domingo, 3 de julio de 2016

La Usurpadora: Capítulo 31

Priscilla estaba feliz con la decisión de su hermana, cuando se apareció en casa de sus tíos a media mañana del día siguiente.

—Pero, ¿cómo lo supiste? —Paula acababa de despertar.

—Pedro me llamó hoy temprano. Me llama todas las mañanas.

¡Qué prometido tan afectuoso! Si no hubiera sido porque recordaba sus labios sobre los de ella y cómo se estremecía de placer cada vez que la miraba, hubiera estado convencida de su devoción por Priscilla . ¡Si no lo amara también!

—Dijo que habías decidido quedarte —continuó diciendo Priscilla, excitada.

—Así es —confirmó—, pero…

—¡Múdate hoy! —interrumpió ansiosa Priscilla—. Démosle una sorpresa a papá cuando llegue a casa.

Paula  miró a su tía para que la ayudara.

—¿Tía Susana? —dijo desesperada.

—A mí me parece una buena idea —la tía encogió los hombros.

—Pero…

—Tu lugar ahora está con tu padre y con Priscilla.

Por supuesto, su tía sabía lo de la enfermedad de su padre y tenía razón, su lugar estaba con ellos.

—No me parece muy amable dejar así al tío Arturo y a tí—seguía incierta acerca de comprometerse. Una cosa era quedarse en el país, y otra, quedarse donde vería a Pedro con frecuencia.

—A tu tío y a mí no nos importa en absoluto. Puedes venir a visitarnos. Y estaríamos más felices sabiendo que todavía estás en Inglaterra.

—Está bien —aceptó—. Aunque creo que debías avisarle a tu… a nuestro padre de que voy a estar allá. No quiero que se asuste —sobre todo porque no sabía qué enfermedad tenía él.

—Papá no se asustará —le aseguró su hermana—. Estará encantado.

—Tal vez ya se lo dijo Pedro.

—Le pedí que no lo hiciera. Pedro sabe cómo me gusta hacerle jugarretas a la gente. Se las hacía a él todo el tiempo. Casi crecimos juntos.

—Parece un hombre agradable —comentó distraída la tía Susana.

—Sí, lo es —asintió Priscilla—. Un poco serio pero muy agradable. ¡Escúchenme! —rió nerviosa—. Por supuesto que creo que es agradable, si voy a casarme con él. ¿Te simpatiza, Paula?

Paula tuvo que usar una evasiva.

—Sí, me simpatiza. ¿Vamos a recoger mis cosas? —preguntó concisa—. No tengo muchas, así que no creo que me lleve mucho tiempo guardarlas.

—Papá estará muy complacido —dijo mientras metía la maleta de Paula en la parte de atrás de su coche rojo deportivo, después de despedirse de la tía Susana y de que Paula prometiera que los visitaría tan a menudo como pudiera.

—Espero que tengas razón —se sentó al lado de su hermana.

—La tengo —dijo Priscilla con seguridad—. Podríamos dar una fiesta para presentarte a todas nuestras amistades.

Paula no se entusiasmó con la sugerencia.

—No lo creo, Priscilla, no por algún tiempo. Deja que me acostumbre a estar contigo y… y con papá, primero.

—No seas tonta. No necesitas acostumbrarte a nosotros, somos tu familia. Y quiero presentarte a todas nuestras amistades.

Paula no discutió más. Su hermana estaba acostumbrada a salirse con la suya y lo hacía de tan buena manera que era difícil negarle algo. Hasta Pedro, quien Paula estaba segura de que era duro, cedía al menor capricho de Priscilla.

¡Pedro de nuevo! ¿Por qué no podía apartarlo de su mente y olvidarlo?

Priscilla le mostró su habitación que estaba al lado de la suya.
—Sabía que podría persuadirte —sonrió y puso la maleta de Paula sobre la cama—, así que le pedí a Esther que arreglara tu cuarto. ¿Te gusta? Porque si no, puedes escoger cualquiera de los otros.

—Este estará bien, ¿pero estás segura de que tu padre…?

—A nuestro padre —corrigió Priscilla con firmeza—. No le importará nada. Sólo espera y verás lo encantado que estará.

Cuando Miguel llegó a casa, Paula estaba en su cuarto, pero se asomó por la ventana en cuanto oyó el coche… los coches. Una vez más su padre no llegaba solo, allí estaba el familiar Rolls Royce azul, estacionado detrás del Mercedes de su padre.

Pedro cenaría de nuevo allí esa noche. Oh, bueno, tenía que acostumbrarse a tenerlo a su alrededor todo el tiempo.

Oyó a su padre entrar en su habitación a cambiarse y decidió que ése era el mejor momento de dar a conocer su presencia.

—¡Hola, querida! —contestó cuando llamó a la puerta, confundiéndola por primera vez con Priscilla. Eso no la sorprendió, porque difícilmente esperaba que ella entrara en su cuarto—. ¿Viste hoy a Paula? —preguntó ansioso.

Paula sintió que se le hacía un nudo en la garganta por el amor que ya sentía por ella.

—Sí —respondió con voz profunda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario