domingo, 24 de julio de 2016

Una Luz En Mi vida: Capítulo 33

— Eres adorable, querida —murmuró Carlos—. Facundo es un joven muy afortunado. Me estuvo hablando de la tragedia de vuestro compromiso, y me alegro de veros juntos otra vez. Un muchacho encantador, llegará lejos. ¿Sería prematuro felicitarte?

— Así es —respondió la chica con sequedad.

— Sigue mi consejo, no esperes demasiado. Facundo es un buen partido, no dejes que se te escape.

Permanecer en la reunión comenzó a significar un gran esfuerzo para Paula, ya que aún se cansaba con facilidad. El humo de los cigarrillos le irritaba los ojos y la mayor parte de la conversación se basaba en chismes que no le interesaban. Por fin se retiraron los últimos invitados. Con un suspiro teatral, Lucrecia dijo que tendría que descansar dos días para recuperarse. Horacio la siguió fuera de la  habitación, dejando solos a Facundo y a Paula.

—¡Les has caído muy bien a Carlos y Julia! —exclamó Facundo.

Paula no podía imaginar que a Julia le cayera bien nadie, aunque se abstuvo de decirlo.

— Él parece creer que nuestro compromiso es un hecho consumado.

— Bueno, lo es, ¿no crees? Sé que terminarás por aceptarme.

—Me gustaría que no estuvieses tan seguro, porque no...

—Me pondré de rodillas, si es eso lo que quieres. De veras, Pau, estoy ahora más enamorado de ti que nunca, y quiero que seas mi esposa. ¿Te casarás conmigo, cariño?

—No puedo, Facu. Ahora no.

— ¿Qué quieres decir con «ahora no»? —inquirió.

—No estoy preparada.

—Lo estabas hace un año.

—Lo sé. Pero en un año me han sucedido demasiadas cosas, y he tenido que aprender a arreglármelas sin tí. Debes darme tiempo, Facu.

—Realmente has cambiado.

—Claro que sí, fue inevitable.

Las facciones de él se endurecieron.

— Creo que aquí hay algo que salta a la vista... ¿sucedió algo entre Pedro y tú?

A su mente llegó el recuerdo del canto de los petirrojos en la colina, mientras Pedro la besaba; en cinco minutos él la había enseñado más acerca de la pasión que puede encenderse entre un hombre y una mujer, que ningún otro hombre. Dudó un segundo más de lo necesario, y Facundo la tomó por los hombros, y le preguntó:

—Tengo razón, ¿sucedió algo, no es cierto? Dime la verdad, Pau.

—No pasó nada importante. Me besó, sí. No tengo que disculparme ante tí ni ante nadie por ello. Era, y lo soy, libre para besar a quien me plazca. Y eso no es todo, Pedro me dijo dos cosas que no pude entender. Primero, que no conservabas mi foto, y segundo, que habíamos hecho el amor. Te dí una foto mía el día de tu cumpleaños, ¿Recuerdas? Y sabes tan bien como yo, que jamás hicimos el amor. ¿Por qué le mentiste, Facu?

Él se volvió, agarrando un cigarrillo.

— Pedro siempre ha tenido éxito con las mujeres. Cuando me dijo que iba a ir a verte, tuve miedo de lo que pudiese hacer. Pensé que si le decía que habíamos hecho el amor, se daría cuenta de que me pertenecías y no se acercaría a tí. Pero no funcionó, ¿No es así, Pau?

— No —replicó ella—, reflejándose en su voz toda la amargura de las falsas promesas de Pedro—. Sólo le hiciste pensar que sería una presa fácil.

—¿Y lo fuiste?

Ella se sonrojó.

—Te diré lo que le dije a él: ¡Nunca he hecho el amor con nadie!

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