viernes, 29 de julio de 2016

Una Luz En Mi Vida: Capítulo 53

Ella necesitaba hablarle, aclarar el malentendido. Pero su comportamiento indicabaque él no sentía la misma necesidad. Quizá no le importaba si aún seguía su relación con Facundo. ¿Podía eso ser cierto, que le resultara indiferente a Pedro? No lo podía creer. No después del compañerismo de los últimos días. De los besos que habían compartido. Al día siguiente le buscaría y le diría lo que había sucedido entre Facundo y ella. Y conociendo a Pedro, él la creería. Se acostó. No oyó las pisadas que se aproximaban por el pasillo. Una mano agarró el picaporte, y sin ruido alguno, abrió la puerta. Por un instante la sombra de un hombre se reflejó en la alfombra. Luego se retiró, dejando la puerta abierta, y los pasos siguieron su camino hacia el final del pasillo donde el observador entró y se sentó al lado de la ventana, en espera de que regresara un coche. Pasaron casi dos horas antes de que su vigilia fuera recompensada.


 Paula estaba soñando. Debía estar sonando, pensó, ya que la voz que murmuraba en su oído era la de Pedro. Una mano acariciaba su hombro desnudo y ella se estremecía de placer.

—Estoy tan contenta de que estés aquí...

-Quería verte.

—Lo sabía.

Ella levantó los brazos porque tenía miedo de que desapareciera. Tenía que ser real, ya que su piel era cálida, suave. Desde el umbral de la puerta llegó una voz áspera y violenta, la misma que había murmurado algo en su oído momentos antes. Era la voz de Pedro.

 — ¡Embustera! Me has estado mintiendo todo el tiempo.

Espantada, vió que el rostro que estaba a su lado era el de Facundo. Le empujó con horror.

— ¿Qué estás haciendo aquí?

—Estoy aquí porque tú me invitaste, querida.

— ¡No!  —se sentó, dándose cuenta de que el sueño se había transformado en pesadilla. Dirigió la mirada hacia el hombre que se hallaba de pie en la puerta, todavía con ropa de calle. Seguramente acababa de llegar—. Pedro, yo no...

—Olvídate de mí, Paula. Es cosa tuya haber elegido dormir con mi hermano, aunque es una pena que no hayas sido lo suficientemente honesta como para decírmelo. Buenas noches —la miró con tal desprecio que ella sintió como si la hubiesen golpeado. Con extremado cuidado, él cerró la puerta.

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