viernes, 19 de agosto de 2016

Juntos A La Par: Capítulo 55

 Apresurada caminó hacia su casa para cambiarse dé vestido. Cuando llegó, se quitó la ropa que traía puesta y se puso otro vestido. Miró a su alrededor distraída buscando algo que pudiera necesitar, pero decidió que no le faltaba nada… Ali, tenía que ir a ver a Alicia.



Pedro había dado a Mateo un libro con unos mapas y por el camino le pidió a Paula le fuera leyendo y señalando las carreteras y las diversas poblaciones, que ellos habían conocido. Ella estuvo contenta de distraer sus pensamientos atendiendo al pequeño. No quería pensar en nada mas que pudiera perturbarla. Tenía tal vez que enfrentar la mirada inquisidora de Alicia y del abuelo, y sus preguntas…

Dejaron el auto en el estacionamiento del hospital y caminaron hacia el edificio de ladrillos rojos. Mateo se tomó de la mano de ella, apretándola con fuerza. Era natural que la cercanía de un hospital le trajera a la mente recuerdos recientes y sensaciones de inseguridad y miedo. Pedro iba detrás de ellos. Llamó a la puerta del cuarto de Alicia, que estaba entreabierta.

—¡Pasa, pasa! —la voz sonaba impaciente.

 Adelantando al pequeño y sintiendo la presencia de Pedro detrás de ella, Paula franqueó la puerta. Roberto estaba sentado en una silla, junto a la cama y sostenía una de las manos de Alicia entre las suyas. No hizo el menor intento de soltarla cuando los vio, pero una amplia sonrisa salió de sus labios, y sus ojos azules brillaban felices. Antes que Paula pudiera decir algo, Alicia le dijo:

—Bueno, creo que ustedes deben de felicitarnos.

—¿Por qué? —preguntó Paula simulando inocencia.

—Díselos tú, Roberto—ordenó Alicia.

—Bueno, Ali, y ¿Por qué no se los dices tú? —replicó el abuelo guiñándole un ojo.

—Sabes que tu abuelo me ha pedido muchas veces que me case con él; pues bien, lo he aceptado.

Paula los besó a los dos, abrazando con fuerza a su abuelo. Pedro se adelantó a besar a Alicia y estrechar la mano de Roberto. Mateo hizo lo mismo que su padre y después le dijo a Paula:

—¿Es que ahora Ali será tu abuela?

—Bueno, algo así como mi abuela —aceptó la chica sonriendo.

—¿Y podremos quedarnos a vivir con ustedes en la isla?

La sonrisa de Paula se congeló en sus labios. Miró a Pedro, pero no pudo sostenerle la mirada.

—Por ahora lo haremos, y a cualquier precio, ¿No es verdad, Roberto?

—¡Claro que si! —exclamó él divertido—. Necesito a alguien que me ayude a vestir mi mejor traje para la boda.

—¿Cuándo será ese acontecimiento, Ali?

—Quisiera que se leyeran las amonestaciones en la Iglesia, así que sería dentro de un mes.

—Veo que ahora que te has decidido no estás dispuesta a perder ningún tiempo, ¿Eh?

Alicia sonrió encantadora. Apretó la mano de Roberto con las suyas.

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