lunes, 29 de agosto de 2016

Trampa De Gemelas: Capítulo 23

Antes de subir al vehículo habló con Felipe.

—Tu madre se pondrá bien.

El niño parecía pequeño y perdido allí de pie en la oscuridad bajo la lluvia que caía delante del edificio derruido de lo que había sido el club.

—¿Cómo puedes estar seguro? —preguntó con aire de duda.

Pedro consiguió sonreírle.

—Confía en mí. No dejaré que le pase nada.

Feli se adelantó y se abrazó con fuerza a su cintura.

—¿Lo prometes? —preguntó.

Pedro  le  devolvió  el  abrazo  con  un  nudo  en  la  garganta  y  sorprendido  por  la  fuerza de los brazos que lo rodeaban. Tosió para vencer la emoción.

—Claro que sí. Te lo juro.

—Señor  Alfonso  —llamó  uno  de  los  técnicos  de  la  ambulancia  desde  la  puerta  abierta de ésta—. Tenemos que irnos.

Felipe se apartó y se limpió la naríz con el dorso de la mano. Miguel, que estaba a poca distancia con Alejandra, Valeria y Julián, se adelantó y pasó un brazo por los hombros del chico.

—Nos veremos en el hospital.

Pedro asintió con la cabeza, subió a la ambulancia y miró a la familia de Paula. Estaban empapados y el hermoso vestido blando de Valeria se arrastraba por el barro. Feli,  Miguel y  Julián  iban  sin chaqueta  y  llevaban  la  corbata  torcida  y  las  camisas  fuera  de  los  pantalones.  Alejandra era  la única  que  lloraba  en  silencio  y  las  lágrimas  se  mezclaban con la lluvia en sus mejillas.Cerraron las  puertas  y  la  ambulancia  se  puso  en  marcha.

Pedro procuró  no  molestar  en  el  espacio  cerrado.  Los  técnicos  atendían  a  la  paciente, limpiaban  la  herida y revisaban sus constantes vitales. Él  los miraba y se sentía algo más tranquilo.Uno de los hombres le dijo que el club, situado al sur del pueblo y rodeado por un campo de golf, pistas de tenis, piscina y hectáreas de terreno abierto, era la única estructura que había resultado afectada y, por lo que sabían, Paula era la única herida.A mitad del recorrido, el milagro por el que rezaba Pedro se produjo al fin.Paula soltó un gemido y abrió los ojos. Y él la recibió con una sonrisa.

—¿Pedro? —ella  parpadeó,  se  lamió  los  labios  e  intentó  levantar  la  mano  donde le habían puesto una vía. ¿Qué...?

—Tranquila, señora Chaves.
Pedro colocó una mano en la camilla.

—Te has dado un golpe en la cabeza, pero te pondrás bien.

—¿Feli? —preguntó ella débilmente.

—A  salvo  —dijo  él—.  Está  con  tu  familia.  Y  por  lo  que  sabemos,  no  hay  nadie  más herido.

—Bien —susurró ella—. Bien.

Tres  horas  más  tarde,  cerca  ya  de  medianoche,  Pedro,  Valeria  y  Julián estaban  sentados en la sala de espera del hospital. Miguel y Alejandra habían llevado a Feli a casa, pero Valeria, vestida todavía de novia, había insistido en no moverse de allí hasta que supiera que Paula estaba bien. Y Julián no se apartaba de ella.

Pedro estaba sentado enfrente de los recién casados con los codos apoyados en los brazos del sillón, un vaso de plástico de café malo en equilibrio sobre la panza y las piernas estiradas ante sí. Se miraba lo zapatos sucios sin verlos.No veía ni pensaba nada que no fuera Paula.

No hay comentarios:

Publicar un comentario