viernes, 29 de julio de 2016

Una Luz En Mi Vida: Capítulo 54

Casi sin saber lo que hacía, Paula gritó su nombre. Pero las palabras de Facundo la volvieron a la realidad:

—Si yo fuera como tú, no iría tras él. Cuando Pedro esta tan enfadado como ahora, no se sabe lo que puede ser capaz de hacer. Ella se volvió. Estaba desnudo de cintura para arriba.

—Tú planeaste esto, ¿no es cierto? Esperaste hasta que volviese para estar seguro de que nos vería.

—Todo lo que dije en la biblioteca era en serio, y supongo que con esta escena, cualquier cosa que hubiese podido suceder entre tú y Pedro, se arruinará.

—No dejaré que sea así.

— ¿Piensas que te va a creer? Pedro tiene unas ideas muy puritanas acerca de las mujeres, no se conformará con lo que deje otro, créeme.

— Pedro es diez veces más hombre de lo que tú serás jamás, Facundo. Suceda lo que suceda, terminé contigo, y no quiero volver a verte. Creo que lo que has hecho es despreciable. Si Pedro y yo no podemos arreglar las cosas, mañana me marcharé de aquí. Y ahora, ¡sal de mi habitación!

— Oh, sí, me voy. Después de todo, he cumplido mi propósito.

— No entiendo por qué alguna vez pensé que estaba enamorada de tí. Debí haber estado loca.

— Un último consejo, Paula. Quédate en tu habitación cuando me haya marchado. Pedro siempre ha sido imprevisible. Buenas noches, duerme bien. Durante cinco minutos, la chica permaneció inmóvil en la cama. Luego se puso la bata y abandonó el dormitorio. No se molestó en llamar a la puerta de Pedro. Entró. Pedro estaba de pie al lado de la cama.

— Vete —dijo cuando vió a la joven. Paula se apoyó contra la puerta. Parecía haberse quedado sin voz, de modo que en silencio movió la cabeza de un lado a otro.

—Te dije que te fueras, Paula — repitió Pedro.

— No... Aún no. Hay cosas sobre las que debemos hablar.

— Ésta es tu última oportunidad, vete o no seré responsable de lo que suceda.

— Pedro, dame cinco minutos, es todo lo que pido —suplicó con desesperación.

— No estás en situación de pedir nada.

— Sólo escúchame, ¡por favor!

 Él fue hacia ella, sin dejar de mirarla. La agarró de un brazo y la empujó hacia la cama.

— Es mejor que te sientes —habló él —, esto nos puede llevar más de cinco minutos. Ella se sentó en el borde de la cama. Tenía la mente en blanco.

— Creía que tenías algo que decirme.

— Sí, Pedro, sé que parece que  Facundo y yo somos amantes...

—Oh, sí, eso me pareció —la interrumpió él.

— Pero no es como tú piensas. Él confesó en la biblioteca que estaba haciendo una especie de juego. Yo estaba dormida. Debe haber llegado a mi habitación unos minutos antes de que tú entraras. Y cuando me desperté... bueno, pensé que eras tú. Ella no estaba preparada para lo que Pedro hizo en seguida. La arrojó sobre la cama, y la tomó por las muñecas.

— ¿Quieres que crea eso? Facundo y tú fueron amantes, no te molestes en seguir negándolo ¿y dices que no distinguiste entre él y yo? ¡Me pones enfermo!

— ¡No has escuchado una palabra de lo que te he dicho! Me has condenado desde el principio. ¿Qué te pasa, Pedro? Como tu madre murió y te dejó solo, ¿odias a todas las mujeres? ¿Es eso?

—No mezcles a mi madre en esto.

—Dí en el blanco, ¿Verdad? —furiosa, trató de liberar sus manos, pero lo único que consiguió fue que uno de los tirantes de su camisón se rompiese, quedando al descubierto uno de sus senos. Al ver la expresión de los ojos de él, el color desapareció de su rostro, y se encogió contra el colchón —. No lo hagas, Pedro...

—¿Por qué no? Viniste a mí cuarto por tu propia voluntad.

—No para esto — susurró ella.
Al comenzar él a besarla, trató una vez más de liberarse. Finalmente cesó de luchar y se abandonó a sus besos. Correspondió a su pasión, como si hubiesen caído todas las barreras. Todo estaba bien, le amaba.

—Te amo, Pedro—dijo de pronto.

—¿Hace una hora le dijiste lo mismo a Facundo?

Fue como si él hubiese despreciado un regalo que ella le podía dar.

—¿Paula?

Ella movió la cabeza de un lado a otro, sintiéndose vencida. Había apostado y perdido. Lo único que cabía era una retirada tan digna como fuese posible. Pedro la había dejado libre, reteniéndola solamente por el brazo.

— Déjame ir, por favor. Ya ha sido suficiente. Quiero volver a mi dormitorio.

— Eso es lo más sensato que has dicho. Y escucha, Paula, no vuelvas.

— ¡Eso sería lo último que haría! —exclamó ella con amargura, dirigiéndose a la puerta con el rostro bañado en lágrimas. Tardó en dormirse y su sueño fue intranquilo. A la mañana siguiente, se despertó temprano. Se metió en la ducha y el agua caliente la refrescó e hizo que reflexionara. El resultado de la visita al dormitorio de Pedro había sido un desastre. Pero un nuevo día comenzaba y los dos habían tenido tiempo durante la noche para pensar. Quizá él hubiese encontrado algo de veracidad en su historia.

2 comentarios:

  1. Qué maldito Facundo. Ojalá pronto se sepa toda la verdad.

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  2. Muy buenos capítulos! que detestable es Facundo! Ojalá Pedro confíe en las palabras de Pau!

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