viernes, 8 de julio de 2016

La Usurpadora: Capítulo 49

—No tiene derecho.

—Eso no es lo que tú pulso me dice —se burló Ezequiel.

—Es por el disgusto.

—Por supuesto —se burló y rió con suavidad—. ¿Quién diablos es esa mujer que está hablando con la tía Susana?

—Es Cinthia Robotham James. La mujer que dió la fiesta a la que me llevó Pablo.

—¿Sabías que Pablo sigue interesado en fotografiarte? Le encantaría trabajar contigo.

—Pues tendrá que desilusionarse. Creo que debíamos ir a rescatar a la tía Susana. Cinthia puede ser avasalladora. Y pensándolo bien —acababa de ver llegar a Federico Alfonso—, ve y hazlo, porque hay alguien con quien tengo que hablar.

—Ya veo —Ezequiel la sorprendió mirando a Federico—. En ese caso iré a consolarme con Cinthia.

—¡Buena suerte! —Paula soltó la risa.

—La necesitaré.

Federico buscaba entre la multitud y se detuvo cuando la vió dirigirse hacia él.

—Soy Paula —antes que pudiera oír una declaración de amor de su parte que la avergonzara.

—Lo sé, tengo que hablar contigo.

—Podríamos ir al estudio de mi padre —sugirió.

—Me parece bien —y la precedió con energía para salir del cuarto.

Paula cerró la puerta del estudio detrás de ellos.

—¿De qué querías hablarme?

—De Prisci —dijo Federico con ojos llenos de dolor.

¡Iba a pedirle ayuda para qué Priscilla volviera con él! Movió la cabeza.

—No hay nada que pueda hacer.

—¡Debe haber algo que alguien pueda hacer! ¡No puedo quedarme sentado permitiendo que Prisci muera!

Paula se quedó mirando, aturdida, asiéndose del respaldo de la silla.

—¿Qué… qué… qué cosa dijiste? —preguntó temblorosa.

Federico observó su rostro y meneó la cabeza.

—Dios mío —gimió, cerrando los ojos—. No lo sabías, ¿verdad? ¡Nadie te dijo que Prisci se está muriendo!

—¡No te creo! —exclamó Paula, ahogada—. ¡Mientes! —alzó la voz histérica y sus piernas comenzaran a temblar y por fin cayó al suelo—. Dime que estás mintiendo —rogó llorosa, atontada por el susto.

Federico se inclinó y la tomó en sus brazos.

—No miento, Paula.

—Pero, ¿por qué? ¿Cómo?

—Yo hubiera pensado que "por qué" era evidente —una voz los interrumpió—. El "cómo" también debe serlo —agregó, desdeñoso Pedro.

—¡Cierra tu asquerosa boca! —ordenó Federico, volviéndose hacia su hermano.

—Tal vez si ambos se levantaran del piso, lo podría hacer.

—¿Qué estás diciendo ahora? —Federico se levantó de un salto.

Su hermano cerró la puerta del estudio y entró en el cuarto.

—Si ambos tienen que escaparse, por lo menos escojan un lugar un poco más privado… y cómodo… para hacerse el amor.

—¡No, Fede! —gritó Paula al ver que se le echaba encima a Pedro y su puño daba en el mentón de su hermano.

—Jamás sabrás lo contento que estoy de que hayas hecho eso —murmuró Pedro entre dientes—. Sólo necesitaba la excusa para golpearte…

Paula cerró los ojos para no ver cómo Pedro golpeaba a su hermano.

—¡Ya basta! —Federico se apoyó contra un lado del escritorio tratando en vano de detener la sangre de su nariz.

—Más que suficiente —aceptó Pedro, mientras un hilo de sangre se escapaba de la herida en su boca—. Vete de aquí, y no vuelvas a acercarte a Paula—agregó amenazador.

Federico estaba aterrado al volverse hacia ella y verla sentada, con los ojos agrandados, en el rincón del cuarto y se puso en cuclillas para ayudarla a levantarse.

—Basta, Pedro —advirtió cuando vió que su hermano hizo el intento de acercarse a él—. ¿No puedes ver en qué estado está? —se sentó y se frotó las manos heladas.

—¿La forzabas a hacer algo? Porque si así fue…

—Cállate, Pedro—suspiró Federico—. Paula acaba de recibir el susto más grande de su vida.

—Dios mío, no le…

—¡Sí! Alguien debió decirme que la hermana de Prisci no lo sabía.

—¡Eres un tonto! ¡Dios mío, ya me las pagarás por esto! —explotó Pedro—. Mientras tanto será mejor que vayas a un hospital para que te curen la nariz.

—Pero Paula…

—Estará a salvo conmigo —interrumpió con tristeza—. Sólo lárgate de aquí, Fede. Creo que por un día ya causaste bastantes problemas.

—¿Cómo podía saber que no le habían dicho a Paula? Asumí que…

—Difícilmente íbamos a decirle algo así sin prepararla. Con el tiempo…

—¡Con el tiempo! —repitió Paula con voz aguda, volviendo de pronto a la vida y mirando a Pedro con ojos acusadores—. Con el tiempo tú y mi padre iban a decirme que Prisci se está muriendo, y que ahora que encontré a mi melliza voy a perderla de nuevo. ¿Y cuánto tiempo iba a llevarles decírmelo… o acaso en su lecho de muerte? —su voz se quebró.

—Dios mío, hiciste un buen trabajo —Pedro miró a Federico.

—No lo culpes —dijo Paula—. Tal vez no lo hizo con tacto, pero por lo menos me consideró adulta para decírmelo.

—¿Quieres dejarnos por favor, Fede? —inquirió Pedro.

—¿Paula?

—Sí, vete, Fede. Debes atender tu naríz —seguía sangrando.

—Creo que está rota —murmuró al salir.

—Paula…

Ella retiró la mano de Pedro, se levantó y se alejó.

2 comentarios:

  1. Uy! Se destapó la olla! Ojalá ahora alguien le explique lo que pasa de una vez!

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