miércoles, 24 de agosto de 2016

Trampa De Gemelas: Capítulo 6

Miró a su cuñada.

—¿Qué sabes de Felipe? El marido de Paula no podía ser su padre, ¿Verdad?

Melina suspiró... y al fin empezó a hablar.

—No. El chico no es de su marido. Él era dentista y mayor que ella. Se casó con él hace seis o siete años, cuando Feli tenía dos o tres. Se rumorea que nadie excepto Paula sabe quién es el padre.

—Aparte del padre, claro.

Melina frunció el ceño.

—Puede que no.

—¿Crees que el padre del niño no sabe que es su padre?

—¿Cómo voy a saberlo? Yo sólo sé lo que dice la gente.

—Y eso es lo que quiero que me digas.

Melina miró su taza y después a él.

—Se  rumorea  que  fue  un  forastero  que  pasó  por  el  pueblo  a  finales  del  último  curso de Paula.  Ella desapareció una noche de mayo en uno de los coches de Miguel. No era  propio  de  ella  marcharse  así.  Ya  sabes  cómo  era.  Callada,  tímida,  salía  poco  con  chicos.  A  Miguel   le  preocupaba  que  la  hubieran  secuestrado  y  llamó  a  la  policía  para  que la buscaran. La encontraron en el arroyo Creek, con el coche aparcado al lado de la orilla, mirando el agua y llorando. Dijo que no había hecho nada malo y que no le había pasado nada, que sólo había conducido. Pero cuando un par de meses más tarde se supo que estaba embarazada, todos en  el  pueblo  asumieron  que  tenía  que  haber  sido  la  noche  de  su  desaparición,  que  debió conocer a alguien que la dejó embarazada y se marchó para no volver.

—Y cuando Miguel se enteró de que estaba embarazada, la envió a San Antonio.

—Así es. Y tengo entendido que allí vive bien. Viene muy poco por aquí.

Pedro se levantó a servirse otra taza de café.

—¿Ahora  te  gusta  la  hermana  de  tu  antigua  novia?—le  preguntó  Melina—. ¿Quieres intentar convencerla de que venga por aquí más a menudo... o, mejor aún, de que se quede aquí?

Pedro no contestó. No había necesidad. En los ojos de Melina leía que ella sabía que sí quería. Y era cierto.



—Papá te pone histérica, ¿Verdad? Valeria se tumbó boca arriba en la cama de Paula, en la vieja habitación de ésta. Era después  de  cenar  y  los  demás  veían  la  tele  abajo.  Valeria  se  había  quedado  un  rato  antes de retirarse a su departamento en Oak Street porque quería hablar con Paula.Esta se sentó en el borde de la cama.

—Sí. A veces sí. Cuando intenta imponer su punto de vista con Felipe.

Valeria se quitó los zapatos, tomó un cojín y se lo puso debajo de la cabeza.

—Nunca los he entendido —suspiró y miró a su hermana—. No puedo creer que te hayas teñido de rojo, rojo. Paula se pasó una mano por el pelo.

—Sí, me gusta. Valeria  asintió.

—A mí también. Te queda muy bien. Paula le lanzó una mirada amenazadora.

—No se te ocurra copiarme.

—Pero si a tí te queda bien, a mí tiene que quedarme de fábula.Las dos se echaron a reír.

—Hazlo si quieres —cedió Paula.

—Puede que lo haga  —Valeria miró el techo—. Pedro te miraba hoy mucho en el restaurante. Y no se te ocurra decirme que no te has dado cuenta.

Paula no sabía qué decir.

—Es  increíble  las  vueltas  que  da  la  vida  —Valeria  levantó  la  mano  derecha  y  se  observó la manicura—. A Pedro le interesas. Se nota. ¿Qué piensas tú?

Paula apartó la vista.

—No pienso nada. Hacía siglos que no lo veía. Ya no lo conozco.

—Vamos,  Pau.  He  visto  cómo  lo  mirabas  tú  y  me  ha  parecido  que  también  te  gustaba. Y no me digas que no. Es verdad que fue novio mío, pero de eso hace siglos. Y te aseguro que no fue nada como lo que tengo con Julián, y nunca me acosté con él. No me gustaría imaginarte con un hombre con el que hubiera estado yo, pero así...

—Vale.

—¿Hum?

—No necesito tanta información. Valeria le dió una palmada en el muslo.

—Oh,  vamos.  Eres  demasiado  introvertida.  Siempre  lo  has  sido.  Tienes  que  abrirte un poco.

—Gracias por el consejo.

—¡Eh!, no te pongas tonta. Sabes que lo que digo es cierto. Y te echo de menos, te vemos muy poco. Casi parece que no quieras venir por casa. A veces pienso que si no te llamáramos mamá y yo y te diéramos tanto la lata, no te veríamos jamás. Paula le tomó la mano a su hermana y entrelazó los dedos con ella.

—Sé  que  no  vengo  mucho  —musitó.  Y  se  prometió  en  silencio  hacer  un  esfuerzo para mantener el vínculo con su familia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario