domingo, 10 de julio de 2016

La Usurpadora: Capítulo 52

—¿Qué quieres decir?

—Quiero decir que desea que Priscilla sea… felíz. ¡Sí, eso lo sabía! Eso también debió decirle que era a Priscilla a quien estaba en peligro de perder. Pedro tenía la obsesión de que Prisci poseyera todo lo que deseara con tal de hacerla feliz.

—Todos lo deseamos —dijo con voz ronca.

—Pero no tanto como él.

—Tal vez no —pero eso no impidió que tratara… aunque no tuvo éxito, de seducirla—. Será mejor que me vaya, Eze. Mi padre debe estar esperándome.

—Dijo que te esperaría despierto.

Había luz en la sala cuando llegó a casa y titubeó en la puerta mirando a Ezequiel con incertidumbre.

—Prefieres entrar sola, ¿verdad? —adivinó él.

—Gracias Eze —lo besó en la boca—. Creo que te amo —susurró.

Él le acarició una mejilla.

—Para eso son los hermanos honoríficos. Buenas noches cariño —se inclinó y la besó.

Su padre estaba solo y se levantó en cuanto ella entró en el cuarto.

—¡Oh, papá! —se arrojó llorosa en sus brazos.

—Lo sé, niña, lo sé —le acarició el cabello y la arrulló.

—¡No creo poder soportarlo!

—Tenemos que hacerlo, Pau, y debemos ser fuertes por el bien de Prisci.

—Lo sé —se limpió las lágrimas con el dorso de la mano—. ¿Por qué no me contaste, papá? Todo este tiempo creí que eras tú el enfermo y no podía entender por qué me lo ocultabas.

—¿Yo? ¿Por qué creíste eso?

—Temo que saqué falsas conclusiones. Pero Prisci es tan joven —la voz se le quebró—. Lo siento, debe ser peor para tí que para mí.

—No. He visto lo encariñadas que están, casi como si hubieran estado juntas toda la vida. Estoy agradecido por eso, Pau. Ha sido un poco más fácil para ella.

—¿Ella… ella sabe? —al recordar la conversación que tuvieron acerca de la muerte pensó que debía saber.

—¡Oh, sí! —suspiró él—. No al principio, pero cuando las jaquecas continuaron, adivinó. Durante un par de semanas casi enloquece, aunque cambió su estado de ánimo cuando se comprometió con Pedro.

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