domingo, 3 de julio de 2016

La Usurpadora: Capítulo 30

—¡Si así besara a Priscilla, la tendría muerta de susto! Te besaba a tí, Paula, porque soy un tonto.

La confundió aún más. Parecía amar mucho a Priscilla. Tal vez así era, pero eso no evitaba que se sintiera atraído hacia otra persona.

—Entonces te agradecería que no lo hicieras de nuevo.

—Estoy tratando, Paula. Créeme.

—¡Ya tengo bastante como para luchar con el objeto de que el novio de mi hermana no me haga la corte!

Pedro apretó los labios, disgustado.

—No traté de hacerte la corte. N… no pude evitarlo —era notorio que odiaba reconocer su debilidad—. Pero si te quedas en Inglaterra, prometo que no sucederá de nuevo.

—¡Si me voy a casa tampoco sucederá de nuevo!

—Podría seguirte.

—Eso no sería muy práctico —dijo, la chica con desdén.

—Por una vez en mi vida me gustaría no actuar en forma práctica.

—¿Cuándo es la boda? —preguntó Paula con sarcasmo.

—Todavía no se ha fijado la fecha.

—Entonces tal vez debían hacerlo. Si tuvieras esposa que te mantuviera ocupado, no perseguirías a otras mujeres —sus ojos echaban chispas—. Priscilla se sentiría muy afligida si supiera la forma en que has estado actuando conmigo. Creo que mi padre también.

—Preferiría que no se lo dijeras.

—¡Me imagino que sí!

—No por la razón que piensas. Hay algo… una razón que no comprendes. Si les dices lo que sucedió entre nosotros, estarás haciendo más daño del que imaginas. Y Priscilla, y por supuesto tu padre, van a necesitarte en un futuro cercano.

¡Otra vez esa sensación de amenaza! ¿No confirmaba Pedro lo que ya había sentido… que su padre iba a morir?

—¿Y yo qué? —preguntó temblorosa—. ¿Quién me ayudará?

Él le tomó una mano con fuerza.

—Yo siempre estaré aquí para ayudarte, puedes estar segura de ello.

Lo sabía; ¿no se había convertido en la única persona en toda esa alocada situación con la que realmente podía contar? Y sin embargo, era a quien más temía, el hombre que podía destruirla tan sólo con mirarla.

—Sé que tampoco va a ser fácil para mí —suspiró él—. Pero te juro que de ahora en adelante sólo seré tu amigo. Quédate Paula —le rogó—. Quédate y yo te cuidaré.

Alzó la vista y se topó con la pasión en sus ojos, sabiendo que no podría regresar a Florida aunque quisiera. El hombre que amaba estaba allí y ella tenía que estar junto a él.

—Me quedaré —agregó con voz quebrada.

—¡Gracias, Paula! Jamás te arrepentirás de tu decisión —le besó la mano.

Era extraño, pero ya estaba arrepentida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario