domingo, 21 de agosto de 2016

Juntos A La Par: Capítulo 61

El chico subió por la escalera y Paula no pudo evitar que las lágrimas corrieran por sus mejillas.

—¿Estás enamorada de él, verdad?

—¡Oh!, lo siento Fernando… había olvidado que estabas aquí.

—Ya me dí cuenta… pero es que ¿Tú lo amas?, ¿No es así?

—Sí, lo amo —no había ninguna razón para negarlo.

—Así que ahora se casarán y serán muy felices, supongo.

—No, no me casaré con él. Gracias a tu jugarreta de la otra noche no nos casaremos…

—Así que dió resultado, ¿Eh?

—Sí. Podrías estar muy orgulloso de tu fechoría. Ahora él me odia.

Fernando sonrió con descaro y dijo:

—Es gracioso, ¿No? Tal vez algún día yo le diga que tú nunca aceptaste ninguna relación conmigo, y que en todo nuestro grupo se te conocía como la puritana, pero supongo que él lo sabe, ¿No es así?

—Ahora ya no me importa nada —expresó mirándolo con furia—. Lo que sé es que gracias a tu irresponsabilidad, todo se arruinó —y como escuchó que el niño venía bajando por la escalera, bajó más aún la voz y le dijo a Fernando—: Yo me habría casado con Pedro, si no fuera por tí.

Mateo llegó con las mantas y aún cuando su carita estaba muy seria, no aparecían lágrimas en sus grandes ojos oscuros.

—¡Este es un buen niño! —exclamó Paula acariciándole la cabeza.  Rodrigo y los pescadores entraron.

—La ambulancia ha llegado —dijo Rodrigo. Me iré con ellos y te llamaré en cuanto tenga noticias.

—Gracias Rodrigo, mi abuelo está en el hospital, con Alicia.

—Es cierto. Posiblemente volvamos todos juntos mañana o pasado mañana.

 Esas palabras le procuraron algún alivio, pues Rodrigo parecía muy seguro de lo que decía. Los vio alejarse por la ventana y volvió su mirada hacia Mateo.

—Es la hora de almorzar, jovencito. Y después haremos helado de chocolate, ¿Qué te parece?

—Debo irme —manifestó Fernando—. ¿Sabes, Paula?, tengo que atender dos o tres asuntos antes que salga mi avión —miró a Mateo con desagrado, deseando con seguridad que el pequeño se ausentara, pero Paula no tenía la menor intención de complacerlo, antes bien, se acercó a Mateo y lo abrazó.

—Adiós Fernando.

—Paula, ¿No querrías…?

—Que tengas un buen viaje —le interrumpió con rudeza Paula—. ¿Nunca te vas a marchar?

—Adiós, Paula.

Se fue hacia la mesa para preparar unos emparedados cuando por fin escuchó el ruido de la puerta al cerrarse. Pasaron más de dos horas antes que el teléfono timbrara. Era Roberto. Dijo que Pedro se quedaría esa noche, solo para observación, pues las radiografías habían salido bien, no tenía ninguna lesión.

—Llegaremos mañana en la mañana, él te manda un saludo cariñoso y también a Mateo. La familia de Alicia ha desfilado por aquí durante el día, muy felices, y nos han dicho que hace cinco años esperaban que ella y yo nos casáremos.

Paula sonrió.

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