viernes, 19 de agosto de 2016

Juntos A La Par: Capítulo 58

Paula hizo un gesto de impaciencia. Pedro prosiguió hablando.

—No creas que te digo todo esto para que me tengas lástima. El asunto es que la historia se está repitiendo.

—Así que tú piensas que soy como Camila—reprochó Paula.

Pedro recorrió con uno de sus dedos la barbilla de la joven.

—Eso es exactamente lo que pienso, mi bellísima Paula Chaves que sale en las revistas.

—¡Ya te dije que no soy esa Paula! —le gritó—. Ni tampoco Camila. Soy Pau y todo lo que te he dicho ¡Es sólo la verdad!

—¿Puedes llevarme a la casa de campo donde estuviste?

—No podría, estaba demasiado oscuro y todo el camino era desconocido para mí.

—Me suena como una excusa que ya he escuchado otras veces.

—El que tu esposa fuera una mentirosa patológica, no debe hacerte pensar que todas las mujeres somos mentirosas —le gritó.

—No me importan las mujeres, me importas tú —afirmó Pedro sin exaltarse.

—Entonces, créeme, eso es todo lo que tienes que hacer —suplicó con suavidad.

Pedro miró su mano, una mano fina y pequeña que ahora tenía las uñas cortadas, pues al jugar por la tarde con Mateo, él había querido que le ayudara a raspar la concha de una tortuga y al rompérsele varias había tenido que cortárselas todas, antes de poner al pequeño a dormir.

—No —dijo Pedro de pronto—, no te pareces en nada a ella. Camila usa las uñas largas y las pinta de color rojo y usa grandes y costosos anillos en todos los dedos. Por fortuna ahora es Mauricio quien tiene que comprárselos… —con la misma voz desapasionada, añadió—: ¿Te has acostado con otros hombres, quiero decir, aparte de Facundo?

—¡No me he acostado con nadie!

—¿Acaso esperas que te crea? Y ¿qué hay de toda esa publicidad que te rodeaba cuando eras la bella socialité Paula Chaves? No había nada de virginal en aquella personalidad, ¿No es así?

—No era más que una pose —expreso ella a la defensiva.

—Pues la actuabas demasiado bien, ¿No te parece?

—Supongo que sí. Aunque, según me dijiste, a pesar de todo el maquillaje parecía ante tus ojos como una niña infeliz.

—Se puede ser promiscuo e infeliz a la vez, estoy seguro de eso…

—¡Promiscua, eso es algo que yo nunca he sido! —exclamó Paula, furiosa.

—Tú sabes que hay una sola manera de demostrar que estás diciendo la verdad, ¿No es así?

—¡Oh! ¿Y cómo? —preguntó ella, inocente.

 Él se acercó a Paula y le acarició un brazo diciéndole:

—Es obvio, ¿No te parece? Si yo te hiciera el amor ahora mismo, podría darme cuenta si soy o no el primero en tu vida.

—¡Esa es la peor cosa que pudiste haber dicho! —exclamó empujándolo.

Él la abrazó por la cintura y comenzó a besarla apasionadamente. Paula se mantenía rígida, luchando contra sus propios instintos que la motivaban a responderá las caricias.

—Deja de luchar contra mí, ¡Tú estás deseándolo tanto como yo!

Con inesperada soltura, la tomó entre sus brazos y la llevó hacia la habitación, que estaba junto a la cocina. Consciente de que Mateo pudiera despertarse, Paula suplicó casi en secreto:

—¡Déjame, Pedro! Odio que me trates así, ¡Déjame!

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