miércoles, 24 de agosto de 2016

Trampa De Gemelas: Capítulo 8

El martes, Paula se topó accidentalmente con Pedro en Center Street, delante del bufete de él. Se saludaron y él le preguntó si disfrutaba de su visita al pueblo.

—Mucho —repuso ella. Miró su reloj—. Oh, llevo prisa, tengo que irme.

—Hasta luego, entonces.

—Sí, hasta luego.

Y se alejó apresuradamente. No podía creer que hubiera tropezado con Pedro cuatro veces en cuatro días.Aquello empezaba a parecer obra del destino. Como si sus remordimientos y su cobardía conspiraran para ponerlo en su camino a la más mínima oportunidad para darle ocasión de decirle lo que tenía que decirle.El miércoles, Paula, Valeria y Felipe fueron a pasar la tarde al lago Longhorn. Paula miraba a su hijo jugar cerca del agua y sabía que se acercaba el momento de decir la verdad.¿Cuánto  tiempo  querría  pasar  Pedro con  él?  ¿Cómo  se  tomaría  Felipe  la  noticia?  Esas preguntas, y las otras mil que la atormentaban, no tendrían respuesta hasta que hablara con Pedro. Y eso no sería hasta después de la boda.Decidió,  por  lo  tanto,  olvidar  el  tema  por  el  momento  y  disfrutar  de  sus  vacaciones.

El  jueves  por  la  mañana,  estaba  sola  en  la  cocina  tomando  una  taza  de  café  cuando sonó el teléfono. Contestó sin pensar.

—¿Diga?—Justo la mujer con la que quería hablar.Paula se quedó en blanco.

—Ah... ¿Pedro?

—Así es. Y tú eres Paula. ¿No?

—Ah. Sí. Soy yo.

Él soltó una risita y Paula apretó con fuerza el auricular.

—¿A Felipe y a tí les gustaría venir esta tarde al rancho? Haremos una barbacoa y  Feli puede  jugar  con  Fargo.  Y  en  los  establos  hay  un  pony  de  buen  carácter  al que puede montar. Prometo esforzarme para que lo pase bien.

Paula sintió un vacío interior de nuevo. ¿Por qué había hecho él a Felipe el centro de su invitación? ¿Era posible que hubiera adivinado la verdad? El corazón le dió un vuelco.Pero no. Nadie lo sabía. Excepto Henry. A él había tenido que decírselo antes de que se casaran.Sólo lo sabía Manuel. Y estaba muerto.

¿Por qué, entonces, Pedro ponía tanto énfasis en que Felipe se lo pasara bien? Paula sabía por qué.Ella era madre y, si un hombre quería acercarse a ella, tenía que dejar claro que encendía que Feli era una parte importante de su vida y sería una parte importante de la vida de cualquier hombre al que ella tomara en serio.Cerró los ojos y respiró hondo.

—Paula. ¿Sigues ahí?

—Ah. Sí. Sí. Estoy aquí.

—¿Y qué me dices?

Ella tragó saliva y se arriesgó a preguntar.

—Llamas por Feli, ¿Eh?

Él se echó a reír.

—Bueno, no del todo. También llamo por tí. ¿Quieres venir al rancho sobre las cinco?

Ella sabía que debía decirle la verdad ya.O rechazar la propuesta.Lo sabía. Pero lo que dijo fue:

—Sí, iremos.

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