viernes, 5 de agosto de 2016

Juntos A La Par: Capítulo 13

La primera vez que Paula lo escuchó, a sugerencia de Alicia, quedó verdaderamente impresionada ante la destreza del joven; una faceta diferente a su aspecto sobrio y poco expresivo. Ahora, ella estaba de nuevo tejiendo, su rostro parecía emocionado y soñador a la luz de la lámpara que la iluminaba desde la mesita de junto. Mateo leyó un poco y después se quedó dormido. Lucas ahora tocaba algunas sonatas de Villa-Lobos.

Nadie escuchó el llamado a la puerta. De pronto, ésta se abrió y Pedro entró en la habitación. Se quedó quieto, sus ojos se fijaron con asombro y ternura en el cuadro que estaba a su vista: el niño, apaciblemente dormido; el músico, embebido en la ejecución de su instrumento y la joven, de largos y rizados cabellos rubios, sentada frente al fuego.

—Ven, acércate con nosotros —pidió la chica con una dulce sonrisa.

Él se acercó un poco turbado, colocando una silla cerca del círculo de luz, junto a Paula. Lucas no prestó la menor atención, atento a su música.

Paula sonrió a Pedro y volvió a tomar su aguja para continuar la labor.

—¿Cómo va tu trabajo? —preguntó a Pedro, con voz muy baja.  Él la miró casi sin comprender a qué se refería.

—¿Hay algo mal? —peguntó Paula, confundida por su silencio.

—Cuando entré aquí, ustedes tres parecían una familia. El cuadro era bellísimo y completo. Al romper la intimidad, me sentí como un intruso.

—Pero fue una falsa impresión —contradijo la chica en seguida tomando mucho cuidado al elegir sus palabras—, no somos ni seremos nunca una familia.

—Lo sé, pero por lo que respecta a mi hijo, sí me siento un intruso.

—Estoy segura de que eso se suavizará con el tiempo, Pedro —aseguró la chica colocando una de sus manos sobre la rodilla de él.

Él tomó la mano de Paula y jugó con sus dedos.

—Él ha sido privado de vivir en el seno de una verdadera familia. Después que su madre y yo nos separamos, pensé que lo mejor para él sería vivir con ella, en particular cuando su madre dijo que se casaría inmediatamente. Pero entonces, él enfermó y ella no pudo resistirlo. Está acostumbrada a vivir con frivolidad y sin enfrentar el menor de los problemas. Fue entonces cuando Camila—ahora pronunciaba por vez primera su nombre—, lo dejó bajo mi custodia. Pero nadie podría decir que él me quiere.

—Tal vez piensa que lo separaste de su madre por la fuerza o quizás asocia el vivir contigo con todo aquel trauma del hospital y el dolor sufrido en la operación.

—Quizá eso sea cierto. Me dijeron los médicos que es necesario esperar pacientemente hasta que él crezca y pueda decir en sus propias palabras qué es lo que le perturba.

—¿Y a tí te lastima demasiado esa espera?

Él asintió con un gesto. Ella sabía que no había más qué decir al respecto, ya que por lo pronto no se podría resolver el distanciamiento que el mismo niño impuso a su padre. Paula se sintió conmovida por el deseo que tenía Pedro de ser aceptado por su hijo. Él ahora acariciaba la muñeca, trazando líneas imaginarias entre los huesos de su mano y los dedos. La música suave de la guitarra los envolvía con su insistente ritmo.

Muy dentro de ella, Paula sintió un intenso deseo de vivir. Nunca lo había experimentado y esas sensaciones eran tan insistentes e inevitables como la música. A pesar de la aparente frivolidad de su vida anterior, ella nunca permitió ninguna clase de intimidad con nadie, exceptuando un ligero beso de despedida y un breve abrazo. No sabía explicarse la causa de esa actitud. ¿Era tal vez un innato intento de conservar su intimidad lo que la había hecho permanecer virgen? Había experimentado un rechazo físico contra la promiscuidad, tanto que en ocasiones pensó si eso era normal, o si tal vez ella estaría vedada para enamorarse… pero ahora, este extraño que acariciaba su muñeca, le despertaba necesidades afectivas que ella sabía eran tan viejas como el tiempo.

Al fin, Lucas terminó de tocar. Paula sintió que el silencio la volvía a la realidad. Con presteza, Pedro dejó su mano sobre el regazo de ella y dijo a Lucas con sinceridad:

—Eres un excelente músico, Lucas, he disfrutado al escucharte. Y ahora, será mejor que me lleve a Mati a casa para acostarlo.

Se dirigió hacia la cama y tomó a Mateo en sus brazos sin despertarlo. El niño se apoyó sobre el pecho de su padre y Paula sintió un nudo en la garganta al contemplar esa escena de amor que por desgracia no era una realidad completa para Pedro.

—Buenas noches —se despidió Pedro con toda formalidad y salió de la casa apresurado.

Ella se dirigió en su silla de ruedas hacia la cocina tratando de esconder las emociones que la habían asaltado durante aquellos minutos, pensando que hubiera preferido que fuera Pedro y no Lucas quien se quedara a su lado.

Lucas sirvió café para los dos y comenzó a comer de las galletitas que Paula había preparado.

—Estoy pensando seriamente en terminar mis relaciones con Karen —dijo de pronto—. ¿Sabes lo último que me hizo?

Y se enfrascó en un monólogo de sus acostumbradas tribulaciones sentimentales. Paula lo escuchaba casi sin atención, en esos momentos lo único que deseaba era estar a solas.

Una hora más tarde decidió marcharse.

—Gracias Pau, eres una excelente oyente —al escuchar esto, Paula se sintió apenada.

—Estoy segura de que sabrás tomar la mejor decisión, Lucas.

—Estoy cansado de esperar su decisión —expresó levantando la voz—. Deberé hacer que ella me demuestre su interés, y si no lo hace, pues entonces dejará de importarme. Después de todo, podré llevarte conmigo a la feria, en caso de que ella se niegue a acompañarme, ¿No crees?

Paula se quedó atónita ante esta abrupta oferta.

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