lunes, 29 de agosto de 2016

Trampa De Gemelas: Capítulo 27

—Sí —Valeria arrugó  la  cara  como  si  succionara  un  limón—.  Ha  salido  solo.  Yo  creía  que  tú  ya  se  lo  habías  contado  y  quena  que  supiera  que  me  sentía  mal  por  haberlo engañado así. Cuando me he dado cuenta de que tú no le habías dicho nada, ya había metido la pata hasta el fondo.

Paula tragó saliva y empezó a toser.

—Agua... —Valeria le pasó un vaso que había en la mesilla y ella bebió—. ¿Se lo ha tomado muy mal?

—Oh,  no  sé.  Creo  que  no  es  para  tanto.  Fue  una  estupidez  y  estuvo  mal,  pero  también fue hace mucho tiempo y él y yo ya habíamos terminado.

—¿Y cómo ha reaccionado él?

—Se  ha  quedado  muy  callado.  Raro,  ¿Verdad?  Y  luego  ha  llegado  el  médico  y  Pedro  ha dicho  que  no  podía  venir  aquí.  No  lo  entiendo.  Fue  un  engaño,  sí,  pero  tampoco le arruinamos la vida con eso.

Paula  miró  a  su  hermana.  Pensó  en  todas  las  ocasiones  que  había  tenido  de  decírselo  y  en cómo  las  había  desperdiciado.  Y  ahora  ya  era  tarde.  Él  ya  lo  sabía  y,  por lo que decía Valeria, no se lo había tomado bien.

Paula dejó escapar un sollozo.

—¡Oh, lo siento mucho! Parece que lo he estropeado todo. Te juro que no sé por qué me cuesta tanto tener la boca cerrada...

Paula no podía dejar que se echara la culpa.

—Tú no has estropeado nada, he sido yo.

Valeria tomó un pañuelo de papel de la caja que había en la mesilla.

—¿Eh? —se sonó en el pañuelo—. Vamos, fui yo la que tuvo la idea. Y la que lo ha estropeado todo esta noche, así que...

Paula le dió una palmadita en el brazo.

—Créeme. No es culpa tuya.

—No veo cómo puedes decir eso.

—Lo sé. Pero lo verás.

Valeria frunció el ceño.

—Genial. Eso quiere decir que no me vas a explicar lo que pasa, ¿Verdad?

—No  puedo.  Antes  tengo  que  hablar  con  Pedro.  Pero  en  cuanto  pueda,  te  lo  contaré todo, te lo prometo. Lo único que necesitas saber ahora es que no has hecho nada malo. Todo lo malo aquí es obra mía.

—Pero  yo  no...  —Valeria se  detuvo  en  mitad  de  la  frase.

Paula,  que  le  miraba  la  cara,  supo  el  momento  exacto  en  que  su  hermana  empezaba  a comprender—.  O  puede que sí —dijo con suavidad—. La noche del baile, Pepe  y tú...
Paula tragó saliva y asintió con la cabeza.

—No era verdad que fuisteis a desayunar, ¿Eh?

—No. Metí la pata —comentó Paula.

Y Valeria asintió.

—Sí, parece que sí.


Pedro llamó al timbre de la casa y esperó. Abrió Miguel, ataviado con una bata de cuadros y unos mocasines viejos. Su rostro se ensombreció al verlo.

—¿Pau? ¿Está...?

Pedro se apresuró a tranquilizarlo.

—Está  bien.  Vale se  ha  quedado  con  ella.  He  venido  a  decirless  que  se  pondrá  bien.

Sabía  que  la  excusa  sonaba  tonta.  Después  de  todo,  Miguel había  oído  ya  esa  noticia de boca del doctor Jover horas atrás, antes de irse del hospital. Alejandra apareció  en  la  escalera  con  una bata  larga  rosa  y  el  pelo  aplastado  en  un  lado.

—¿Quién es?

—Es Pepe —repuso su marido—. Ha venido a decirnos que Pau está bien.

—¡Pepe! —Alejandra bajó las escaleras deprisa—. Entra, entra, por favor.

Fueron a la cocina, donde Alejandra preparó café enseguida. Le sirvió una taza y le ofreció nuevos y tostadas, que él declinó. Ni  a  Miguel ni  a  Alejandra parecía  importarles  que  no  hubiera necesidad  de  que  estuviera  allí  ni  que  las  noticias  que  les  había  llevado  tuvieran  muy  poco de  novedoso. Y cuando pidió ver a Felipe, Alejandra se levantó enseguida.

—Se alegrará mucho. Ha preguntado por tí antes de acostarse.

—¿Sí?

—Claro que sí. Le has causado una gran impresión.

—¿De verdad?

Miguel soltó una risita.

—No  hay  mejor  modo  de  impresionar  a  un  chico  que  salvarles  la  vida  a  su  madre y a él.

Alejandra asintió con ojos húmedos.

—Y también a los abuelos del chico.

—Créetelo —dijo  Miguel—.  En  este  momento  eres  casi  tan  popular  con  Feli  como ese perro tuyo tan feo.

Alejandra sonrió.

—Ven por aquí.

Pedro dejó la taza de café en la mesa y la siguió hasta una habitación de arriba. Llamó suavemente con los nudillos pero no hubo respuesta. Alejandra se  llevó  un  dedo  a  los  labios  y  abrió  la puerta  con  lentitud.  La  luz  del  pasillo entró en la estancia y alumbró la cama individual situada al lado de la pared. Felipe dormía profundamente tumbado de espaldas.Llevaba un pijama azul de Bart Simpson y el remolino de la coronilla destacaba sobre la almohada. La luz acentuaba la sombra que definía el hoyuelo de su barbilla, un  hoyuelo  igual  al  que  veía  Pedro todas  las  mañanas  cuando se  afeitaba  delante  del espejo.Y no eran sólo el hoyuelo de la barbilla y el remolino, era también la forma del rostro y la curva de su boca cuando sonreía.No  había  duda.  Tenía  que  haberlo  visto antes.  Había  tenido  la  verdad  delante  de los ojos durante dos semanas y no la había visto. Sólo había visto lo que esperaba ver.Como aquella noche tantos años atrás... Esperaba  ver  a  Valeria  y por  eso  la  vió a  ella.  Aun  así,  notó  que  parecía  distinta;  sus  ojos  eran  más suaves  y  su  voz también.  Era  más  gentil,  más  callada.  Aquella  noche no era la Valeria que él conocía. Porque no era Valeria.

3 comentarios:

  1. Que capítulos! Paula esperó tanto para que vaya a enterarse así... Que pena!

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  2. Qué bolonqui se va a armar cuando Pau se recupere del todo. Excelentes caps.

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