viernes, 29 de julio de 2016

Una Luz En Mi Vida: Capítulo 50

Estaba terminando una corrección, antes de la cena, el segundo día, cuando Pedro se acercó para mirar lo que hacía; se inclinó sobre el respaldo de la silla,colocando el brazo alrededor de sus hombros al señalar un error, al tiempo que ella le miraba sonriendo.

Para el hombre que, sin aviso, abrió la puerta, debió haber parecido una escena íntima: las dos cabezas, una tan rubia, la otra tan oscura, inclinadas sobre los papeles, el murmullo de las voces, el cuerpo del hombre inclinado sobre el de la mujer en una actitud a la vez protectora y posesiva. El observador exclamó:

— Paula, ¿qué diablos estás haciendo aquí? Las dos cabezas se volvieron.

—¡Facundo! —exclamó la chica, sonriéndole—. No sabía que volvías hoy.

—Estoy seguro de que no lo sabías. O no te habría encontrado en el dormitorio de Pedro. Paula se levantó con lentitud, muy consciente de la presencia de Pedro detrás de ella.

— He estado ayudando a Pedro con unos informes, corno puedes ver.

— Puedo ver mucho. Aunque nunca creí, Pedro, que necesitaras excusas de ese tipo para introducir a una mujer en tu dormitorio.

—Ten cuidado, Facundo —le advirtió Pedro con mucha calma.

— ¡Al diablo con el cuidado! —Explotó Facundo—. Vuelvo de mi viaje de negocios y encuentro a mi prometida encerrada en el dormitorio de mi hermano durante tres días. ¿Cómo quieres que me sienta?

— Nada ha sucedido aquí que no hubiese podido suceder en la sala delante de tus padres —gritó Paula furiosa—. ¡Y no soy tu prometida!

— Paula, la noche antes de que me fuera me dijiste que te casarías conmigo. ¡No puedes haberlo olvidado!

—Te dije que necesitaba más tiempo, y no te prometí que me casaría contigo.

—Cariño —Facundo hablaba con evidente asombro—. No entiendo lo que pasa. Si esto es una broma, no le veo la gracia.

— Estoy muy lejos de bromear.

Él buscó en su bolsillo, extrayendo un estuche forrado en terciopelo.

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