domingo, 28 de agosto de 2016

Trampa De Gemelas: Capítulo 18

Eran  poco  más  de  las  ocho,  aunque  fuera,  debido  a  las  nubes,  parecía  ya  de  noche. Llovía con fuerza y se veía todavía algún relámpago que otro. Paula bailaba en brazos  de  Pedro  y  tenía  la  sensación  de  haber  retrocedido  en  el  tiempo  y  de  que  volvía a revivir la noche del baile de graduación.Era otra vez aquella noche... Pero mejor.Porque  esa  vez  no  había  farsa.  Esa  vez  Pedro  no  la  llamaba  Valeria,  sino  que  sabía con quién bailaba. Esa vez la magia era real. Y  se  prometió  que,  cuando  terminara  la  canción,  lo  llevaría  a  un  rincón  tranquilo y le contaría el secreto que había guardado tanto tiempo. Seguramente   eso   lo   estropearía   todo,   pero ella   no   podía   mentirle   más.   Seguramente  se  pondría  furioso,  pero  no  lo  pagaría  con  Valeria y  Julián, no  les  estropearía la fiesta. Él no era ese tipo de hombre. Se acercó más a él.

—Me pregunto...

Él la abrazó por la cintura.

—¿Qué? —le susurró al oído—. Lo que tú digas.

—Unos minutos a solas... Él soltó una risita.

—Yo  pensaba  lo  mismo  —le  soltó  la  cintura  pero  no  la  mano,  y  echó  a  andar  con ella entre las parejas.

Primero probaron en el vestíbulo principal, pero allí estaban la mayor parte de los  niños,  jugando  en  las  escaleras  o  persiguiéndose  entre  los  sillones.  Paula vió  a  Felipe  jugando  con  un  par  de  chicos  cerca  del  mostrador  de  recepción.  Llevaba  la  corbata casi quitada y la chaqueta no estaba a la vista. Ella lo saludó con la mano y él le dedicó una sonrisa feliz y volvió a su juego.Pasaron  un  arco  y  entraron  en  un  pasillo,  pero  no  estaba  vacío.  La  gente  iba  y  venía de un salón situado al final.Probaron  en  el  comedor,  pero  los  camareros  seguían  ocupados  con  la  tarea  de  limpiar después del banquete.

—¿Desean algo, señor Alfonso? —preguntó uno de ellos.

—No, no —repuso Pedro.

Entonces  les  llegó  la  voz  de  Miguel desde  el  salón  de  baile,  amplificada  por  los  altavoces del club.

—Y ahora el gran momento. Vamos a cortar la tarta...

Pedro tiró de Paula de vuelta al salón. Con tantos invitados por todas partes, no era fácil encontrar un rincón tranquilo, así que ella se resignó y pensó que aquél no era el mejor momento.Pero se lo diría esa noche, más tarde. Enviaría a Feli a casa con sus padres y lo  acompañaría  al  rancho  o  donde fuera.  No  importaba.  Sólo  necesitaban  un  lugar  donde no los molestaran.Sí, eso sería mejor que intentar explicárselo todo en ese momento, en mitad de una  fiesta.  Mucho  mejor  si  estaban  los dos  solos  de  verdad  donde  no  podían  interrumpirlos. Eso sería preferible.Además,  si  esperaba  a después  de  la  fiesta,  tendría  unas  horas  más  de  magia  con él antes del momento de la verdad.En ese  momento  llegaron  al  salón  de  baile  y  Pedro siguió  andando  hacia  las  puertas  dobles  que daban  a  la  galería.  Lo  cual  era  una  locura,  ya  que  fuera  había  rayos y truenos y llovía sin cesar. Paula clavó los talones en el suelo.

—No podemos ir ahí. Él apenas la miró.

—Está bajo techo. Lo peor que puede ocurrir es que el viento te alborote el pelo.

Tiró  de  ella,  que  tuvo  la  sensación  de  que  todo  se  volvía  de  pronto  loco  y  salvaje, tan salvaje como el viento que podía oír aullar detrás de las paredes del club. Uno  de  los  camareros  se  acercó  a  su  padre,  que  estaba  en  el  escenario  al  lado  de  la  mesa de la tarta, y le susurró al oído.  Paula oyó a su padre decir:

—Amigos. Amigos, atención, por favor. Tenemos un problemita...  No  oyó  el  resto.

Pedro  había  empujado  la  barra  que  abría  la  puerta  y  los  dos  salían  por  ella.  La  puerta  se cerró  instantáneamente  y  estuvo  a  punto  de  pillarle  la  falda larga del vestido, pero Paula consiguió rescatarla en el último momento.Un  golpe  de  viento  le  levantó  primero  la  falda  y después  la  aplastó  contra  sus  piernas. El pelo se soltó de las horquillas y le voló sobre los ojos y la boca.Más allá del tejado del porche llovía con violencia y las gotas gruesas de lluvia se mezclabancon granizo. Seguían los relámpagos y los truenos.El  personal  del  club  había  retirado  los  cojines  de los  sillones  y  sofás  y  los  esqueletos de hierro de los muebles parecían formar un baile extraño sobre las tablas de madera. Paula se apartó unos mechones de pelo de la boca.

—No creo que...

—Por aquí —él la llevó al rincón donde la pared del salón se prolongaba hacia los  escalones  anchos  de  la  entrada  y  la  apoyó  en  la  pared  de  modo  que  quedara protegida del viento. Colocó una mano a cada lado de ella.

—¿Mejor?

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