia su marido.

—Es  mi  hermana  y  quiero  saberlo.  Además,  si  Pau se  casara  con  Pedro,  volvería  al  pueblo  —miró  de  nuevo  al  frente—.  Por  si  te  interesa,  quiero  que  sepas  que yo estoy a favor.

—Cariño... —protesto Julián.

Valeria le dedico una de sus sonrisas más dulces.

—¿Qué pasa, amor mío?

Julián se inclino y le dió un beso en la naríz.

—Algunas cosas no son asunto tuyo.

Valeria suspiró y se hundió de nuevo en la silla.

—Supongo que tienes razón.

Aquello  sorprendió  a  Pedro.  La  Valeria  que  él  había  conocido  jamás  habría  permitido que un hombre le dijera que algo no era de su incumbencia. Al parecer, el verdadero amor la había cambiado de verdad. O quizá sólo había madurado.

—Pau  se  pondrá  bien  —dijo  ella—.  Y  eso  es  lo  que  importa,  aunque  vuelva  a  San Antonio y no la vea hasta que vaya a visitarla —apoyó de nuevo los brazos en las rodillas y miró a Tucker con la barbilla en las manos—. Y tú les has salvado la vida a Feli y  a  ella  y  mi  familia  tiene  una  gran  deuda  contigo.  Y  aunque  no  sea  asunto  mío, he visto que Pau y tú han estado juntos toda la tarde y que lo han pasado bien...

—Vale... —la interrumpió Julián.

Ella le dió una palmadita en el brazo.

—No te preocupes, no voy a insistir —miró a Pedro—. Pero después de todo lo que  has  hecho  hoy, quiero  que  sepas  que  lamento  lo  que  Pau y  yo  te  hicimos  la  noche  de  la  graduación  —vió que  él  la  miraba  sin  comprender—.  ¿No  te  lo  ha  contado Pau?

—¿Qué me hicieron? —preguntó Pedro con cautela.

—¡Oh! —parpadeó Valeria—. ¿No te lo ha dicho?

Julián lanzó un gruñido.

—¿De qué estás hablando ahora?

Valeria miró a Pedro y luego a su marido.

—¡Oh, Señor! Creo que he metido la pata.

—¿Por qué? —preguntó Julián.

Valeria se ruborizó. Se enderezó en la silla y agitó las manos en el aire.

—Oh,  bueno,  no  es  para  tanto.  Después  de  todo,  hace  muchos  años  de  eso  y  todos  éramos  muy  jóvenes  y  tontos.  Pero  Pedro,  tú  y  yo  habíamos  roto  y  yo  sentía  que  tenía  que  ir  a  la  fiesta.  Hasta  estaba  propuesta  como  reina  del  baile.  Así  que  sentía que tenía que ir pero no me apetecía nada. Y el acompañante de Paula se puso enfermo y ella sí quería ir y...

Pedro empezaba a entenderlo y no le gustaba. Miró a Valeria con incredulidad.

—Y  míralo  de  este  modo —siguió  diciendo  ella—.  Aunque  Pau no  te  lo  haya  dicho todavía, lo que hicimos no tiene nada de malo, ¿Verdad? Oh, no sé por qué le doy  tanta  importancia.  Fue una  travesura  de  adolescentes,  algo  de  lo  que  nos  arrepentimos tanto Pau como yo. Ah, y espero que nos perdones a las dos.

Pedro no habría podido contestar aunque hubiera querido.

—Vale, me he perdido. ¿Puedes ser más clara? —le pidió Julián.

La joven lo miró.

—Pau y  yo  nos  cambiamos  la  noche  del  baile  de  graduación.  Yo  me  quedé  en  casa y me hice pasar por ella y ella se puso mi vestido y fue al baile con Pedro en mi lugar.

—¡Vaya, que me condenen! —Julián miró a Pedro—. ¿Y tú no te diste cuenta?

—Me  temo  que  no  —consiguió  contestar  el  interpelado  con  una  voz  tranquila  que  no traicionaba  el  torbellino  emocional  que  tenía  lugar  en  su  interior.  Al  mismo  tiempo, la última pieza del puzzle empezó a dar vueltas en su mente antes de encajar limpiamente en su sitio. La última pieza tenía la cara de Felipe.

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