miércoles, 27 de julio de 2016

Una Luz En Mi Vida: Capítulo 49

— Voy a lavarme. Nos encontraremos abajo.

— ¿Crees que podrás ayudarme un rato más esta noche? — Seguro. Me gustaría terminar esa primera parte.

— ¿Porqué me ayudas, Paula? —inquirió él, abruptamente.

— Me gusta. Es un desafío —replicó con honestidad. Sintiendo que su respuesta le había desilusionado de alguna manera, le vió darse la vuelta y comenzar a desabrocharse los puños. A punto de salir de la habitación, vió sobre el escritorio la fotografía, en el marco de plata que había llamado su atención unos días antes, y preguntó.

—Esa foto... ¿es de tu madre?

— Sí, murió cuando yo tenía cinco años —dijo él con voz cortada.

— Lo sé. Rolando me contó todo lo del accidente y la forma en que tu padre te odió por ello.

—Rolando habla demasiado.

— Suena tonto decir que lo siento, pero es así.

— Guárdate tu compasión. Ella había comenzado a hablar y debía terminar.

—Quizá a causa de tus propios problemas con tu padre pudiste ayudarme respecto a mi madre.

— Si quieres creer eso, hazlo. Me voy a cambiar, Paula. Te sugiero que te vayas.

— Lo que en realidad quieres decir es que no tienes ganas de hablar de nada relacionado con tu madre o tu padre.

—Exactamente.

— Barrer todo debajo de la alfombra y pretender que no ha pasado nada — expresó ella imprudentemente.

— ¿Y qué otra cosa quieres que haga? Abrazar a mi padre y decirle que le quiero, ¿es eso lo que me sugieres? La última vez que lo hice tenía diez años. Me rechazó y al día siguiente fui enviado a visitar a unos parientes. Ese día me dije que nunca lo volvería a hacer, y no veo ninguna razón para cambiar de idea. Ella pudo imaginar con facilidad a ese niño de diez años.
—Lo siento, Pepe—murmuró con los ojos llenos de lágrimas—. No debería haberte dicho nada, no es de mi incumbencia.

—No, no lo es. Pero ¿por qué estás tan impresionada? —pregunto él, mirando las lágrimas que brillaban en sus pestañas. Ella le miró en silencio. No podía decirle que era porque le amaba. ..y a causa de ese amor, se preocupaba del niño que había sido , del hombre que era ahora. Sintió cómo latía su corazón. Había estado ciega. Hacia unas semanas, cuando él la había besado en el restaurante, tenía la verdad frente a ella y no había sabido verla, imaginándose, en su confusión, que aún estaba enamorada de Facundo. Completamente ciega, pues el hombre que estaba a su lado era todo lo que había ansiado siempre...

— Vamos a llegar tarde a cenar —musitó ella con voz ronca. Pedro la abrazó de pronto. — Cuando me miras de ese modo, todo lo que deseo es abrazarte y no dejarte ir nunca. Se oyó la campanilla que anunciaba la cena.

— Salvados por la campana —dijo él, riendo—. Dile a Lucrecia que bajaré dentro de un par de minutos. En su habitación, Paula se pintó los labios y se peinó en medio de miles de conjeturas. Jamás había conocido a un hombre tan lleno de contradicciones como Pedro Alfonso; tierno y cariñoso un instante, áspero y colérico al siguiente. Aunque recordando lo que le había dicho hacía unos momentos, pensó que tal vez él llegaría a amarla. Los dos días siguientes reforzaron lo que al principio sólo parecía un sueño.

Pedro  y ella trabajaron juntos, y cuanto más leía los documentos, más intrigada estaba. Sus preguntas se volvieron más frecuentes. Ella trabajaba con renovado entusiasmo, y la compenetración entre ellos crecía por momentos. Era una clase de compañerismo que Paula no conocía, ya que nunca había podido compartir los intereses de Facundo.


3 comentarios:

  1. hermosos capítulos! que lindos son juntos! Ojalá él se deje ayudar y sanar por Pau, como él hizo con ella!

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  2. Qué lindos caps, qué triste la vida de Pedro.

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