viernes, 8 de julio de 2016

La Usurpadora: Capítulo 47

—Tú y yo iremos de compras —anunció Priscilla el sábado mientras desayunaban juntas.

—¿Ambas? —preguntó Paula con  tolerancia.

—Sí. Bueno no es exactamente de compras —agregó culpable—. Sé a dónde vamos y ya compré lo… que quiero. Sólo tenemos que ir a recogerlo.

—¿Prisci? —Paula la miró sospechosa—. ¿Qué estás tramando?

—Nada, es una sorpresa para tí —casi no podía aguantar la excitación—. ¿Terminaste? —trató de apresurar a Paula.

—No, todavía no —Paula bebía con lentitud el café.

—Sí, ya terminaste —Priscilla le quitó la taza de la mano y se levantó.

Paula no se movió.

—¿Y qué hay de la fiesta de esta noche? ¿No deberíamos hacer esta mañana algo al respecto?

—Todo está arreglado y Gerardo es muy capaz para encargarse de cualquier detalle que surja.

—No lo fue ayer cuando no tuvo tiempo de ayudarme a arreglar el estudio de papá —le recordó Paula con severidad.

—Yo lo he estado haciendo durante años, sólo porque papá no deja que el personal entre allí. Pensé que era tiempo de que te tocara el turno.

—Y tú estabas ocupada con otras cosas —dijo Paula con sequedad.

—Es cierto —Priscilla rió.

El salón de vestidos no fue una sorpresa para Paula, lo esperaba. Priscilla todavía no se había comprado un vestido nuevo para la fiesta, así que era lógico que lo comprara ese día. Sólo que había dado un paso más, mandó confeccionar dos vestidos idénticos.

—¿No están bellísimos? —gritó extasiada cuando se los mostraron para su aprobación.

¡Eran hermosos, pero idénticos!

—Cuando ordenó dos vestidos iguales —le dijo la vendedora—, me quedé asombrada. Pero ahora… —movió los brazos en dirección a ellas—, entiendo.

—Nadie podrá distinguirnos a una de la otra —se quejó Paula.

—¡Esa es la idea! —Priscilla enrojeció de placer ante la idea—. Vamos a probarlos.

—Prisci…

—¡Anda, Pau! —la haló hacia los vestidores.

El vestido le quedó perfecto. Era de chifón negro, un color que ella no usaba, strapless, sólo se mantenía sobre los senos por su gracia y entallaba el busto hasta la cintura para después caer en varias capas hasta los pies.

—¡Dios mío! —exclamó la vendedora—. ¡Son idénticas!

—¿Verdad que sí, Pau? —Priscilla rogó para que Paula aprobara.

—Sí, es cierto, vamos a causar mucha confusión en la fiesta de esta noche.

—Esa es la idea —sonrió feliz Priscilla.

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