lunes, 18 de julio de 2016

Una Luz En Mi Vida: Capítulo 21

— He reservado dos plazas en el avión que sale para Toronto mañana por la mañana.

—Bueno, puedes cancelarlas —afirmó ella

—No, Paula.

—No iré, Pedro. El doctor Snider dijo que no había ninguna posibilidad de...

—El doctor Snider no es oftalmólogo. El especialista de Vancouver— me  dijo que te enviara.

-¿De verdad? — preguntó ella, esperanzada.

 La tomó por los hombros, para observar su rostro y le preguntó:

-¿Qué puedes perder?

-Nada  supongo, porque no puedo empeorar, ¿verdad? —razonó para  añadir con desaliento—: Pero, de todos modos, no puedo ir, Pedro yo no tengo dinero. Y después de lo que ha pasado, mi madre no me dará nada.

-Los billetes están pagados. ¡No  puedo permitir que hagas eso!  Está hecho. Y tu madre tendrá que aceptarlo.

- Estoy asustada, Pedro.

-Claro que lo estás. Es un riesgo enorme, Pau, pero debes correrlo.

-Haces que todo parezca tan sencillo... —dijo ella, mientras apoyaba la mano sobre la pierna de Pedro—. Nunca hablé así con Facu confesó.

-No sé por qué... Las circunstancias son distintas —afirmó él, con fastidio—después de todo, Facundo y tú estaban enamorados.

Sintiendo el calor de Pedro en los dedos, la chica pensó que había sido feliz con Facu y que tal vez por eso no había necesitado hablar con él como con Pedro. Quisiera poder convencerte de que Facundo no vale nada. Sorprendida por la violencia contenida que reflejaba la voz de Pedro, Paula levantó el rostro, como queriendo mirarle, y compartir  con él las dudas que tenía. Pero antes de que pudiera hablar, Pedro la hizo tenderse sobre la manta, junto a él, y comenzó a besarla.

 Parecía como si, con un beso, quisiera borrarle el recuerdo de Facundo. Fue  un ataque contra el cual ella no tenía defensa alguna, ya que  al primer contacto de sus labios, Paula supo que eso era lo que estaba pidiendo al apoyar la mano sobre el muslo de Pedro. Un intenso calor la envolvió  hasta convertirse en llama mientras él seguía besándola. Paula no nnecesitó escuchar la voz de Pedro para saber que la deseaba, Y por vez primera sintió la urgencia de responderle, de darle todo lo que pedía. Cuando él deslizó una mano por debajo de su blusa para acariciarle los senos, ella le acarició el pecho, experimentando un placer indescriptible. De pronto, Pedro se apartó un poco de ella y se quedó inmóvil.

— ¿Qué pasa, Pepe? —Preguntó, tocándole el rostro—. ¿Pasa algo malo? Abruptamente, él la soltó, afirmando con brusquedad:

—Esto es una locura. No tenía por qué besarte así.

— ¿No te... gustó?

—Claro que me gusta. No eres tan inocente, Pau.

—No lo soy...

—Mira. Tú estabas comprometida con Facundo, de modo que no actúes como si nunca nadie te hubiera besado —la interrumpió, fastidiado—. Conociéndolo, estoy seguro de que no eres la chica inocente que aparentas ser.

Con la blusa aún desabrochada, exponiendo la blancura de su cuello y hombros, Paula se levantó furiosa.

— ¡Estás equivocado, Pedro Alfonso! ¡Nunca hice el amor con Facu!

— Él me dijo que lo habían hecho, Pau.

Anonadada, dió un paso atrás y afirmó:

—Entonces te mintió.

— ¿Por qué habría de molestarse en mentirme?

— ¿Por qué? —Preguntó ella a su vez, golpeándose con un puño la rodilla—. No lo sé, lo único que puedo decirte es la verdad: nunca hice el amor con Facu, ni con ningún otro.

—En el caso de que así fuera...

—No me crees, ¿verdad? ¡No crees una sola palabra de lo que acabo de decir!

—No quiero seguir discutiendo, Pau—manifestó él, con impaciencia—. Soy yo quien empezó y me disculpo. Dadas las circunstancias no debí hacerlo.

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