Juntos A La Par: Capítulo 59

Él la tendió en la cama y se acostó junto a ella, sosteniéndola por las muñecas. Entre rápidos besos le dijo:

—Yo sé que tú me deseas, Pau, en cuanto comienzo a besarte lo siento. Ahora bien, ¿Por qué me rechazas? ¿Es que acaso no quieres que descubra la verdad?, ¿no es así?

Paula le lanzó una mirada furiosa.

—Desde este momento no me importa nada acerca de lo que pienses de mí. Es cierto que te divorciaste de Camila hace casi dos años, pero la verdad es que aún no te liberas de ella, y a menos que tú un día logres sentirte verdaderamente libre, no serás capaz de confiar en nadie ni tampoco de respetar a ninguna mujer —zafó su muñeca y se separó de él, sentándose en la cama—. Y ahora vete de aquí, antes que Mateo pueda escuchar y despertarse.

Él le soltó la otra muñeca y ella se la frotó, pues la había apretado demasiado y estaba enrojecida. Pedro se levantó de un salto pero, al caminar, se balanceó como si fuera a perder el equilibrio.

—Pedro, ¿Estás bien?

Él se volvió para mirarla y le dijo tranquilo:

—Ahora iré a dormirme. Buenas noches, Pau.

Salió del dormitorio cerrando con suavidad la puerta. Ella se quedó un rato más allí, lo escuchó apagar las luces y subir por la escalera. Un poco más tarde, la chica salió por su camisa de dormir que había traído en el bolso y se cambió para acostarse. Sin embargo, no pudo dormirse pronto. Su sueño fue inquieto y poco reparador. A alguna hora de la madrugada, escuchó el despertador y después, las pisadas de Pedro en la escalera. Estaba oscuro y llovía. Más tarde, oyó el ruido del motor del bote que partía con rumbo a mar abierto.


Ya era de día cuando volvió a abrir los ojos. Pensó que sería un día nublado, pues la lluvia aún se escuchaba golpetear sobre los vidrios de las ventanas. Recordó que tenía que hornear pan para el desayuno y se levantó acercándose a la ventana. En efecto, el día era gris. La lluvia caía incesante y el viento balanceaba las ramas de los árboles.