lunes, 22 de agosto de 2016

Trampa De Gemelas: Capítulo 2

Excepto por una noche mágica y especial... en la que ella no iba a pensar en ese momento.

—¡Cuánto tiempo! —exclamó Pedro. Paula asintió.

—¿Cómo estás? —preguntó.

Antes de que él pudiera contestar, el perro soltó un aullido de impaciencia.

—Fargo, sinvergüenza, ven aquí —le ordenó Pedro.El perro soltó otro gemido, pero se acercó a su amo y se dejó caer al lado de su bota.

—Estoy bien, muy bien —repuso Pedro.

Paula mantuvo la sonrisa en su sitio, aunque le costó un esfuerzo sobrehumano. Se  sentía  mareada,  desorientada...  y  aterrorizada.  De  pronto  nada  parecía  real;  era  como si, al volverse para mirarlo, hubiera entrado en un sueño extraño, un sueño que bordeaba la pesadilla.

—Ah...  me  enteré  de  que  conseguiste  hacer  lo  que  tanto  ansiabas.  Viajar  por  todo el país e incluso por Europa... España, Italia, Inglaterra...

—Es  verdad  —él  se  inclinó  a  rascar  al  perro  detrás  de  la  oreja  y  ella  pensó  en  todas las veces que había intentado ponerse en contacto con él en los primeros años.Siempre  que  conseguía  reunir  el  valor  suficiente  para  hacerlo,  él  se  había  mudado  a  otra  parte.  En  Austin  le  abrió  la  puerta  un  desconocido.  Las  cartas  torturadas  que  le  había  escrito  explicándoselo  todo  le  fueron  siempre  devueltas  sin  otra dirección. Pedro volvió a enderezarse.

—Y  mírame  ahora.  Aquí,  en  Tate's  Junction,  donde  juré  que  no  acabaña  nunca  —sonrió—.   Lo   creas   o   no,   conseguí   estudiar   Derecho   durante   mis   años   de   vagabundeo.

—¡Ah! —exclamó ella, por decir algo.

—Tengo  toda  el  ala  sur  de  la  casa  de  mi  mezquino  abuelo  y  un  despacho  en  Center  Street  con  un  cartel  en  la  puerta  que  dice:  Hogan  y  Alfonso,  Abogados.  Y  también tengo a Fargo —sonrió al perro—. ¿Y sabes qué?

Paula lo sabía. Lo adivinaba con sólo mirarlo.

—Eres feliz.

—Puedes apostar a que sí.

Paula oyó que se abría la puerta de atrás del coche.

—¿Mamá? —Felipe vió al perro y salió inmediatamente del vehículo. El animal enseguida le lanzó uno de sus gemidos esperanzados.Lori carraspeó.

—Feli...

Pero el chico corría ya hacia el perro.

—Hola, perrito... Fargo aulló de contento y Felipe se acuclilló allí mismo, a los pies de Pedro. El perro le lamió la cara y el chico lo abrazó y le rascó detrás de ambas orejas. Paula levantó la vista y descubrió que Pedro la miraba. Un escalofrío recorrió su cuerpo.

—Mi hijo —dijo, y no podía creer que no le temblara la voz—.  Felipe Torres.

—Hola, Feli —dijo Pedro.

—Hola —el  chico  apenas  levantó  la  vista,  seguía  ocupado  acariciando  al  perro—. ¿Cómo se llama?

—Fargo.

Paula miró  a  su  hijo,  a  Pedro y  de  nuevo  a  su  hijo.  Ella  sí  veía  a  Pedro  en  Felipe , en su modo de inclinar la cabeza... en la forma de la mandíbula... En el hoyuelo de la barbilla... Cerró los ojos y respiró con fuerza. Cuando volvió a abrirlos, vió que Pedro la miraba con el ceño fruncido.

—¿Estás bien?

—Sí, sí, muy bien.

—¿Seguro?

—Sí. O sea, que te gusta vivir aquí después de todo.

—Sí, me gusta. ¿Venís por la boda?«Y para hablarte de Feli. Te lo contaré antes de irme».

—Sí, claro. Por la boda. Valeria había conocido al fin al hombre con el que quería casarse. Se llamaba Julián Davison  y  vendía  coches,  igual  que  Miguel Chaves,  el  padre  de  Paula. Tenía  dos concesionarios en las afueras de Abilene y había pedido la mano de Valeria un año atrás.

—Esa boda va a ser todo un acontecimiento —comentó Pedro.

—Oh, sí —su hermana preparaba la boda más elegante y cara que se había visto nunca en Tate's Junction—. Y nosotros tenemos que irnos.Sacó una tarjeta de crédito de la cartera.—Me alegro de verte —le aseguró Pedro.

—Igualmente —repuso ella con una sonrisa forzada—. Feli, vuelve al coche.

Paula introdujo la tarjeta en la ranura del surtidor y Pedro chasqueó la lengua al perro.

—Hasta la vista, Feli—dijo. El perro echó a andar a su lado.

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