miércoles, 31 de agosto de 2016

Trampa De Gemelas: Capítulo 30

Paula se dejó caer sobre la almohada.

—En cuanto a lo mío con Pedro, no sé...

—Llámalo hoy.

—Lo  llamé  ayer.  Le  dije  que  quería  que  habláramos  y  dice  que  quiere  que  me  sienta mejor antes de hablar.

—Puede que eso sea buena idea.

—No sé. Está furioso y no quiere hablar conmigo. ¡Es horrible!

—Bueno, has de admitir que tiene derecho a enfadarse —repuso Valeria.

—Lo sé.

—Sólo tienes que ser paciente. Estoy segura de que lo arreglarán.

—No lo sé. Yo no lo sé.

Paula pensó todo el día si debía bajar a saludar a Pedro cuando fuera a buscar a Feli y al final decidió no hacerlo. Tenía un aspecto horrible, con el lado izquierdo de  la  frente,  debajo  de  la  venda,  negro  y  azul  y  el  ojo  grande  y  morado  como  una  ciruela madura, y no quería que él la viera así, pues sabía que le daría lástima.Y ella no necesitaba su lástima.

Pedro llegó  a  las  cinco  en  punto  y  sentó  a  su  hijo  en  el  asiento  de  atrás  de  un  gran Cadillac negro. Paula los vió alejarse desde su ventana.Cuatro horas más tarde, los esperaba en el mismo sitio con la ventana un poco abierta. El coche apareció a las nueve y dos minutos y Feli saltó fuera antes de que el chófer pudiera dar la vuelta para abrirle la puerta.

—No  hace  falta,  José  —le oyó  decir  Paula—.  Me  gusta  abrir  las  puertas  —se inclinó hacia el asiento de atrás—. Adiós, Pedro. Hasta el miércoles...

Al parecer, lo del miércoles era cosa hecha. Paula sabía  que  era  bueno  que  su  hijo  conociera  por  fin  a  su  padre.  Ella  se  alegraba de eso.Pero todo lo demás era un desastre espantoso.



El martes, Alejandra la llevó a ver al doctor Jover, quien le quitó la venda, examinó la herida  de  la  sien  y  le  dijo  que  tenía  buen  aspecto.  Le  puso  una  venda  mucho  más  pequeña  y  le  dijo  lo  que  ella  ya  sabía,  que  la  hinchazón  bajaría,  se  absorberían  los  puntos, la cicatriz curaría y los moratones desaparecerían.

—Dele  tiempo  y  si  dentro  de  seis  meses  no  le  gusta  esa  cicatriz,  una  sencilla  operación de estética la dejará tan guapa como antes.

Paula se dió cuenta de que estaba a punto de coquetear con ella y apartó la vista. Y  no  porque  pareciera  un  hombre  que  intentaba  ligar  a  menudo,  que  sí  lo  parecía.  No.  Apartó  la  vista  por  Pedro.  Cuando  quisiera  coquetear,  lo  haría  con  él,  lo  cual,  teniendo  en  cuenta  las  muchas  cosas  que  los  separaban,  no  era  probable  en  ese  momento.

En  el  camino  de  vuelta,  Alejandra  intentó  averiguar  lo  que  había  pasado  entre  Pedro y ella.

—Pau, querida, tu padre y yo nos preguntamos si... La joven la interrumpió de inmediato.

—¿La  pregunta  tiene  que  ver  con  Pedro?

Su  madre  apretó  el  volante  con  nerviosismo.

—Bueno, tesoro, te salvó la vida y parecía tan atento y luego...

—Ahora no, mamá. Ahora no puedo hablar de eso.

Alejandra no insistió. Y Paula se lo agradeció en su interior.

El  miércoles  decidió  que  ya  estaba  harta  de  esconderse  en  su  cuarto  y  cuando  llegó Pedro a buscar a Feli, abrió la puerta ella.Él, que había preparado una sonrisa, se puso serio al verla.

—Paula.

—Hola, Pedro.

—Ese ojo tiene mal aspecto.

Ella  enderezó los hombros.

—Está  mejor  que  estaba.  En  realidad  me  encuentro  bastante  bien.  Mañana  seguramente estaré preparada para esa larga conversación que decías.

—Veremos... ¿Está Feli?

—Sabes que sí —ella se apartó para dejarlo entrar.

Feli bajaba ya las escaleras.

—Hola, Pepe.El hombre suavizó su expresión en el acto.

—Hola. Vámonos enseguida —se volvió de nuevo a la puerta.

—¡Está bien! Feli lo siguió de inmediato. Ya en la calle, se volvió a mirar a su madre.

—Puedes venir con nosotros si quieres...

Pedro se detuvo en el acto y giró para mirarla con expresión inescrutable.

Paula sonrió a su hijo.

—No, hoy me quedaré en casa. Que se diviertan.

Feli corrió a darle un abrazo.

—Te quiero, mami...

—Yo también a tí.

El niño echó a correr de nuevo, abrió la puerta de atrás del coche grande negro y se deslizó dentro.

Paula entró  en  la  casa  y  cerró  la  puerta  con  rapidez.  En  ese  momento  no  podía  mirar cómo el Cadillac brillante se alejaba con su hijo.Al  volverse,  vió  a  sus  padres  juntos  al  pie  de  las  escaleras.  Los  dos  la  miraban  sorprendidos.En  sus  rostros  confusos  vió  reflejado  su  secreto.  Vió  lo  que  su  secreto  le  había  hecho a su familia, cómo había formado un agujero de malos entendidos y de dolor tan amplio como el que se interponía ahora entre el padre de su hijo y ella.Sus  padres  y  Valeria eran  su  familia.  Y  ella  los  había  abandonado,  los  había  dejado atrás. Se había construido una nueva vida sin ellos. Porque  era  una  cobarde  que  no  estaba  dispuesta  a  afrontar  las  consecuencias  del gran error que había cometido.Pero eso se había acabado. Levantó la cabeza.

—Mamá, prepara café. Tenemos que hablar los tres.

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