miércoles, 27 de julio de 2016

Una Luz En Mi Vida: Capítulo 48

Incapaz de quedarse allí, Paula abandonó el comedor y corrió  escaleras arriba. La última puerta del pasillo estaba cerrada y ningún sonido provenía de su interior. Se puso un impermeable y unas botas, y salió a caminar hasta la hora de comer. Luego leyó un rato. Escribió a su madre y a Beatríz. No podía buscar la compañía de Samuel, porque estaba en la ciudad con Horacio; Rolando había estado tan serio a la hora de la comida que pensó que se había arrepentido de sus confidencias; y Pedro, el único a quien realmente quería ver, estaba aún encerrado en su habitación. Estaba sentada en la cama, cuando oyó unos pasos subiendo la escalera. Salió al pasillo. Era Clara, una de las criadas.

—Traigo té para el señor Alfonso, señorita Chaves. ¿Usted también quiere?

—Oh, no, gracias, Clara —en un súbito impulso, sugirió—: Deja, yo se lo llevaré. Fue con la bandeja hasta el final del pasillo.

—Pase —dijo Pedro con impaciencia.

Al entrar, Paula agrandó los ojos con asombro. La cama y la mayor parte del suelo estaban cubiertos de papeles. Sobre el escritorio había mapas y hojas mecanografiadas. La papelera estaba llena.

— ¿Qué haces? —preguntó la chica.

—Esta mañana llegaron los informes preliminares de mi último proyecto. Debo completar estadísticas y abreviar todo el asunto para poder manejarlo. ¿Puedo ayudarte? —dijo sin pensar. Él tomó la bandeja, buscó algún lugar donde colocarla y de pronto los dos se echaron a reír al contemplar el desorden que había en la habitación.

— No está tan mal como parece. Sé dónde se encuentra cada cosa. — ¡Seguramente no vas a poder dormir en tu cama esta noche!

— ¿En dónde sugieres que duerma, Paula?

— No tengo ni idea —se ruborizó. Él puso la bandeja sobre la tapa de la máquina de escribir y se aproximó a ella.

— ¿Ni idea? —repitió lentamente.

— Pedro, por favor...

— Es mejor que te vayas, tengo mucho que hacer.    

-He preguntado si te podía ayudar.  ¿Lo dices en serio?

— Por supuesto.

— ¿Sabes escribir a máquina?

Ella asintió.

— Muy bien. Le diremos a Rolando que traiga otro escritorio. Si puedes mecanografiar estas hojas, luego las revisaré y las volveremos a mecanografiar para el informe final. Al principio Paula trabajó con lentitud, porque la letra de Pedro no era muy fácil de entender y la mayor parte del vocabulario era técnico. Pero perseveró, y más tarde Pedro tuvo que llamarla dos veces para atraer su atención.

— La cena está lista, Paula.

— Primero déjame terminar esta frase... He hecho otra página.

— Excelente. ¡Estás contratada!

Ella rió, y se miró los dedos manchados de tinta.

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