domingo, 3 de julio de 2016

La Usurpadora: Capítulo 32

—Pensé que vendría a cenar —sus ojos se ensombrecieron por el pesar.

Ella sonrió y le tendió las manos.

—Aquí estoy —le dijo en voz baja—. Vine a quedarme.

—¿Paula? —sacudió la cabeza, sorprendido.

—Sí.

Enseguida la abrazó con fuerza, y cuando por fin retrocedió para mirarla había lágrimas en sus ojos.

—No sabes lo feliz que me has hecho.

—Creo que lo sé.

—Sí, supongo que sí —no le quitó el brazo de los hombros—. ¿En qué habitación estás? —ella se lo dijo—. Al lado de la de Priscilla —murmuró casi para sí mismo—. Oh, bueno, no se puede evitar.

—Si prefieres que duerma en otra parte…

—No —la tranquilizó—. No quise decir eso. Es que algunas veces, Priscilla… bueno, camina dormida.

—¿Eso es todo? —sonrió, aliviada—. Puedo arreglármelas con eso. Mamita lo hacía todo el tiempo. Oh, lo siento, no quise…

—Habla de tu madre todo lo que quieras, Paula —la interrumpió—. ¿Así que

Alejandra nunca se curó del hábito de caminar dormida?

—No, la encontrábamos paseando por toda la casa.

—Priscilla comenzó a hacerlo hace seis meses. La primera vez que sucedió se cayó de la escalera.

—¡Oh, no! ¿Se lastimó?

—¡Sólo un chichón en la cabeza! Después de eso anduvo con un ojo morado.

—¡Me imagino que eso le dio gusto!

—Así es —aceptó su padre con tristeza poniéndose la chaqueta.

—Dijiste, que ¿eso sucede desde hace seis meses?

—Como a las cinco treinta de la mañana, me pregunté qué diablos estaría sucediendo cuando oí tanto ruido. No tienes idea del ruido que hace una persona al caerse.

—Estoy adivinando solamente —continuó diciendo Sara con lentitud—.

Cuando Priscilla se cayó en la escalera, ¿fue en diciembre?

—No estoy seguro. ¡Fue… sí! Sí, fue en diciembre, ahora recuerdo que Priscilla andaba con un tobillo vendado en Navidad.

—¿Tobillo vendado?

—Mmm, se torció el tobillo y se golpeó la cabeza.

—Y yo me lastimé la cabeza y me rompí las dos piernas… el veinte de diciembre, a las doce treinta de la noche.

Su padre se quedó callado de pronto.

—¿Qué estás diciendo, Paula?

—Bueno, hace seis meses tuve un accidente, y también Priscilla, y ambas recibimos lastimaduras parecidas. A mí me parece eso mucha coincidencia.

—Supongo que sí, pero como dices, debe ser una coincidencia.

—No lo creo. ¿No recuerdas el día exacto de la caída de Priscilla?

—No.

—Entonces se lo preguntaré a Priscilla, ella lo recordará.

—¿Recordar qué? —Priscilla apareció en el umbral, con un vestido plateado—. Esta noche tengo que ir a una fiesta en casa de la madre de Pedro. Era demasiado tarde para zafarme.

Todos bajaron juntos la escalera. El vestido color malva de Paula mucho menos llamativo que el de Priscilla, pero se ajustaba en forma reveladora a las esbeltas curvas de su cuerpo.

—No hay razón por la que tengas que hacerlo —le dijo a su hermana cuando entraron juntas en la sala.

De mala gana lanzó la vista para ver a Pedro, vestido de etiqueta.

—¿A cuál de las dos beso? —inquirió con burla.

—¡Adivina! —Priscilla sonrió con picardía.

Pedro  fingió confundirlas.

Su corazón dejó de latir por completo porque parecía que caminaba en dirección de ella, pero cambió de idea en el último minuto para besar a Priscilla en la boca.

Se volvió a mirar a Paula.

—¿Te tuve preocupada?

—Difícilmente, Pedro—Paula le dió una palmadita en el brazo—. Ninguna chica se sentiría preocupada porque tú la besaras.

—Si tú lo dices…

—Lo digo. Le explicaba a Paula que esta noche no podemos dejar de ir a casa de tu madre.

—Y yo le decía que no es necesario —dijo Paula a toda prisa.

—Pero es tu primera noche aquí con nosotros —protestó Priscilla.

—Ya habrá muchas más —Paula levantó los hombros.

—¿Por qué no cambias de idea y vas a la fiesta, Miguel? —sugirió Pedro—. Mi madre se desilusionó mucho al saber que no irías. Está ansiosa por conocer a Paula.

No hay comentarios:

Publicar un comentario