lunes, 11 de julio de 2016

La Usurpadora: Capítulo 61

—La verás, cuando te explique todo. Fede y yo nos peleamos durante el verano pasado, ni siquiera recuerdo por qué. De todas maneras, Pedro me invitó a salir para animarme un poco. Luego, me caí por la escalera —suspiró—. Fede llegó corriendo para ver cómo estaba, pero… creo que desde entonces me di cuenta de que había algo peor que lo primero que creían y lo alejé de mí. Pero él seguía visitándome y cuando me enteré de mi lesión, supe que debía detenerlo.

—¿Con Pedro? —tragó con fuerza.

—Pero fue con consentimiento de Pepe. Jamás tuvimos la intención de casarnos, pero yo no podía aceptar casarme con Fede pensando que iba a morir. Así que por eso nos comprometimos Pepe y yo y Fede me dejó en paz por fin. Entiendes, ¿verdad Pau? Así Fede no se sentiría tan lastimado.

—Tal vez, pero creo que se debió dejar que eligiera.

—No, sólo se hubiera portado con nobleza, insistiendo en casarse conmigo de todas maneras.

Paula trató de entender lo mejor que pudo.

—¿Y qué papel desempeñó Pedro en todo esto?

—Pepe es el mejor amigo que he tenido —sonrió Priscilla.

—¿Amigo? Pero no te has estado portando como si sólo fueran amigos.

—Pura actuación, muy agradable, lo reconozco, pero de todas formas, actuación. Luego, esta noche comenzó a discutir acerca de nuestra boda —frunció el ceño—. No pude entenderlo.

—Te ama…

—No, no me ama —Priscilla rió al pensarlo.

—Pero…

—No me ama, Pau, sólo creyó que yo quería casarme con él.

—¿Eso creyó?

—Sí, y ésa fue culpa tuya. Sí, lo fue —insistió Priscilla cuando Paula iba a protestar—. Le dijiste a Pepe que la idea de ser su esposa y tener a sus hijos me había animado a operarme. Lo que a mí me dijiste fue que tenía que pensar en estar para siempre con el hombre que amaba. Y eso hice… pensé en Fede.

—¿Fede? —jadeó Paula.

—Sí. Voy a casarme con Fede. Y tú amas a Pepe, ¿verdad?

—Yo…

—¿No es así? —Priscilla enarcó una ceja.

—Sí —Paula se humedeció los labios.

—Le dije que lo amabas.

—¿¡Hiciste qué!?

—No pongas esa cara —sonrió Priscilla—. No me creyó.

—¡Gracias a Dios por eso! No te das cuenta de que…

—Él también te ama, Pau.

No hay comentarios:

Publicar un comentario