miércoles, 27 de julio de 2016

Una Luz En Mi Vida: Capítulo 46

—Le llegó con el correo de la mañana un gran número de informes que en apariencia estaba esperando. Dijo que pasaría la mayor parte del día trabajando en su cuarto.

Paula había estado esperando la oportunidad de poder hablar a solas con Rolando, a quien había visto del lado de Pedro, más que del de su padre.

— Rolando, esto no me incumbe, pero no puedo dejar de notar que Pedro y su padre no se llevan bien. Facundo me contó una vez que Pedro se había ido de casa a los dieciséis años y que su padre jamás se lo perdonó. ¿Es ésa la única razón?

— No, señorita, ésa no es la razón... El asunto viene de muy atrás.

—¿Sí?

 — La primera señora Alfonso, que se llamaba Ana, era la dama más hermosa que he visto, joven, llena de vida, y tan enamorada del señor Horacio, y él de ella, que impresionaba verles juntos. Incluso después de haber nacido Pedro, eran inseparables. No me interprete mal, querían a su hijo como a una prolongación de ellos mismos. Pero no le necesitaban. Quizá al crecer eso le lastimara casi tanto como lo que sucedió... ¡quien sabe! Rolando hablaba con lentitud, perdido en el pasado. Hablaba de un hombre muy diferente del actual, un Horacio más joven, vibrante y alegre, profundamente enamorado de su bella esposa Ana.

— Cuando Pedro cumplió cinco años habían planeado una sorpresa para él; compraron entradas para un circo famoso que estaba en la ciudad, y pensaban cenar juntos en el restaurante que acababa de ser inaugurado. Se fueron a eso de las cuatro. Dos horas más tarde recibimos el mensaje de que había ocurrido un accidente. La madre de Pedro había muerto y su padre estaba herido. Pedro recibió apenas unos rasguños, y todos pensamos que había sido muy afortunado. No nos imaginábamos....

— ¿Imaginar qué, Rolando?

— Nos enteramos más tarde por el señor Horacio de lo que en verdad había sucedido. El coche que causó el accidente no se detuvo ante una luz roja. El conductor estaba borracho. El señor Horacio hizo lo posible por evitarlo, pero no pudo. Al ver lo que iba a suceder, la señora pudo quizá haberse salvado,pero en cambio, se arrojó sobre su hijo para protegerle del golpe. Ella murió en el acto, mientras que Pedro resultó ileso. El señor Horacio jamás pudo perdonar a Pedro  por ser él el sobreviviente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario