lunes, 11 de julio de 2016

La Usurpadora: Capítulo 62

—¿Él… él qué?

—Te ama —repitió feliz Priscilla—. Tenía yo mis sospechas, por la forma como se evitaban uno al otro, pero esta noche estuve segura.

—¿C… cómo supiste?

—Él me lo dijo —anunció Priscilla con calma.

Paula comenzaba a preguntarse si no tendría alucinaciones. Priscilla sólo se había comprometido con Pedro para que Federico no se sintiera lastimado aunque era el hombre a quien realmente amaba, y Pedro la ayudó en su plan. Y ahora, Priscilla iba a casarse con Fede después de todo, y Pedro había aceptado que la amaba a ella, a Paula.

—¿Ves? —Priscilla levantó su mano izquierda, desnuda—. Ningún anillo de compromiso. Fede va a comprarme uno mañana.

—Ah, ¿entonces ya está enterado del asunto? —inquirió Paula, aturdida.

—¡Tonta! —rió nerviosa su hermana—. Por supuesto que lo sabe, aunque estaba furioso con Pepe y conmigo cuando se enteró de lo que yo había hecho.

—¡Me sorprende que lo haya entendido!

Priscilla la miró burlona.

—¿No quieres saber más acerca de que Pepe te ama?

Paula se ruborizó y se paró dándole la espalda.

—No creo que me ame. Sí, sé que lo atraigo, pero sólo porque me parezco a tí. Pienso que estás equivocada en relación con que no te ama, Prisci. Debe estar muy afligido de que te cases con su hermano.

—Nada de eso. Una vez que le expliqué el malentendido, él mismo fue  por Fede.

—Sólo para ocultar sus verdaderos sentimientos.

—¿Qué necesitas para convencerte? —preguntó Priscilla con impaciencia—. El hombre te ama, quiere casarse contigo.

—¿C… casarse conmigo?

—Eso despertó tu atención. Por supuesto que Pepe quiere casarse contigo, pero dice que tú no lo quieres.

—Pero si él sabe que sí… quiero decir… bueno —Paula se ruborizó—. Sí lo quiero —dijo con timidez.

Los ojos de Priscilla brillaron maliciosos.

—No voy a preguntar cómo lo sabe. El caso es que lo ignora, dice que lo desprecias.

Tenía temor de creer lo que Priscilla le decía y sin embargo, su hermana parecía confiada.

—Jamás lo había visto así —continuó diciendo Priscilla—. Pedro siempre ha sido para mí como un hermano mayor, por eso acudí a él para que me ayudara. Pero acerca de tí está tan incierto como un colegial. No estoy segura de que me guste verlo así.

—¿Y por eso quieres sacarlo de su desgracia? —Paula comenzaba a tener esperanza, a creer lo que Priscilla le decía.

—No, quiero que tú lo hagas. Esta noche.

—¿Ahora?

—¿Por qué no? —Priscilla encogió los hombros.

—Porque son más de las doce de la noche.

—Yo le daré a papá tus excusas por la mañana.

—¡En la!… aunque fuera a ver a Pedro ahora, regresaría luego —insistió Paula indignada.

—Por supuesto que sí.

—¡Sí lo haría!

—Lo acepté, ¿o no? —Priscilla la miró con exagerada inocencia.

—Fue la forma en que aceptaste.

—Conozco a Pepe—sonrió Priscilla.

—¿De veras? —los ojos de Paula reflejaron celos.

—No así —rió su hermana— Jamás hubo, algo así entre nosotros. Pero contigo es diferente, cuando te habla se pone tenso y palidece, tanto que una vez que te tenga a solas, sé que no volverá a querer perderte de vista.

—Está bien —suspiró Paula—, me convenciste. Iré a verlo.

—Usa mi coche —Priscilla buscó las llaves en su bolso—. Papá iba a comprarte uno, pero ahora que vas a casarte, supongo que Pedro lo hará —le dió las llaves a la vez que sonreía con malicia.

—No vayas tan rápido. Nadie dijo que voy a casarme —le advirtió Paula.

—Te casarás. Papito quedará totalmente confundido.

Paula deseó tener tanta confianza como Priscilla en los sentimientos de Pedro. Sólo él podía decírselo.

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