—Sí —Valeria arrugó la cara como si succionara un limón—. Ha salido solo. Yo creía que tú ya se lo habías contado y quena que supiera que me sentía mal por haberlo engañado así. Cuando me he dado cuenta de que tú no le habías dicho nada, ya había metido la pata hasta el fondo.
Paula tragó saliva y empezó a toser.
—Agua... —Valeria le pasó un vaso que había en la mesilla y ella bebió—. ¿Se lo ha tomado muy mal?
—Oh, no sé. Creo que no es para tanto. Fue una estupidez y estuvo mal, pero también fue hace mucho tiempo y él y yo ya habíamos terminado.
—¿Y cómo ha reaccionado él?
—Se ha quedado muy callado. Raro, ¿Verdad? Y luego ha llegado el médico y Pedro ha dicho que no podía venir aquí. No lo entiendo. Fue un engaño, sí, pero tampoco le arruinamos la vida con eso.
Paula miró a su hermana. Pensó en todas las ocasiones que había tenido de decírselo y en cómo las había desperdiciado. Y ahora ya era tarde. Él ya lo sabía y, por lo que decía Valeria, no se lo había tomado bien.
Paula dejó escapar un sollozo.
—¡Oh, lo siento mucho! Parece que lo he estropeado todo. Te juro que no sé por qué me cuesta tanto tener la boca cerrada...
Paula no podía dejar que se echara la culpa.
—Tú no has estropeado nada, he sido yo.
Valeria tomó un pañuelo de papel de la caja que había en la mesilla.
—¿Eh? —se sonó en el pañuelo—. Vamos, fui yo la que tuvo la idea. Y la que lo ha estropeado todo esta noche, así que...
Paula le dió una palmadita en el brazo.
—Créeme. No es culpa tuya.
—No veo cómo puedes decir eso.
—Lo sé. Pero lo verás.
Valeria frunció el ceño.
—Genial. Eso quiere decir que no me vas a explicar lo que pasa, ¿Verdad?
—No puedo. Antes tengo que hablar con Pedro. Pero en cuanto pueda, te lo contaré todo, te lo prometo. Lo único que necesitas saber ahora es que no has hecho nada malo. Todo lo malo aquí es obra mía.
—Pero yo no... —Valeria se detuvo en mitad de la frase.
Paula, que le miraba la cara, supo el momento exacto en que su hermana empezaba a comprender—. O puede que sí —dijo con suavidad—. La noche del baile, Pepe y tú...
Paula tragó saliva y asintió con la cabeza.
—No era verdad que fuisteis a desayunar, ¿Eh?
—No. Metí la pata —comentó Paula.
Y Valeria asintió.
—Sí, parece que sí.
Pedro llamó al timbre de la casa y esperó. Abrió Miguel, ataviado con una bata de cuadros y unos mocasines viejos. Su rostro se ensombreció al verlo.
—¿Pau? ¿Está...?
Pedro se apresuró a tranquilizarlo.
—Está bien. Vale se ha quedado con ella. He venido a decirless que se pondrá bien.
Sabía que la excusa sonaba tonta. Después de todo, Miguel había oído ya esa noticia de boca del doctor Jover horas atrás, antes de irse del hospital. Alejandra apareció en la escalera con una bata larga rosa y el pelo aplastado en un lado.
—¿Quién es?
—Es Pepe —repuso su marido—. Ha venido a decirnos que Pau está bien.
—¡Pepe! —Alejandra bajó las escaleras deprisa—. Entra, entra, por favor.
Fueron a la cocina, donde Alejandra preparó café enseguida. Le sirvió una taza y le ofreció nuevos y tostadas, que él declinó. Ni a Miguel ni a Alejandra parecía importarles que no hubiera necesidad de que estuviera allí ni que las noticias que les había llevado tuvieran muy poco de novedoso. Y cuando pidió ver a Felipe, Alejandra se levantó enseguida.
—Se alegrará mucho. Ha preguntado por tí antes de acostarse.
—¿Sí?
—Claro que sí. Le has causado una gran impresión.
—¿De verdad?
Miguel soltó una risita.
—No hay mejor modo de impresionar a un chico que salvarles la vida a su madre y a él.
Alejandra asintió con ojos húmedos.
—Y también a los abuelos del chico.
—Créetelo —dijo Miguel—. En este momento eres casi tan popular con Feli como ese perro tuyo tan feo.
Alejandra sonrió.
—Ven por aquí.
Pedro dejó la taza de café en la mesa y la siguió hasta una habitación de arriba. Llamó suavemente con los nudillos pero no hubo respuesta. Alejandra se llevó un dedo a los labios y abrió la puerta con lentitud. La luz del pasillo entró en la estancia y alumbró la cama individual situada al lado de la pared. Felipe dormía profundamente tumbado de espaldas.Llevaba un pijama azul de Bart Simpson y el remolino de la coronilla destacaba sobre la almohada. La luz acentuaba la sombra que definía el hoyuelo de su barbilla, un hoyuelo igual al que veía Pedro todas las mañanas cuando se afeitaba delante del espejo.Y no eran sólo el hoyuelo de la barbilla y el remolino, era también la forma del rostro y la curva de su boca cuando sonreía.No había duda. Tenía que haberlo visto antes. Había tenido la verdad delante de los ojos durante dos semanas y no la había visto. Sólo había visto lo que esperaba ver.Como aquella noche tantos años atrás... Esperaba ver a Valeria y por eso la vió a ella. Aun así, notó que parecía distinta; sus ojos eran más suaves y su voz también. Era más gentil, más callada. Aquella noche no era la Valeria que él conocía. Porque no era Valeria.
Que capítulos! Paula esperó tanto para que vaya a enterarse así... Que pena!
ResponderEliminarQue buchona Valeria!!!
ResponderEliminarQué bolonqui se va a armar cuando Pau se recupere del todo. Excelentes caps.
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