lunes, 15 de agosto de 2016

Juntos A La Par: Capítulo 45

Durante la noche, a Alicia le pusieron el oxigeno dos veces, pero para el mediodía, los antibióticos parecieron empezar a hacer efecto en ella, bajando la temperatura. Pedro llevó a Roberto a primera hora de la mañana al hospital y había regresado a la isla. Esa tarde los tres, Paula, Pedro y Mateo fueron al hospital a visitar a Alicia. La chica estaba muy preocupada por su abuelo, con quien bajó a la cafetería, casi a fuerza, para que tomara un poco de café y comiera un emparedado. El anciano estaba ansioso por volver al lado de Alicia y le dijo:

—Debo volver allá arriba.

—Abuelo, ella se repondrá.

—Sí, lo sé, todos lo dicen, pero me sentiré mejor si estoy acompañándola.

Paula comprendió la inquietud de su abuelo y accedió a regresar al cuarto. En contra de las opiniones de Pedro y de Paula, Roberto decidió quedarse hospedado en un hotel próximo al hospital.

—Prométeme que tratarás de descansar esta noche —expresó Paula sin poder disuadirlo de que volviera con ellos a la isla.

—Me estás tratando como la mamá gallina a su polluelo —dijo guiñándole un ojo y se acercó para besarla en la mejilla.

—Telefonea esta noche, para saber noticias —pidió la chica—. Volveremos mañana en la mañana.

—Gracias muchachita. Adiós Pedro, Mateo.

Volvieron los tres a la isla. El tiempo ahora era un poco fresco y, sin embargo, Paula sintió deseos de despojarse del vestido y así lo hizo. Se puso un short y un corpiño y salió hacia la casa de Alicia decidida a preparar la cena.

Mateo estaba jugando en la playa. Encontró a Pedro pelando papas en el patio trasero.

—He preparado el brasero —comentó a Paula—. Pensé que podríamos freír unas papas en una sartén sobre el brasero y después poner la carne a asar. Cenaremos más tarde que de costumbre, pero no creo que eso importe. ¿Querrías preparar una ensalada, Pau?

—Me parece una gran idea… lo de la carne asada. Hace tanto calor que no se me antoja cocinar aquí dentro.

—¿Por qué no te sientas un minuto y te tomas una copa? Te veo algo fatigada.

—¿Es que acaso se me nota? —preguntó sonriendo—. ¿Crees tú que ella saldrá bien de esto?

Pedro dejó el cuchillo en un estante y se limpió las manos en su short, que era lo único que traía puesto. Se acercó a ella y la tomó de los hombros.

—Alicia ha mejorado desde ayer, y además, tú sabes que ella es una gran luchadora.

—Lo sé —aceptó la chica, tragando saliva—. Es que si algo le pasara, mi abuelo estaría perdido —Pedro se acercó a ella y Paula apoyó la cabeza en uno de sus hombros. De pronto, sintió una reparadora sensación de seguridad y alivio—. Tú sabes que él desea casarse con ella.

—A los cinco minutos de conocerlos, te puedes dar cuenta de eso.

—Trata de no preocuparte demasiado, Pau, ella está en buenas manos y rodeada de toda su familia. Además, Roberto se encuentra también con ella.

Paula  lo miró con ternura.

—Tienes razón, Pepe, ahora ya me siento mucho mejor —Paula sabía a lo que podía conducir esa cercanía, pero antes de separarse le dijo en forma confidencial—: Pepe, acerca de Facundo, la otra noche, él ni siquiera entró en mi casa. Te lo aseguro…

Ella sintió la tensión en el cuerpo de Pedro.

—Cuando entré en tu casa y ví la ropa esparcida por todos lados, fue lo primero que pensé, pero ya después con más calma me dí cuenta de que… bueno, por varias razones, es una situación difícil de explicar, pero en fin, te creo, Pau.

—Me alegra —dijo Paula con simpleza, sabiendo que de cualquier manera no tenía modo de comprobar lo que aseguraba.

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