domingo, 3 de julio de 2016

La Usurpadora: Capítulo 29

—¿Paula?

Alzó la vista para encontrar que su padre la miraba en forma inquisidora.

—¿Arrepentida?

Ella parpadeó sorprendida y él rió.

—Está bien, no era nada importante. ¿Recordé decirte lo hermosa que te veo esta noche? Me gusta el vestido.

—¡Debía gustarte… tú pagaste por él!

—¿Yo pagué? —la miró asombrado.

—Es uno de los míos, papi —rió Priscilla—. Aunque jamás me quedó tan bien.

Paula se ruborizó por el cumplido y evitó toparse con la mirada de Pedro. La observaba y ella deseó saber por qué lo hacía con frecuencia.

—C… creo que es hora de irme —sugirió animada.

—Yo te llevaré —ofreció Pedro enseguida, casi como si hubiera esperado que ella sugiriese eso.

—No —no confiaba en estar a solas con ese hombre—. Quiero decir que puedo conseguir un taxi. No es necesario separar a Pe… Pedro tan temprano de Prisci.

—No me separarás temprano. Puedo regresar.

—Sí… —Paula se mordió el labio inferior. Si regresaba lo más seguro era que se despediría tranquilamente de Priscilla. Los celos la invadieron y luego se maldijo por ser una tonta. Sin embargo no podía permitir que Pedro la llevara a casa sabiendo que regresaría al lado de Priscilla—, pero preferiría tomar un taxi, no tiene objeto interrumpir la velada.

—No harás eso —le aseguró Pedro.

—¿No vienes con nosotros, Priscilla? —le preguntó casi desesperada a su hermana—. Así darás un paseo.

—No lo creo —Priscilla sacudió la cabeza con pesar—. Cuando me dan unas de mis jaquecas, tengo que acostarme temprano durante varias noches. Órdenes del médico o de lo contrario no lo haría.

—Eso lo sabemos —bromeó su padre—. Después de todo, ya son más de las diez, así que tal vez sea mejor que te acuestes en cuanto se vayan Paula y Pedro.

Paula y Pedro. Paula controló el estremecimiento de placer que sintió al oír su nombre ligado al de Pedro.

—Preferiría tomar un taxi, sobre todo si Pedro no va a regresar.

—Tengo que irme de todos modos, así que puedo llevarte porque el coche está vacío.

—Por supuesto que le gustaría que la llevaras —sonrió su padre.

—Oh, no necesitas hacer eso —protestó Priscilla—. Sólo me llevaré un rato a Pedro ahora y así no te sentirás culpable. Ven, querido —tomó de la mano a su prometido y lo sacó del cuarto.

—No le hagas caso a Prisci —la disculpó su padre cuando la puerta se cerró detrás de ellos—. Es muy franca.

—Sí —las mejillas de Paula estaban enrojecidas mientras su imaginación trabajaba—. Me… me gusta que sea así. Mi madre… —se interrumpió y se mordió el labio inferior.

—¿Sí? —la animó él—. No dejes de hablar de ella por mí —dijo apasionado—. Hace tanto tiempo que no oigo nada de Alejandra que me encantaría saber de tu vida con ella.

—Lo siento. Mi madre me educó para que yo fuera honesta.

—Siempre tuvimos puntos de vista parecidos en cuanto a la educación de los hijos. No creo que ninguno de los dos lo hayamos hecho mal.

En ese momento regresaron Priscilla y Pedro. La boca de Priscilla sin lápiz labial. Paula desvió la mirada. Pedro la miraba de nuevo. Priscilla tenía el aspecto de haber sido besada a conciencia, pero Pedro  la miraba a ella. ¿Por qué? ¿Esperaba ponerla celosa? ¿Era uno de esos hombres a los que les gustaba tener interesada en ellos a más de una mujer?

—¡El vestido! —exclamó de pronto cuando se iban—. Todavía tengo puesto tu vestido, Priscilla.

—Está bien —rió su hermana—. Estoy segura de que te veré de nuevo.

—Oh, sí, sí, por supuesto —sonrió nerviosa.

El silencio en el coche era incómodo, Paula no sabía qué decirle a Pedro ahora que estaban solos.

—No le…

—Espero que… —ambos hablaron al mismo tiempo. Paula rió nerviosa—. Sigue tú —invitó.

—No era importante.

—Tampoco lo que yo iba a decir.

—No te gusta estar conmigo, ¿verdad?

—No mucho —contestó ella con honestidad.

—¿Por qué te besé?

—No.

—¡Mentirosa!

—No es mentira. No me besabas a mí, besabas a Priscilla.

Pedro  sonrió con amargura.

No hay comentarios:

Publicar un comentario