viernes, 22 de julio de 2016

Una Luz En Mi Vida: Capítulo 28

— Al menos dí que me crees, Pau.

— Supongo que no tengo otro remedio. Pero debes darme tiempo para pensarlo, Facu. Estoy muy impresionada. Primero te veo otra vez, y ahora escucho todo esto. Ella miró hacia abajo y vio que estaban cogidos de la mano, lo que le impidió advertir el destello calculador en los ojos de Facundo.

— Por supuesto, querida —dijo con suavidad—. En cuanto me enteré de que irías a Hardwoods organicé mi esquema de trabajo para poder estar contigo todo el tiempo posible. Pero quería aclarar el punto de nuestro compromiso de inmediato. Era muy importante para mí decirte la verdad.

—Gracias, Facu. Lo comprendo —replicó ella, apretándole la mano, antes de que él la retirase—. ¿Te importa si trato de dormir un poco? Todavía me canso mucho, y el doctor MacAulay me dijo que procurara no fatigarme.

—Por supuesto que no me importa —respondió él—. El asiento es reclinable y hay una almohada ahí atrás. Ponte cómoda.

Paula se recostó, cerró los ojos, aliviada, y dejó de pensar en todo lo que Facundo le había dicho. Arrullada por el movimiento del coche se durmió. Un rato después, él la despertó.

— Ya casi hemos llegado, Pau. Faltan unos diez minutos.

— ¿Ya?—murmuró ella.

— Has dormido casi tres horas —dijo él, riéndose.

Paula agarró el bolso y rápidamente se peinó y retocó el maquillaje. Enseguida miró hacia afuera y vió que ya no estaban en la ciudad sino avanzando por una carretera secundaria, dentro de una vasta propiedad rural. Mientras la ayudaba a descender cuando llegaron, Facundo le dijo, con naturalidad:

—Todo esto será mío un día. Entremos para que conozcas a mis padres. Falta aún media hora para la cena. Papá insiste en cenar siempre a la misma hora, de modo que podremos tomar un aperitivo. Samuel se ocupará de tu maleta.

Volviendo la cabeza, Paula hizo un guiño a Samuel antes de seguir a Facundo hasta la elegante puerta principal. Él la hizo pasar, conduciéndola a través de un amplio salón hasta la sala. Al principio, pensó que la sala estaba vacía, pero de pronto escuchó una voz, proveniente de detrás de un biombo estilo oriental, que decía, con tono petulante:

—Horacio, por favor, tráeme otra copa.

— Soy yo, Facundo, mamá. He traído a Paula.

No hay comentarios:

Publicar un comentario