lunes, 22 de agosto de 2016

Trampa De Gemelas: Capítulo 3

—Adiós, Fargo  —el niño los vió alejarse.

Paula respiró  aliviada.  Había  sobrevivido  a  un  encuentro  con  Pedro.  Él  incluso  había  visto  a  Feli y  no  había  ocurrido  nada  terrible,  aunque  sentía  las  piernas  de  mantequilla y tuvo que apoyarse en el capó del coche.

—¿Estás bien, mamá?

—Sí.—Deberíamos tener un perro.

—Me  parece  que  no  —repuso  ella,  para  cortar  el  tema  cuanto  antes—.  ¿Me  ayudas a echar la gasolina?

—Sí.

Feli desenroscó la tapa de la gasolina y Paula se dijo que no necesitaba volver a pensar  en  Pedro  hasta  después  de  la  boda,  cuando  se  viera  obligada  a  llamar  y  pedirle una cita para decirle lo que debería haberle dicho años atrás.

Al día siguiente, domingo, volvió a ocurrir.Y  precisamente  en  la  iglesia,  lo  que  hizo  que  Paula se  sintiera  más  cobarde  y  culpable que nunca.En la iglesia, el último lugar donde esperaba encontrárselo. El Pedro Alfonso que ella recordaba nunca iba a la iglesia.Sonaba  música  de  órgano  y  la  gente  se  colocaba  en  los  distintos  bancos.  A  la  derecha de Paula estaban Feli, su madre, Alejandra y su padre, Miguel, que saludaban a los amigos y vecinos que pasaban por allí camino de sus asientos.

Valeria estaba a la izquierda de Paula,  con Julián  al otro lado. Su cabello rojizo le caía en  ondas  suaves  hasta  los  hombros  y  su  rostro  parecía  resplandecer  de  felicidad.  Julián y ella se daban la mano y se miraban continuamente con adoración. Paula no  lo  habría  creído  si  no  lo  hubiera  visto  con  sus  propios  ojos,  pero  era  evidente  que  Lena,  por  primera  vez  en  sus  28  años,  estaba  enamorada.  Desde  su  capricho  por  Pedro  en  el  instituto,  no  había  dedicado  tantas  sonrisas  brillantes  y  miradas  encantadoras  a  un  hombre.  Y  con  Pedro había  habido  tantas  muecas  y  enfurruñamientos como sonrisas.Con Julián, todo eran ojos brillantes y sonrisas felices. Julián Davison era, sin duda alguna, el hombre que llevaba toda su vida esperando.El prometido de Valeria era un hombre grande y fuerte de treinta y cinco años que curiosamente  se  parecía  mucho  a  Miguel  Chaves.  Los  dos  tenían  una  sonrisa  abierta  y  rápida  de  vendedor.  Los  dos  reían  a  carcajadas  y  con  fuerza  y  a  veces  hacían que uno se preguntara si oían algo de lo que decía.

—Es  igual  que  papá  —le  había  susurrado  Paula a  su  hermana  el  día  anterior,  después de que le presentaran al jovial Julián .

—Igualito —repuso Valeria, que parecía encantada.

Paula no  lo  entendía.  ¿Cómo  era  posible  que  su  hermana  se  enamorara  de  un  hombre que tanto se parecía a su padre?Pero,  por  otra  parte,  Valeria no  tenía  los  problemas  con  su  padre  que  tenía  ella.  Después de todo, su hermana no se había quedado embarazada a los diecisiete años de un amante misterioso cuyo nombre se negaba a revelar.Cuando Miguel  se enteró de que estaba embarazada, le gritó, la amenazó y le dió todo  tipo  de  ultimátums,  pero  Paula  no  le  dijo  quién  era  el  padre.  No  podía  soportar  decírselo a nadie... por distintas razones.

Y cuando Miguel comprendió que no se lo diría nunca, la envió con su hermana Emma  a  San  Antonio,  como  si  vivieran  todavía  en  la  Edad  Media  y  fuera  una  gran  deshonra que su hija tuviera un niño sin estar casada.Con el tiempo, Paula encontró la felicidad en San Antonio. Entró a trabajar para Manuel, se casó con él y Manuel siempre trató a Feli como a un hijo. Y aunque Paula no  había  vuelto  mucho  por  Tate's  Junction,  su  padre  y  ella  habían  hecho  más  o  menos las paces.Pero eso no quería decir que pudiera casarse con un hombre como él. Ni en un millón de años.Lena, sin embargo, iba a hacer precisamente eso y parecía feliz. A Paula, el amor de su hermana por el vendedor de coches le parecía una prueba más de lo muy distintas que eran. Miró de soslayo a los enamorados. Julián  se llevó la mano  de  Valeria  a  los  labios  y  Paula apartó  la  vista  con  pudor.  Y  en  ese  momento  apareció Pedro  en el pasillo, directamente en su línea de visión. El corazón le dió un vuelco. Parpadeó. Pedro la vió... y le guiñó un ojo.

—Mamá —Feli le  dió  con  el  codo—.  Mira  —susurró—.  Es  el  hombre  del  perro,  Pedro.

—Sí —contestó ella, con una calma que no sentía—. Es Pedro —lo saludó con la mano. Él le devolvió el saludo y se alejó.Paula lo siguió con la mirada, admirando a su pesar la amplitud de sus hombros y el modo orgulloso en que se movía. Se sentó en uno de los primeros bancos con su hermano  Federico y  Melina,  la  esposa  de  éste.  La  familia  de  ella  también  estaba  allí:  su  madre,  el  marido  de  su  madre,  su  abuela  y  un  hombre  alto  y  mayor  al  que  Paula no  reconoció.Después de la iglesia, los Chaves fueron a comer al restaurante Denny's y Pedro también apareció allí con Federico y  Melina y se sentaron en la mesa de al lado. Melina se inclinó hacia Paula y le sonrió.

—Hola, me alegro de verte.

—Hola.


Melina  había ido tres cursos por delante de ella en el instituto y uno por delante de Pedro. Sonrió a Feli.

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