viernes, 15 de julio de 2016

Una Luz En Mi Vida: Capítulo 9

Las cosas no iban a ser tan sencillas. Fue notorio, al día siguiente, que Beatríz estaba de parte de Pedro Alfonso, ya que había planchado el traje y limpiado los zapatos de la joven antes de que ésta se levantase.

—Después de ducharte, te secaré el pelo y te lo arreglaré un poco — afirmó Beatríz, mientras llevaba a la joven una taza de té a la cama.

—No pienso salir con él, Betty. He decidido que no quiero. Lamento que hayas planchado el traje, podías haberte evitado ese trabajo.

—¡Nada de eso! ¿Un hombre tan apuesto como él? Claro que saldrás con él.

 —No —insistió Paula, con terquedad—. Odio salir. Me siento como si todo el mundo estuviese mirándome. Y ya sabes cómo me caí esa vez que tuve que regresar a casa en taxi. No lo haré, Betty.

—Es posible que el señor Alfonso tenga algo que decir al respecto.

—Puede decir lo que quiera. A menos que utilice la fuerza para sacarme de casa, no puede obligarme a hacer nada que yo no quiera.

— Puede ser que sí o tal vez no —dijo Beatríz, enigmática—. De todos modos, no hay nada malo en que te arregles. Ese traje te queda muy bien y, aunque no quieras salir, es posible que él quiera quedarse y tomar una taza de té. Paula consideró que Pedro Alfonso no era la clase de hombre que se sentaría a tomar té y hablar cortésmente, pero se abstuvo de decirlo. De cualquier manera, era posible que Betty tuviese razón: le animaría saber que estaba bien arreglada, y le daría más confianza en sí misma, algo que necesitaría para enfrentarse y oponerse a los deseos de su visitante.

A las dos en punto, el timbre sonó. Paula se encontraba arriba, palpando el contenido de un cajón de la cómoda para encontrar el perfume y a pesar de su intención de permanecer en calma, se sintió nerviosa. Se aplicó, rápidamente, perfume en las muñecas y el cuello, y avanzó hacia la puerta. Cuando Pedro Alfonso entraba en la casa, ella descendía la escalera, tocando el pasamanos, dispuesta a no cometer errores. Él la observó en silencio. La joven parecía otra. El cabello le caía en forma de ondas hasta los hombros, mientras que el maquillaje acentuaba sus rasgos. Llevaba un traje de chaqueta y una blusa verde. Los zapatos de tacón alto, acentuaban la fragilidad de sus tobillos. Terminó de bajar la escalera y posiblemente él percibió una pequeña duda en ella antes de dirigirse a él, con una mano extendida para saludarle.

— ¿Señor Alfonso?

Él le tomó la mano y ella advirtió que la llevaba á sus labios, sintiendo algo similar al fuego en la piel. Tensa, procuró liberarse mientras todos sus sentidos le advertían de un peligro. Al oír que Beatríz se retiraba, volvió la cabeza y la llamó.

— Estoy esperando al chico de los periódicos, querida. Es mejor que aguarde en la cocina —fue la respuesta que le dio el ama de llaves. Se sintió sola y contrariada, ya que había contado con el apoyo de la presencia de Beatríz.

—¿Estás lista?

— No iré —contestó de inmediato, considerando que no había motivo para andar con rodeos.

—Conque esas tenemos, ¿eh? Te vistes elegantemente y te pones guapa sólo para darte el valor de decirme que me marche. Paula se sonrojó, ya que Pedro estaba diciéndole la verdad.

—No quiero salir con usted. No veo qué utilidad pueda tener eso.

—Estás equivocada, querida. Ven, hace muy buen día. Pasearemos primero en mi coche y después te llevaré a algún sitio a tomar el té.

Infructuosamente, la joven procuró liberar su mano, a la vez que exclamaba molesta:  -¿No ha oído? He dicho que no...

—No me vas a convencer, Pau. De modo que lo mejor que puedes hacer es rendirte.

— ¡No creo que usted esté acostumbrado a que una mujer le diga no!

—Es posible que tengas razón —afirmó él, con ironía—. Sea como sea, tú vas a venir conmigo, Pau, aunque tenga que cogerte en brazos y llevarte así al coche —dijo él, cogiéndola rápidamente de la cintura. Ella levantó las manos en un gesto instintivo para alejarle, pero él añadió para convencerla—: Por favor, Pau. Hace sol, estamos en primavera y a mí me gustaría salir contigo.

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