lunes, 8 de agosto de 2016

Juntos A La Par: Capítulo 24

Por unos minutos Paula se quedó allí, mirando a través de los cristales de la ventana, odiándose por haber manejado la situación de manera tan deplorable. Había herido los sentimientos de ese niño a quien tanto amaba… y sin embargo, ¿Cómo hubiese podido evitarlo? Ella no hubiera podido darle alguna esperanza, porque no la había. Primero el padre, ahora el hijo. Se sintió fracasada; los dos le habían pedido lo mismo, y eso era algo que no estaba en sus posibilidades aceptar… Por fortuna, Lucas llegó más temprano de lo acostumbrado.

—Me alegra verte —expresó espontánea—. ¿Cómo te ha ido?

—Mejor que nunca. Las ventas han subido mucho, comparadas con las del año anterior. Y dime, ¿Qué tal te ha ido? Hace días, hablando con Roberto en mi tienda, me dijo que salías mucho en compañía de tu nuevo vecino.

—Ayudo a cuidar al pequeño —aclaró sonrojándose.

—¿En serio?

—Sí, en serio —respondió con firmeza—. ¿Quieres ver los trabajos?

Lucas aceptó el cambio de tema.

—Seguro. Traje conmigo mis libros de contabilidad; si no te importa, desearía trabajar un poco aquí, no tuve deseos de quedarme toda la tarde en la tienda.

En pocos minutos, los dos estaban ya ocupados en sus propias tareas. Cuando Pedro entró, debió haberle parecido una escena muy pacífica, pero Paula sintió un sobresalto al verlo, se pinchó un dedo con la aguja y lanzó una exclamación de pánico.

—Se acostumbra llamar antes de entrar —expresó con frialdad.

Él se apoyó en el marco de la puerta y no fue difícil para Paula darse cuenta de que estaba furioso.

—He venido únicamente por el impermeable y las botas de Mateo —indicó, levantando la voz.

—Están junto a la puerta —señaló ella tranquila.

—¿Qué es lo que le dijiste, que lloró durante media hora hasta que se quedó dormido? —preguntó mirándola retador.

—Buenas tardes —interrumpió Lucas, en forma tímida.

—Buenas tardes… Paula, te hice una pregunta.

—Él quiere que sea su mamá y que me case contigo. Y yo le dije que no podía. Eso es todo.

—¿Eso es todo?, debí haberlo imaginado. ¿No pudiste haber sido menos ruda? ¿Por lo menos para que no corriera a casa llorando en forma desesperada?

—¿Cómo podría hacerlo, Pedro? Mintiéndole a medias o tal vez diciéndole: vamos a ver. ¿Acaso hubieras preferido eso?

—Pudiste haber dicho sí…

—Ya hablamos de todo esto ayer. La respuesta es no, tanto para tí como para él. ¿Por qué lo enviaste a preguntarme? ¿Acaso pensabas chantajearme?

En cuatro largos pasos llegó hasta ella y la tomó por los hombros.

—¡Tú sabes bien que nunca haría tal cosa!

—Lo siento… —se disculpó Paula, comprendiéndolo.

—Para que lo sepas, él tomó la iniciativa, y lo hizo porque te ama y necesita la seguridad de ser amado, pero tú estás tan encerrada en tus problemas que no puedes considerar los de los demás.

—Eso no es cierto —gritó Paula.

—Sí, lo es.

Los dos hablaban ahora casi a gritos. Lucas consideró oportuno intervenir.

—Alicia viene caminando por el sendero, y a menos que quieran que los escuche gritar como dos locos, será mejor que bajen el tono de sus voces.

Después de un ligero llamado en la puerta, Alicia entró. Pedro se separó de Paula y preguntó:

—¿Está bien Mateo?

—El niño está bien. He venido por su impermeable y botas, Roberto desea llevarlo a la tienda a comprar algunas cosas.

—Yo los llevaré ahora mismo, Alicia —aseguró Pedro con diplomacia.

—Si quiere, yo los llevaré —habló Alicis dudosa.

—No, Ali, gracias —intervino Paula—. En este momento Pedro salía hacia tu casa para llevarlos.

—Sí, es cierto —la miró enfadado—. Pero como no he terminado lo que tenía que decir, seguiremos hablando tú y yo, después —hizo un saludo con la cabeza a Lucas y tomó las cosas de Mateo, deteniendo cortés la puerta para que Alicia pasara y después la cerró.

Paula dejó escapar un suspiró. Lucas dijo:

—Bueno, veo que desde que llegó aquí ese tipo, han estado sucediendo cosas muy extrañas. ¿Es cierto que te pidió que te casaras con él?

—Sí, y ¡Por Dios!, no se te ocurra decirle eso a nadie, porque te las verás conmigo, Lucas Langley.

—Soy una tumba —expresó serio.

—Mejor así. ¡Oh, Lucas, estoy tan contrariada!

—¿En serio lo rechazaste?

—¿Y qué otra cosa podía hacer?

—Debes gustarle tal como eres, pues de otro modo no te lo hubiera pedido.

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