lunes, 15 de agosto de 2016

Juntos A La Par: Capítulo 47

Mateo se sintió somnoliento después de cenar y con ese pretexto Paula lo llevo a acostar, más que nada para darse un tiempo y pensar cómo podría rehuir la invitación a pasear que ya había aceptado. Mientras los tres lavaban los platos, llamó Roberto con tono optimista. Alicia se encontraba mucho mejor e inclusive había tomado algo ligero de cena.

—Y bien, ahora vayamos a tu casa para que te cambies de ropa y demos el paseo que me prometiste.

Paula se molestó ante el autoritarismo de Facundo, pero decidió ser paciente, ya que no esperaba pasar con él más de una o dos horas.

—Te veré mañana —se despidió de Pedro, con una sonrisa de entendimiento—. Vamos Fer, ponte la chaqueta.

—Por cierto,Pau —comentó Pedro de manera casual—. ¿Recuerdas la conversación que teníamos cuando Fernando llegó? No creas que quedó terminada. La continuaremos mañana —se volvió para mirar a Fernando y le dijo—:  No te hagas ilusiones, Fernando. Tuviste la oportunidad de casarte con ella en Vancouver y la perdiste, ahora es mi turno —tendió la mano a cada uno como despedida y les dijo cordial—: Que la pasen bien.

Paula se tomó del brazo de Fernando apretándolo como en señal de prevenirlo a entablar una discusión y lo condujo hacia la puerta.

—¿Qué tal la cena de anoche con los amigos de papá? —preguntó para distraerlo.

Ya estaban afuera, el agua a lo lejos se reflejaba con la luz de la luna.

—Creo que no es el momento para hablar sobre la cena de anoche, Paula, ve a cambiarte mientras yo espero en el auto.

—¿Aún quieres que demos ese paseo? —preguntó Paula dudosa.

—Si, lo estoy, no vas ahora a negarme también eso.

—Fer, ya te expliqué la causa de mi olvido, no volverá a pasar, discúlpame. Tal vez…

—Está bien, discúlpame tú a mí. No debí decir eso, Paula. Vayamos a algún sitio donde podamos beber una copa, creo que los dos la necesitamos —le pasó un brazo paternalmente sobre los hombros—. Estaré en el auto.

Apresurada Paula se cambió a un sencillo vestido de algodón de color amarillo. Sus movimientos eran automáticos, pues ahora sus pensamientos estaban en aquella conversación con Pedro y la inesperada proposición de matrimonio que él le había renovado. Tal vez, pensó, debería aceptar, sin pensar más en razonamientos, como él había dicho, compartir su cama… impaciente coloreó los labios. Se miró al espejo, sus ojos despedían un brillo inusitado, había reto y decisión en esa mirada. De pronto, sintió temor, ¿Qué es lo que hacía ahora, disponiéndose a salir con Fernando, si su impulso era subir corriendo la colina y decirle a Pedro que aceptaba ser su esposa? Este pensamiento fue interrumpido por el claxon del auto que le recordó que Fernando estaba ya impaciente, esperándola. Bueno, pensó, no importaba ya, al día siguiente vería a Pedro y todo quedaría dispuesto y además, le quedaba esa noche para deleitarse y gozar del secreto íntimo de su reciente decisión…

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