domingo, 14 de agosto de 2016

Juntos A La Par: Capítulo 43

Ella no tenía ninguna razón para negarse y ya que él iba a estar aquí unos días, no le costaba ningún trabajo aceptar otra cita.

—Hay un restaurante pequeño, donde hacen excelente comida marina a unos veinte kilómetros, si quieres podríamos ir allí…

—Muy bien. Te buscaré a la misma hora que hoy.

Él la abrazó y la besó de tal manera que ella sintió sofocación y pánico, pero una vez más fue tan rápido que se alejó antes que ella atinara a rechazarlo.

—Buenas noches, querida, que tengas dulces sueños —la elegante figura desapareció en la oscuridad en pocos segundos.

Paula se sentía deprimida y aturdida. No siendo una persona desordenada se quitó el vestido y lo dejó por allí encima de una silla, los zapatos tirados cerca de la cama; el fondo de seda en el suelo y como no encontró la camisa de dormir bajo la almohada, se acostó en la cama sin ella, no queriendo saber nada más que dormir porque deseaba despertar temprano al día siguiente…

De pronto, sintió que alguien la movía de un hombro. Ella sacó la cabeza de entre las almohadas.

—Vete, Mati —murmuró.

—No soy Mateo,  soy Pedro. Levántate, Pau. Me dí cuenta de que llegaste tarde anoche, pero no creí que fuera tanto.

Ella se sentó en la cama de un salto.

—¿Qué es lo que estás haciendo aquí?

—Tratando de despertarte. Llamé a la puerta…

—¿Qué hora es? ¿Acaso me quedé dormida? —preguntó cubriendo con la sábana el cuerpo desnudo.

—Por lo menos Fernando se fue antes del amanecer.

—Fer ni siquiera entró aquí anoche —expresó desafiante.

—Seguro —manifestó Pedro con sarcasmo—. ¿Y a quién tratas de engañar?

—Él no entró.

—Y entonces, ¿Por qué están tus ropas esparcidas y te encuentras acostada sin nada que te cubra?

Paula se incorporó sin dejar de cubrirse con la sábana.

—No creo que a tí te importe cómo duerma… o con quién lo haga.

—Sí me importa —le arrebató la sábana de las manos inclinándose sobre el cuerpo de ella.

Paula quedó tendida en la cama. Las manos de Pedro comenzaron a acariciar sus senos, después la cintura y las caderas y la furia de ella se convirtió en deseo que inflamaba todo su cuerpo. De manera inconsciente, acercó su cuerpo al de él, y las manos que habían tratado de alejarlo, ahora lo retenían abrazado con fuerza.

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