lunes, 11 de julio de 2016

La Usurpadora: Capítulo 60

—No hay nada que yo quiera oír de tí. Por favor, ve a hablar con Fede, yo debo ir con mi padre.

Miguel estaba peor, y Paula lo hizo sentarse y le sostuvo la mano mientras la puerta se abría y Sergio Forrester aparecía con su traje de operar.

El cirujano parecía estar muy cansado.

—Quirúrgicamente hice todo lo que pude. Ahora sólo tenemos que esperar y ver.

Se turnaron durante la noche y la mayor parte del día siguiente para quedarse con Priscilla. Miguel y Pedro estaban con ella cuando despertó.

A Paula la habían mandado a casa a descansar, pero supo por la expresión de su padre cuando llegó a casa, que Priscilla había salido bien de la operación. Comenzó a llorar enseguida, porque la tensión de los últimos días por fin hizo efecto.

—¡Oye! —se burló su padre—. ¡Se supone que debes estar feliz y no estallar en lágrimas!

—Estoy feliz. ¿Está bien, papá? ¿Ya pasó todo?

—Así es —la abrazó—. Preguntó por tí.

—Entonces iré a verla. Yo…

—¡Cálmate, Pau! —rió—. Está descansando, podrás verla más tarde.

El primer encuentro con su hermana fue emotivo y durante las siguientes semanas se unieron más que nunca. Paula pasaba la mayor parte de su tiempo en el hospital… cuando Pedro no estaba. Lo evitaba a toda costa.

Por fin le quitaron la venda a Priscilla de la cabeza y supieron que pasaría bastante tiempo antes que volvieran a confundirlas. El cabello de Priscilla había sido cortado, pero estaba viva y fuera de peligro, y eso era lo importante.

—¡Me siento ridícula! —se tocó la cabeza avergonzada.

—¡Te veo hermosa! —le sonrió Paula.

—Eso es lo que dijo Pedro—dijo Priscilla con tristeza.

—Pues él debe saber.

Pedro fue quien llevó a Priscilla a casa cuando le dieron de alta. Era una agonía observar su dedicación y preocupación por Priscilla, así que Paula escapó en cuanto pudo y usó como excusa que tenía que visitar a Ezequiel.

—Al parecer todo va en serio —se burló Priscilla—. ¿No te parece, Pepe?

—No sé —miraba a Paula con fijeza—. ¿Es así?

Ella no se atrevía a mirarlo para no delatarse.

—Todavía ni yo misma lo sé —respondió con ligereza sabiendo que mentía.

Ezequiel y ella eran amigos y nada más—. Les avisaré cuando sepa.

—Antes de la boda, espero —dijo Pedro con sorna.

—No debemos jugarle bromas —rió Priscilla.

Paula escapó y se preguntó de dónde habría sacado Priscilla eso de que Pedro se burlaba. Habló en serio, con expresión severa.

Cuando regresó a casa esa noche, Priscilla la llamó a su habitación y le pidió que se sentara a su lado en la cama.

—¿No deberías estar dormida?

—Sí —rió Priscilla—. Pero quería hablarte de Ezequiel. ¿Cómo está? Me simpatiza.

—Está bien —replicó Paula, cautelosa.

—La verdad es que sólo estaba bromeando acerca de que Ezequiel y tú tuvieran algo en serio.

—Espero que así haya sido. Eze no tiene ninguna prisa en casarse, tampoco yo.

—Pedro sí tiene prisa.

Ella alzó la vista.

—¿Pedro qué?

—Sí tiene prisa por casarse —suspiró Priscilla.

—¿La tiene? —se humedeció los labios y agregó con astucia—: bueno, ya han estado comprometidos por algún tiempo y ahora que estás bien, supongo que…

—No quiere casarse conmigo Pau—la interrumpió Priscilla.

—¡No seas tonta! Por supuesto que quiere casarse contigo…

—No —insistió Priscilla—, y yo no quiero casarme con él. ¿Recuerdas lo que te dije la noche de mi operación?

—¿A… acerca de amar a Fede? —no lo habían mencionado desde entonces.

—Sí. Pues así es. Siempre lo he amado.

—Pero… Pedro—eso no parecía tener sentido.

—Es un poco complicado —suspiró Priscilla.

—¿Un poco? —inquirió Paula, desdeñosa—. ¡Yo no le veo ninguna lógica!

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