viernes, 26 de agosto de 2016

Trampa De Gemelas: Capítulo 14

Miguel se inclinó hacia Alejandra y le habló como si estuvieran los dos solos.

—¿Fueron al rancho?

La madre de Paula le lanzó una mirada de paciencia.

—¿Por qué no se lo preguntas a tu hija?

—Eso,  papá.  ¿Por  qué  no  me  preguntas  a  mí?  —intervino  Paula—.  Después  de  todo, estoy aquí sentada.

—Ejem...  —Miguel la  miró—.  ¿Fuiste  al  rancho  de  Pedro,  hija?  —preguntó  con mucho cuidado.

Ella  lo  miró  a  los  ojos,  que  eran  del  mismo  color  azul  que  los  suyos  y  comprendió que su padre se esforzaba por llevarse bien con ella y arreglar las vallas que con tanta crueldad había pisoteado once años antes. Y también comprendió que ella era muy dura con él. Su padre la quería y sólo había hecho lo que consideraba lo mejor para ella. Lo  que  ocurría  era  que  siempre  que  lo  miraba  no  podía  evitar  recordar  los  gritos y amenazas con los que había recibido la noticia de su embarazo. Y  todavía  no  sabía  qué  le  había  dolido  más,  si  esos  gritos  o  que  la  hubiera  enviado a San Antonio para no tener que ver a su hijita soltera avergonzándolo con su embarazo delante de todo el pueblo.Pero de eso hacía ya mucho tiempo y ahora era una mujer adulta que dirigía su propia vida y Miguel sólo le había hecho una pregunta civilizada.

—Sí,  papá.  El  jueves  fuimos  al  Doble  T.  Nos  invitó  Pedro y  nos  divertimos  mucho.

—Eso está muy bien —musitó su padre.Pero  no  dijo  nada  más,  cosa  que  Paula le  agradeció.  Le  sonrió  y  él  le  dió  una  palmadita en la mano.

—¿Qué te parece si pasas esas judías verdes, querida? Gracias.

—De nada, papá.

Al  día  siguiente,  Paula volvió  a  ver  a  Pedro en  la  iglesia.  Y  después  en  el  restaurante.  Él  no  dejaba  de  mirarla  y  a  ella  le  latía  con  fuerza  el  corazón  y  le  sudaban las manos... Sonreía, asentía con la cabeza y apartaba la vista. Más tarde, su madre, su hermana y ella estaban sentadas en la mesa de la cocina mirando telas para buscar cortinas para la casa nueva en la que se instalarían Julián  y Valeria a  la  vuelta  de  su  luna  de  miel.  Sonó  el  teléfono  y  Paula se  sobresaltó.  Sabía  que  sería él. Su madre se levantó y fue a contestar.

—Hola,  Pedro —miró  a  Paula con  las  cejas  enarcadas—.  Está  aquí.  Espera  —Alejandra le pasó el teléfono inalámbrico a Paula—. Pedro—susurró.

Ella  tomó el teléfono.

—Hola.

—Hola —dijo él—. El otro día me lo pase muy bien.

—Yo también —repuso ella—. Gracias de nuevo.

—De nada. Oye, ¿Nos vemos esta noche? Puedo recogerte a las seis y podemos ir a Abilene. Conozco un restaurante mexicano muy bueno.

—¿Hoy? —intentó imaginarse a los dos solos, sin interrupciones.No, no podía estar de nuevo a solas con él y no decírselo. O quizá sí podía... y eso era lo que más la asustaba.Su hermana y su madre asentían las dos con la cabeza con frenesí. Paula se volvió a mirar la pared.

—Mejor no —contestó.

Pedro tardó un momento en hablar.

—¿Mejor no? —preguntó.

—Esta noche tenemos cena en familia —se apresuró a explicar ella— y no... —dejó la excusa sin terminar. ¡Sonaba tan pobre! Pedro debía pensar lo mismo. Se notaba en su voz cuando volvió a hablar.

—¿Y durante la semana? Podemos...

—No puedo.

Él  guardó  silencio.  Paula oía  gruñir  a  su  madre  y  a  su  hermana  detrás  de  ella,  pero mantuvo la vista clavada en la pared.

—No comprendo —dijo él al fin—. Creía...

Paula no podía soportar oírselo decir.

—Oye, me pregunto...

—¿Qué? —preguntó él.

Era un momento desesperado. ¿Qué podía decir ahora?Entonces se le ocurrió. Ya sabía lo que tenía que hacer. Sabía cómo colocarse en el momento de la verdad. Fijaría ya la fecha allí mismo.Una cita. Sí. Haría una cita para decírselo y la haría ese día.

—Espera —le dijo—. Enseguida vuelvo.

—De acuerdo —repuso él.

Paula se volvió hacia su madre y su hermana.

—Voy a hablar a la sala —les dijo con tono amenazador.Las dos levantaron las manos y parpadearon para darle a entender que jamás se les ocurriría entrometerse en sus conversaciones privadas. Paula se llevó el teléfono a la sala.

—¿Pedro?

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