—Con Federico no se portaba mal, a su modo mandón, claro, pero a mí no me soportaba. Estaba seguro de que yo tenía que haber nacido de una aventura de mi madre con un forastero. Y eso de tener que criar al hijo ilegítimo de su voluble hija lo volvía loco. Es una pena que ya hubiera muerto cuando nos enteramos de la verdad —sonrió. Su abuelo había muerto cuatro años atrás y la verdad sobre su padre la habían descubierto el verano anterior—. Yo no soy más bastardo que Fede. Si yo lo soy, él también.
Paula pensó en aquella palabra. «Bastardo». Era una palabra fea, que ya tenía poco significado... excepto para tradicionalistas como el viejo Pedro o Miguel Chaves...
—Nuestro padre se casó más de una vez —siguió hablando Pedro—, aunque todavía no sabemos con quién se casó primero.
Paula no lo escuchaba. Miraba a su hijo rodar por la hierba. Pedro siguió la dirección de su mirada.
—Perdona. No pretendía ofenderte.Era uno de esos momentos, y había habido varios durante la velada, en los que podía haberle dicho que Feli era su hijo.
—No me has ofendido —repuso.
Pedro la miró a los ojos.
—¿Seguro?
Paula asintió.
—No sé si tu madre o Lena te han contado lo que descubrimos el año pasado sobre Horacio Alfonso.
—Me lo contaron las dos. Creo que todo el pueblo habló de eso.
La historia era que Horacio Alfonso, el secuestrador del hijo de su hermano, era también el padre de Federico y Pedro. Se suponía que Horacio había muerto justo después de concebir a Federico, pero no había sido así. En realidad había vivido treinta años más, oculto en Oklahoma. Y él era el hombre con el que se había fugado Ana Alfonso cuando se quedó embarazada de Pedro.
—Imagínate —dijo éste con ojos brillantes—. Tengo familia que no sabía que tenía. Un montón de primos Alfonso en Wyoming y una en Hill Country, casada con un veterinario. Tengo medio hermanos en Nevada y otro en Oklahoma. Dos primas en el norte de California y la rama más famosa de la familia, los Alfonso de Los Ángeles. Son más ricos que nosotros, muy ricos. Y no olvidemos a Dekker, el bebé Alfonso al que secuestró mi padre hace tantos años. Ahora tiene treinta años y es detective privado en Oklahoma City.
—Eso es mucha familia —asintió ella.
—Y eso no es todo. Tengo un tío abuelo. Juan, que tuvo siete hijos. Y Horacio tuvo más hijos. Fede, mi medio hermano Martín y yo estamos casi seguros —parecía complacido consigo mismo.
—Te encanta —sonrió ella—. Te gusta tener tanta familia.
—Sí. A Fede al principio le costó aceptar que nuestro padre fuera tan embustero, pero a mí no. Para mí fue muy importante saber al fin quién era y saber que tengo familia por todos los Estados Unidos me hace sentir... no sé, como que tengo vínculos. Después de todo, todos estamos aquí para algo.
—¿Para qué? —sonrió ella—. ¿Para qué estamos aquí?
Pedro se inclinó hacia ella, que hizo lo mismo sin pensar. Él le miró la boca y después los ojos.
—Yo volví el año pasado al pueblo para buscar algo... algo que llevaba toda mi vida buscando.
—¿Y ese algo es...?
—No me metas prisa —susurró él—. Ya voy.
—Bien.
—En los dos últimos años empecé a pensar que vagar por el mundo no me llevaba a ninguna parte, que estaba buscando lo que tenía justo aquí, de donde había partido.
—¿Y qué era? —no pudo evitar preguntar ella.
Él sonrió.
—No tenía ni la más remota idea.
—Un momento. A ver si lo entiendo. ¿Volviste aquí a buscar algo pero no sabías lo que era?
—Exacto. Sólo sabía que si venía a casa lo encontraría por fin.
—¿Y cómo sabías eso?
—Paula. Lo que importa es que lo sabía, no cómo.
—Ah. ¿Uno de los misterios profundos de la vida?
—Exacto.
—Simplemente lo sabías.
—Sí.
—¿Y lo has encontrado?
—Buena pregunta —rió él. Se puso serio—. Para mí ha sido importante instalarme en casa de mi abuelo, descubrir quién soy, enterarme de toda la familia que tengo... —movió la cabeza y la miró con admiración, primero a los ojos y luego la nariz, la boca, la barbilla, hasta subir de nuevo a los ojos.
Paula sintió un escalofrío. Se echó a reír, en parte por nervios.
—Todavía no me has contestado. ¿Lo has encontrado?
—¿Te das cuenta de que todos esos años, cuando éramos niños, no te ví nunca? Ahora me cuesta creerlo. ¿Cómo pude ser tan tonto?
A pesar de la magia del momento, Paula oyó por fin campanas de advertencia. Se apartó un poco de él y se sentó recta.
—Bueno, hace años era Valeria la que...
Él movió la cabeza.
—Una locura. Es imposible.
Paula no se atrevió a preguntar el qué.
—Pero después de tantos años, te ví salir del coche en la gasolinera —continuó él—. Y al verte, pensé...
—No —dijo ella.
Paula parpadeó. Pero guardó silencio. Sus ojos oscuros se llenaron de preguntas, preguntas que ella sabía que no iba a responder esa noche. Era demasiado. No tenía que haberse inclinado hacia él ni haberle suplicado que le hablara de esa cosa misteriosa que estaba buscando.No tenía derecho a oír lo que él había estado a punto de decir.
Muy buenos capítulos! Que cerca está de descubrirse todo!
ResponderEliminarmmmmmmmmmmmmm, ya me veo venir el bolonqui que se va a armar cuando se descubra todo. Excelentes 5 caps.
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