miércoles, 20 de julio de 2016

Una Luz En Mi Vida: Capítulo 27

— Es muy amable por tu parte tenerme en la casa.

— Fue idea de Pedro, según tengo entendido —replicó Facundo con cierta malicia. Está allí? —inquirió Paula, intentando aparentar naturalidad.

— ¿Quién? ¿Pedro? No. Todavía está en el norte, según sé. Sigue revolviendo tumbas antiguas.

— ¿Por qué no te cae bien Pedro? —preguntó ella.

—Tú le conoces, ¿no?

— Esa respuesta no es suficiente —respondió Paula, sintiendo absurdamente que debía defender a Pedro.

—Oh. Siempre está tan seguro de sí mismo, es tan dominante... No me digas que te gustó.

— De no haber sido por Pedro—afirmó Paula—, aún estaría sentada en la sala de mi madre, ciega, aburrida. No habría venido a operarme si él no me hubiera traído. De modo que con él tengo una deuda de gratitud que jamás podré pagarle.

—Gratitud —repitió Facundo, irritado—. Siempre fue bueno para organizar la vida de los demás. De todos modos, creo que debe sentirse satisfecho por la recuperación de tu vista, ¿no es así?

— No creo que lo sepa. Se fue al norte antes de la operación y no he sabido nada de él desde entonces.

—Es típico de Pedro. Cuando empieza a seguirle la pista a alguien que vivió hace mil años, no se puede contar con él. El siglo veinte no existe para él.

Facundo acababa de confirmar algo que ella ya se imaginaba, pero las palabras que había utilizado la habían hecho daño. Mirándola con suspicacia, le preguntó:

— Eso te molesta, ¿verdad?

— Supongo que sí —respondió la chica con lentitud. En un esfuerzo por distraerse, le miró con intensidad, procurando descubrir los posibles cambios que se habían producido en él en el año transcurrido. De pronto, decidió plantear las cosas sin titubeos.

—Al parecer, en una crisis, no se puede contar con ninguno de los hermanos Alfonso.

 — ¿Recuerdas que te dije en el hospital que quería hablar contigo? —Preguntó él, con interés—. Ahora puedo contarte la verdad, Pau. Hasta ahora no había podido hacerlo. ¿La verdad de qué?—De por qué tuve que dejarte hace un año, romper nuestro compromiso.

Paula sintió que la ira se apoderaba de ella.

—Aquel día me dijiste el porqué. Me explicaste que habías sido ascendido y trasladado y que una esposa ciega no encajaba en tus planes. Él se inclinó hacia adelante, colocando un brazo sobre el respaldo del asiento, mientras ella se esforzaba por mantener las manos quietas, sobre su regazo.

—Eso fue lo que te dije sí. Eso fue lo que tuve que decirte — afirmó él, sin la seguridad ni el tono de voz de Pedro.

—No sé qué es lo que quieres decir, Facu—dijo ella, aparentando tranquilidad.

—Permíteme ser franco contigo, aunque temo que te dolerá, Pau...

—Soy más dura que antes —interrumpió la chica.

—Lo he notado —replicó él, sonriendo como a ella siempre le había gustado—. Has crecido, ¿No es verdad, Pau? Hasta estás más guapa.

—Pero no estamos hablando de mi belleza ni de mi madurez  protestó la chica, tensa.

—Muy bien —comenzó a decir Facundo—. Mientras estabas en el hospital y después de que los médicos hubieran diagnosticado tu ceguera, tu madre fue a verme. Me dijo que quería que rompiera el compromiso.

— ¿Porqué? —preguntó Paula, perpleja. Él le tomó las manos, aunque ella casi no lo advirtió.

—Aclaremos algo antes, Pau. Yo te amaba y quería que fueras  mi esposa. Naturalmente, me sentí muy mal por tu ceguera, pero eso no cambió las cosas respecto a mí. Quería casarme contigo. ¿Me crees?

 Ella se encogió de hombros, rogándole, con la mirada, que prosiguiera.

— Pero tu madre me obligó a ver las cosas de otra manera. Me dijo que necesitarías cuidados constantes, que no podría dejarte sola, que no podrías salir sola, tampoco ser la anfitriona en una cena ni invitada a ninguna recepción. También estaba el problema de tener niños. ¿Cómo habrías podido cuidarlos? Me hizo comprender que nuestro matrimonio habría significado para ti una terrible carga, algo que no podrías soportar.

— ¿Y te lo creíste? —preguntó ella, inmóvil.

— ¿Qué otra solución tenía? Ella consideró que el único lugar para ti estaba en tu casa, porque era un terreno familiar para tí y porque Beatríz podría ayudar a cuidarte. No creo que haya sido una decisión fácil para tu madre, porque ella podía habernos animado para que nos casáramos y así librarse del problema. Pero estaba convencida de que el ambiente familiar y los cuidados suyos eran todo lo que necesitabas. Y estaba dispuesta a sacrificar algo de su propia independencia en aras de todo eso. Nunca admiré tanto a tu madre como ese día.

Facundo sacó un cigarrillo y lo encendió.

—Cuando comprendí que estarías mejoren tu casa, supe que debía romper nuestro compromiso, y fue lo más difícil que había hecho en mi vida, Pau. El ascenso estaba pendiente hacía algún tiempo, pero la posibilidad de ir a Quebec fue pura coincidencia. La acepté y utilicé como razón para romper nuestro compromiso. No podía decirte la verdad —miró hacia afuera y, al volverse agregó—: Pensé de corazón en tu bienestar, Pau. Es todo lo que puedo decir.

Paula estaba confundida por lo que acababa de escuchar. Alejandra pudo, efectivamente, haberse conducido así. Por vez primera se preguntó por qué había permitido que las cosas ocurrieran así.

1 comentario:

  1. Muy buenos capítulos! Pero no lo quiero a Facundo cerca, quiero que aparezca Pedro ya antes que Paula lo acepte de nuevo!

    ResponderEliminar