miércoles, 31 de agosto de 2016

Trampa De Gemelas: Capítulo 29

—¿Paula? ¿Sigues ahí?

—Sí, estoy aquí.

—Está bien. Si él quiere venir mañana, le diré que te pida permiso y tú le dirás que sí.

Paula sintió una irritación repentina.

—Ya te he dicho que puede ir.

—Bien. Y si quiere que tú también vengas, le dices que todavía no te sientes con fuerzas.

Paula no se sentía con fuerzas, así que eso no sería mentira. Se apoyó en la cama y cerró los ojos.

—Sí, está bien.

—Si todo va bien mañana, le pediré que venga también el miércoles y tú le dirás que todavía sigues sin fuerzas.

—¿Y  si  tengo  fuerzas?  ¿Qué  le  digo  entonces?  —preguntó  ella,  a  pesar  de  que  sabía que no debía hacerlo.

—Seguro que se te ocurrirá algo.

—No pienso mentirle.

Pedro se echó a reír.

—Eso es muy bueno viniendo de tí.

Paula abrió la boca para protestar, pero optó por cerrarla. El comentario era cruel, pero también era la verdad. Había contado muchas mentiras y no tenía sentido fingir que no era así.

—¿Alguna objeción más? —preguntó él.

Paula  levantó  una  mano  y  la  apoyó  con  cuidado  en  la  venda  que  le  cubría  la  frente.

—Hablas como un abogado.

—Es lo que soy. Hablaremos el jueves.

—Espera, yo... —pero ya era demasiado tarde. Pedro había colgado.



El  lunes,  Valeria y  Julián se  marchaban  a  la  luna  de  miel  que  la  primera  había  insistido en posponer hasta que su hermana estuviera bien del todo. Cuando pasó  a  despedirse de su familia, Paula seguía en la cama con las cortinas corridas.

—Buenos  días  —Valeria asomó  la  cabeza  por  la  puerta—.  Despierta,  dormilona.  Son las diez y esto está muy oscuro —entró en el cuarto y descorrió las cortinas.  Paula lanzó un gruñido—. ¿No está mejor así?

—No  especialmente  —Paula se  sentó  en  la  cama  y  entrecerró  el  ojo  bueno  para  protegerlo de la luz; el otro estaba cerrado por la hinchazón, así que no le molestaba el brillo.Lena se dejó caer en la cama.

—¿Cómo te encuentras?

—No muy bien.

—Dentro de una hora salimos para el aeropuerto.Y tú tienes el ojo morado e hinchado. No estás muy atractiva que digamos.

—Muchas gracias.

—Ven aquí.

Valeria le abrió los brazos y Paula se echó en ellos.

—Diviértete mucho, ¿De acuerdo? —abrazó a su hermana con fuerza.

—Lo haré. Seguro que me encantan Las Bahamas. Estoy deseando que Julián vea el  bikini  enano  que  me  he  comprado.  Oh,  y  la  lencería...  hace  meses  que  tengo  un  baúl lleno esperando. Valeria  la apartó para mirarla a los ojos.

—Todos   estos   años   pensaba   que   te   pondrías   furiosa   conmigo   cuando   te   enteraras —musitó Paula.

Su hermana se encogió de hombros.

—Y  seguramente  me  habría  puesto  si  me  hubiera  enterado  entonces,  pero  ahora...  Hace  ya  tanto  tiempo  de  eso  que  cuando  miro  hacia  atrás  no  siento  nada.  Pero para  tí  debió  ser  terrible  estar  embarazada  y  guardar  ese  secreto,  tener  que  contar tantas mentiras...

Paula se sentó más recta.

—No tenía que contarlas. Las conté porque quise.

—Bueno, tenías diecisiete años y...

Paula levantó una mano.

—No me disculpes; eso ya lo hago yo muy bien sola.

Las hermanas intercambiaron una mirada de entendimiento.

—¿Y cómo te va con Pepe? Mamá dice que ayer no vino.

Paula se puso tensa.


—¿Qué le has dicho?


—Nada,  tranquila.  Por  una  vez  no  pienso  meterme.  Le  he  dicho  que  si  quiere  saber algo sobre ustedes, te pregunte a tí.

—Eres la mejor.

—Claro que sí.

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