lunes, 11 de julio de 2016

La Usurpadora: Capítulo 59

Fue una noche larga, y en nada ayudó la confusión de Paula a raíz de los sentimientos de Priscilla. ¿Realmente quiso que le dijera a Federico, al hermano de Pedro, que lo amaba? No parecía probable. Tal vez Priscilla se confundió por el sedante, regresó al pasado, al último verano cuando salía con Federico. Por eso Paula no lo llamó, segura de que había algún error.

Pedro caminaba de un lado a otro en la sala de espera como león enjaulado. Se le notaba la tensión y lo último que necesitaba era que le dijeran que Priscilla había hablado de otro hombre antes de dormirse. La operación continuaba y la tensión parecía comenzar a hacer estragos en su padre. Estaba más triste y tenía ojeras.

—¿Cuántas horas más tardarán? —murmuró Pedro, pero nadie contestó.

Paula se levantó.

—¿Alguno de ustedes quiere una taza de café?

—Creo que ya comienza a salírseme por las orejas —sonrió con tristeza su padre.

—Ah —Paula se sentó de nuevo.

—Yo sí me tomaré una —dijo Pedro.

—¿Negro? —Paula se levantó de nuevo.

—Por favor —asintió.

En realidad no quería el café, él lo sabía y ella también, pero Pedro sintió la necesidad de que la joven se ocupara en algo en esos momentos en que todos sabían que la vida de Priscilla estaba en juego.

Estaba en el pasillo, echando dinero en la máquina del café, cuando Federico llegó, al hospital con una venda en el puente de la nariz.

—¿Cómo está? ¿Cómo está Prisci?

—Todavía no sabemos —contestó Paula—. Aún se encuentra en la sala de operaciones.

—Vine tan pronto como me enteré. ¿Tienes idea de cuánto tiempo más tardará?

—No.

—¿En dónde está Pedro?

—Con mi padre.

—¿Crees que le importe si espero con ellos?

—Estoy segura de que no —le aseguró con emoción—. Dudo de que siquiera recuerde su pleito, Fede.

—Probablemente no.

—Ven —lo tomó del brazo.

Su padre saludó distraído a Federico al reconocerlo, mientras que Pedro miró con el ceño fruncido a su hermano, dando a entender que no había olvidado su último encuentro.

—Tu café —dejó que Federico se acercara a Pedro y le dió la taza.

—Gracias, ¿Qué estás haciendo aquí? —miró a su hermano con ojos entrecerrados.

Ella le puso una mano en el brazo.

—Se enteró de lo de Prisci —explicó en voz baja—. Está preocupado, Pedro.

—Sí —suspiró—, supongo que lo está.

—Ve a hablar con él —lo animó.

—Mmm, supongo que debía disculparme por romperle la nariz.

—¿De veras se le rompió?

—Eso me informó mi madre. No estaba muy feliz con la situación. Fede y yo discutíamos cuando éramos más jóvenes, pero no últimamente.

—Fue mi culpa, lo siento —suspiró Paula—. Debí explicar lo que pasó pero estaba muy asustada.

—Por supuesto que lo estabas —le apretó la mano—. Y yo… saqué mis conclusiones apresuradas.

—Sí, al igual que con Eze.

—¿Eso es cierto? —Pedro frunció el ceño.

—Sí —lo miró sin pestañear.

—Gracias por eso —volvió a apretarle la mano—. Será mejor que haya a asegurarle a Fede que no intento ponerme violento de nuevo con él. Tiene el aspecto de que necesita que lo tranquilicen por algo.

—Es por Prisci. Él… Fede…

—Lo sé —interrumpió Pedro—. Estoy consciente de los sentimientos de mi hermano hacia Prisci. La ama, siempre la ha amado.

—¿Y sabiéndolo le pediste a Priscilla que se casara contigo, a pesar de que te diste cuenta de lo mucho que lastimabas a tu hermano?

—Los sentimientos de Fede se tomaron en cuenta…

—Y se hicieron a un lado —dijo con desdén—. Así como los míos. Ve a hablar con Fede, aunque no sé si él quiera hablar contigo.

—Paula…

—Ve, Pedro.

—Iré, pero ya volveremos a hablar, Paula. Hay algunas cosas que necesito decirte.

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