—No tienes idea de lo que significa para mí verte de nuevo, querida —y al decirlo, sin que ella pudiera evitarlo, la tomó entre sus brazos y la besó con un apasionamiento calculado. Su reacción inmediata fue de tensión y sólo entonces Fernando se separó de ella, con una mirada de triunfo en los ojos y para evitar lo que ella estaba pensando decir, le dijo él:
—Se que no debí hacer esto, Pau. Te aseguro que mi comportamiento será correcto de ahora en adelante. ¿Vamos?
Fue hasta entonces cuando Paula vió a Pedro y se dió cuenta de que él había presenciado la escena. Ella no pudo contenerse.
—¿Hiciste esto a propósito?
—¿Cómo?… ¡Oh!, allí está tu amigo, Pedro —su sonrisa era encantadora—. Perdona Pau, no quise ser exhibicionista, no lo había visto, te lo aseguro.
Pedro caminaba hacia ellos.
—Te veo muy elegante —comentó con admiración—. Supongo que me he quedado fuera esta tarde, pues deseaba invitarlos a conocer una casa que me ofrecen en venta y quería saber tu punto de vista, pero creo que Fernando me ganó el turno.
—Sí —afirmó aparentando una tranquilidad que no sentía—. Fer y yo vamos a salir a cenar.
—Ya veo —manifestó Pedro con ironía—. Elegiste el mejor bocado para tí.
Ella no pudo resistir el reto y lo miró a los ojos.
—Nada de eso, es sólo que tú te retrasaste…
—Tienes razón. Es que no estoy acostumbrado a tener competencia.
Paula sintió la furia escondida en sus palabras.
—Creo que debemos irnos ahora —se asió del brazo de Facundo y añadió—: Mejor suerte para la próxima. Vamos Fer.
—Que la pasen bien —fueron las palabras finales de Pedro.
Ellos se alejaron pero Paula sintió que la mirada de Pedro la seguía. Sabía que había ganado este round, pero su impulso era de volverse hacia él y echarse en sus brazos. Por fortuna, Fernando le interrumpió los pensamientos.
—Creo que deberías cuidarte de ese hombre, Pau—aconsejó con sobriedad—. Se siente un ganador y no deseo que te lastime.
—Te agradezco tu preocupación, pero creo que soy capaz de manejarme sola, Fer, tengo veintitrés años, no diecisiete, y además, él es mi jefe. ¿Ves aquel bello pájaro azul? Es una garza real. Es raro verlos en esta estación por aquí, ellos acostumbran pasear por las playas desiertas —en forma deliberada cambió la conversación hasta que llegaron y abordaron el auto.
Fue una velada en la que todos los ingredientes parecieron rebuscados. La bella joven en elegante vestido acompañada del apuesto caballero. La mesa donde cenaron se encongaba en una terraza que daba al mar. La cena fue servida por discretos camareros. Una orquesta tocaba música suave y como si hasta eso fuera propicio, la noche estaba hermosa y estrellada. Pero para Paula había algo que no encajaba en el ambiente: era Fernando. Él no pudo haber sido más cortés ni encantador, y aunque ella trató de responder, fue vano su esfuerzo. De pronto, ella dijo en forma abrupta:
—Fer, vámonos, estoy cansada.
En la penumbra no notó Paula la aguda y fría mirada de Fernando.
—Por supuesto. He sido egoísta al retenerte tan tarde conmigo, me había olvidado que eres una mujer que trabajas.
No aparecía ninguna ironía en esas palabras y sin embargo Paula se sintió molesta.
—Gracias; aunque no lo creas, sí tengo que levantarme temprano. Para Mateo, la mejor parte del día es antes del desayuno.
Volvieron a casa conversando de temas triviales. Paula se sentía cansada. Cuando Fernando la dejó en la puerta de su cabaña, ella le dijo sincera:
—Gracias Facu, te agradezco todas tus atenciones.
—Ha sido un placer para mí —y le sonrió en la oscuridad—. Creo que mañana no podremos vernos, porque tengo que ver a unos señores para asuntos de negocios de tu padre, en Halifax. Pero el miércoles, si quieres, podríamos volver a salir ¿Te parece bien?
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